Henry
Colmillo de Rostock
30-10-2024, 07:18 PM
Verano del año 724
Dia 34
Dia 34
Horas después del incidente en el patio de la base se me hace saber que el suboficial Rodgers requería de mi presencia. Al escuchar esto pegué un buen brinco de la cama y me alisté en nada de tiempo; jamás dejaría a un mayor esperar por mí. Justo después de acabar con los últimos detalles como ajustar mi arma y pañoleta escucho como tocaban la puerta de mi dormitorio. Se trataba del mismísimo suboficial Rodgers, el cual me pidió que lo siguiera hasta una esquina del patio, donde no había nadie que pudiese escucharnos.
— Señor, me encuentro bien señor — Respondía ante la preocupación sobre mi estado de salud por parte del suboficial. Sin perder más tiempo, el suboficial Rodgers, en voz baja, compartió toda la información clave sobre el suceso de anoche. Entre todos los detalles, el suboficial deja claro la posibilidad de espías en las filas de la marina, cosa que cuadraba perfectamente con lo que sucedido. Escuchar que se confiaba en mi y nada más que en mí era un honor inimaginable, honor que compensaría cumpliendo con aquella tarea.
— Señor, cumpliré con cualquier orden que se me de, todo sea por hacer pagar a esos cabrones y traer justicia a Isla Kilombo — Esta era una oportunidad única, finalmente podría ayudar a los míos. El suboficial siguió con los detalles de la misión, recalcando que sería una misión de recolección de información en la cual tendría que evitar entablar un combate. Al escuchar al suboficial Rodgers preguntar si podría contar conmigo para esta investigación, una llama se encendió dentro de mí. — ¡Cuente conmigo señor, descubriré la verdad detrás de la muerte de nuestros hermanos en armas! —
Luego de despedirme formalmente del suboficial, me dirigí a mi dormitorio, donde me cambiaría de ropa, eligiendo un estilo típico de Rostock. Al ser una investigación en la que debía de mezclarme con los demás no podría llevarme mi arma, o si no me arriesgaba a levantar sospechas. De camino a la puerta principal del patio del G-23 no hacía más que meditar sobre la misión, pues aunque contaba con todo el respaldo de la base como dijo el suboficial, en realidad dependía de mí el éxito o fracaso de aquella investigación.
Una vez fuera me dirigí al sur, donde se encontraba el pueblo Rostock. Afortunadamente el estilo de ropa local no había cambiado mucho, pues ya hacían años desde que caminé por aquellas calles — ¿El loro bailarín... el loro...? — El nombre de aquél bar no se me quedó en la cabeza por mucho que quisiera recordar, Afortunadamente, si recordaba que no habían muchos bares en aquél pueblo. Luego de un par de minutos de búsqueda, me adentré en aquél bar de mala muerte.
Se trataba de un bar más o menos mediano, el cual podría fácilmente dejarte sordo de lo alta que estaba la música. Al mirar a mi alrededor me percaté de que más de la mitad de las mesas estaban tomadas por personas de aspecto desagradable o intimidante. Sin que me importe mucho esto último, proseguí a sentarme en una de esas sillas redondas de madera delante de la barra. Una vez sentado se me ocurrió preguntarle al cantinero.
— ¿Que hay de nuevo en Rostock? — El cantinero me miraba de reojo mientras limpiaba un baso, no parecía querer responder a mi pregunta — Estoy buscando a alguien sin miedo a ensuciarse las manos con la marina, no habrás escuchado de alguien así no? — dije esto último siendo lo más silencioso y serio posible, pues lo último que quería es que alguien mas se enterarse de lo que busco. A pesar de mis preguntas, aquél cantinero se negaba a hablar, al parecer subestimé la experiencia y conocimiento de alguien con su oficio.
Miré a mi alrededor, dándome cuenta de que solo quedaban un par de mesas ocupadas por borrachos. Supe en aquél momento que era mi turno de actuar — ¡¡Ven aquí tú!! — agarré al cantinero por su camisa, el cual intentaba forcejear conmigo — ¡Tu mejor que nadie sabes de lo que hablo, habla o no te gustará lo que te haré! — al parecer aquella amenaza despertó sus instintos de supervivencia, pues habló de inmediato — ¡Sólo se sobre Rocka y sus hombres, por favor déjeme ir, no quiero lío con nadie! — El cantinero hablaba de un tal Rocka, lo que me parecía un muy buen comienzo — ¡¿Y que más, que más sabes?! — El miedo se había apoderado de aquél cantinero, el cual no podía hacer más que sacudir su cabeza de un lado al otro negando mi pregunta.