Octojin
El terror blanco
30-10-2024, 11:13 AM
La satisfacción y el orgullo llenaron a Octojin al ver que todos sus compañeros parecían estar tan decididos y dispuestos a actuar rápidamente como él. Eran una brigada bastante peculiar, pero unida, con un objetivo claro en ese momento: liberar a los gyojins cautivos y asegurarse de que aquellos esclavistas pagaran por sus crímenes. Con una sonrisa, se dirigió hacia su camarote, dejando el cinturón con sus herramientas y aprovechando para tomar una toalla y secarse el agua salada que aún goteaba de su piel, fruto de la tormenta. El frío persistente le recordó que mejor sería abrigarse, pero la adrenalina y la urgencia de la misión no le dejaban mucha pausa para preocuparse por eso. Tampoco es que las temperaturas le afectasen demasiado. El haber pasado media vida en las profundidades del agua hacía que su cuerpo estuviera preparado para aguantar el frío por encima de la media.
Una vez de vuelta en cubierta, Octojin observó que Ray no estaba entre los presentes. Su amigo debía haber salido ya para explorar el área, y aunque entendía su impulso, sabía también que la tormenta y la bruma hacían de aquella misión una tarea peligrosa. Sin embargo, confiaba en las habilidades del hombre avispa. Cuando finalmente se reuniera de nuevo con ellos, Octojin propondría la idea de explorar la isla a pie y ver si podían encontrar alguna pista de los traficantes. No podían permitirse perder tiempo.
Con un salto firme, Octojin se lanzó a tierra firme el primero, sintiendo el frío de inmediato en sus pies descalzos. La temperatura era notablemente baja, y la brisa cortante se colaba por cada pliegue de su uniforme, dejando ver que el camino podría ser sencillo, pero sería frío. Con una carcajada desafiante, miró hacia la cubierta del barco y lanzó una recomendación.
—¡Más vale que todos llevéis algún abrigo o algo que os ayude con este frío! No queremos que nadie se congele antes de poder darle una buena paliza a esos esclavistas, ¿verdad?
El grupo, tras asegurarse de estar bien equipados, comenzó a internarse en el bosque. La neblina era espesa, envolviéndolos como un manto silencioso que difuminaba las sombras de los árboles y cubría los sonidos de sus pisadas. Cada paso resonaba en el ambiente con un eco suave, amortiguado por la tierra húmeda y las hojas caídas. Aquél lugar era bastante sombrío, y aunque la niebla no estuviera presente, los árboles que les rodeaban no dejarían ver mucho tampoco. Bien pensado, parecía un lugar perfecto donde esconderse. El tiburón se mantenía alerta, sabiendo que cualquier movimiento inesperado podía significar peligro, pero también confiaba en los sentidos y la experiencia de sus compañeros. En ese tipo de situaciones, ir con Ray era un seguro de vida. Tanto su haki de observación como el poder de su akuma no mi, le brindaba una capacidad para localizar enemigos increíble.
Mientras caminaban, Octojin se acercó a Alexandra, la nueva recluta. La verdad es que había un importante contraste entre su altura y la de su nueva compañera. Pero a pesar de ello, el escualo la miró con una sonrisa cálida. Recordaba bien cómo había sido su propia entrada a la brigada; él también había sido el novato en algún momento, y sabía lo importante que era sentirse parte del grupo desde el principio. Así que intentó que se abriese un poco mientras caminaban por aquél bosque en busca de alguna pista que les llevase hasta los criminales.
—Alexandra, ¿cómo ha sido tu camino en la marina hasta ahora? —le preguntó en tono amigable, intentando hacer que se sintiera cómoda en medio de aquella tensión— Sé que no siempre es fácil entrar a una brigada tan... particular como la nuestra. —Sonrió, recordando cómo sus propios compañeros habían sido un apoyo constante en sus inicios.
Octojin disfrutaba viendo cómo Alexandra, o cualquier otro miembro que fuese novato en verdad, se integraba y empezaba a sentirse cómoda con el grupo. Pronto, los dos compartían alguna risa y comentarios sobre el lugar, lo que ayudaba a suavizar el ambiente sombrío que les rodeaba.
Después de caminar durante unos ocho minutos, el grupo llegó a una encrucijada. Tres senderos bien marcados se extendían ante ellos, cada uno dirigiéndose hacia un punto cardinal diferente: el de la derecha parecía llevar al norte, el del medio hacia el oeste, y el de la izquierda hacia el suroeste. Octojin suspiró al ver los caminos, consciente de que la elección no era para nada sencilla, y que la lógica le decía que debían separarse. Pero... ¿Cómo? Eran siete, por lo que habría que hacer dos grupos de dos personas y uno más de tres.
—Bueno, chicos —dijo, mirando a sus compañeros con una expresión pensativa—. Creo que llega el momento de dividirnos. Podremos cubrir más terreno, y, con los Den Den Mushis, no debería haber problema para mantenernos en contacto —Lanzó una mirada alrededor, asegurándose de que todos estaban de acuerdo—. Pero antes de nada, probemos los Den Den Mushis, no vaya a ser que con esta tormenta se hayan dañado.
Si todos estaban de acuerdo en probarlos, el escualo llamaría a cada uno de ellos, intentando ver si la comunicación funcionaba o no.
—Somos siete, así que lo más lógico sería que dos de nosotros tomáramos un camino, otros dos otro, y tres el último. Me parece que Alexandra debería ir en el grupo de tres, pero dejo la decisión en vuestras manos. —Le guiñó un ojo a la joven, sabiendo que ella era capaz, pero queriendo asegurarse de que estuviera a salvo.
Sin más dilación, Octojin se ubicó en el sendero de la izquierda, que se dirigía al suroeste, esperando que alguien más se posicionara en su lugar también y deseando ver cómo se formaban los grupos. Aquello era como en sus años de niño jugando a cualquier deporte de equipo, que todos se ponían en fila y dos capitanes iban eligiendo a los mejores. ¿Se pelearían por ir con él? Nah, no creo. No era tan popular aún. ¿O si?
Una vez de vuelta en cubierta, Octojin observó que Ray no estaba entre los presentes. Su amigo debía haber salido ya para explorar el área, y aunque entendía su impulso, sabía también que la tormenta y la bruma hacían de aquella misión una tarea peligrosa. Sin embargo, confiaba en las habilidades del hombre avispa. Cuando finalmente se reuniera de nuevo con ellos, Octojin propondría la idea de explorar la isla a pie y ver si podían encontrar alguna pista de los traficantes. No podían permitirse perder tiempo.
Con un salto firme, Octojin se lanzó a tierra firme el primero, sintiendo el frío de inmediato en sus pies descalzos. La temperatura era notablemente baja, y la brisa cortante se colaba por cada pliegue de su uniforme, dejando ver que el camino podría ser sencillo, pero sería frío. Con una carcajada desafiante, miró hacia la cubierta del barco y lanzó una recomendación.
—¡Más vale que todos llevéis algún abrigo o algo que os ayude con este frío! No queremos que nadie se congele antes de poder darle una buena paliza a esos esclavistas, ¿verdad?
El grupo, tras asegurarse de estar bien equipados, comenzó a internarse en el bosque. La neblina era espesa, envolviéndolos como un manto silencioso que difuminaba las sombras de los árboles y cubría los sonidos de sus pisadas. Cada paso resonaba en el ambiente con un eco suave, amortiguado por la tierra húmeda y las hojas caídas. Aquél lugar era bastante sombrío, y aunque la niebla no estuviera presente, los árboles que les rodeaban no dejarían ver mucho tampoco. Bien pensado, parecía un lugar perfecto donde esconderse. El tiburón se mantenía alerta, sabiendo que cualquier movimiento inesperado podía significar peligro, pero también confiaba en los sentidos y la experiencia de sus compañeros. En ese tipo de situaciones, ir con Ray era un seguro de vida. Tanto su haki de observación como el poder de su akuma no mi, le brindaba una capacidad para localizar enemigos increíble.
Mientras caminaban, Octojin se acercó a Alexandra, la nueva recluta. La verdad es que había un importante contraste entre su altura y la de su nueva compañera. Pero a pesar de ello, el escualo la miró con una sonrisa cálida. Recordaba bien cómo había sido su propia entrada a la brigada; él también había sido el novato en algún momento, y sabía lo importante que era sentirse parte del grupo desde el principio. Así que intentó que se abriese un poco mientras caminaban por aquél bosque en busca de alguna pista que les llevase hasta los criminales.
—Alexandra, ¿cómo ha sido tu camino en la marina hasta ahora? —le preguntó en tono amigable, intentando hacer que se sintiera cómoda en medio de aquella tensión— Sé que no siempre es fácil entrar a una brigada tan... particular como la nuestra. —Sonrió, recordando cómo sus propios compañeros habían sido un apoyo constante en sus inicios.
Octojin disfrutaba viendo cómo Alexandra, o cualquier otro miembro que fuese novato en verdad, se integraba y empezaba a sentirse cómoda con el grupo. Pronto, los dos compartían alguna risa y comentarios sobre el lugar, lo que ayudaba a suavizar el ambiente sombrío que les rodeaba.
Después de caminar durante unos ocho minutos, el grupo llegó a una encrucijada. Tres senderos bien marcados se extendían ante ellos, cada uno dirigiéndose hacia un punto cardinal diferente: el de la derecha parecía llevar al norte, el del medio hacia el oeste, y el de la izquierda hacia el suroeste. Octojin suspiró al ver los caminos, consciente de que la elección no era para nada sencilla, y que la lógica le decía que debían separarse. Pero... ¿Cómo? Eran siete, por lo que habría que hacer dos grupos de dos personas y uno más de tres.
—Bueno, chicos —dijo, mirando a sus compañeros con una expresión pensativa—. Creo que llega el momento de dividirnos. Podremos cubrir más terreno, y, con los Den Den Mushis, no debería haber problema para mantenernos en contacto —Lanzó una mirada alrededor, asegurándose de que todos estaban de acuerdo—. Pero antes de nada, probemos los Den Den Mushis, no vaya a ser que con esta tormenta se hayan dañado.
Si todos estaban de acuerdo en probarlos, el escualo llamaría a cada uno de ellos, intentando ver si la comunicación funcionaba o no.
—Somos siete, así que lo más lógico sería que dos de nosotros tomáramos un camino, otros dos otro, y tres el último. Me parece que Alexandra debería ir en el grupo de tres, pero dejo la decisión en vuestras manos. —Le guiñó un ojo a la joven, sabiendo que ella era capaz, pero queriendo asegurarse de que estuviera a salvo.
Sin más dilación, Octojin se ubicó en el sendero de la izquierda, que se dirigía al suroeste, esperando que alguien más se posicionara en su lugar también y deseando ver cómo se formaban los grupos. Aquello era como en sus años de niño jugando a cualquier deporte de equipo, que todos se ponían en fila y dos capitanes iban eligiendo a los mejores. ¿Se pelearían por ir con él? Nah, no creo. No era tan popular aún. ¿O si?