Atlas
Nowhere | Fénix
30-10-2024, 10:31 PM
(Última modificación: 31-10-2024, 01:23 AM por Atlas.
Razón: Editado para añadir fecha
)
Día 25 de Verano del 724
No descartaba que mis decisiones me pudiesen meter en un buen lío. De hecho, era más que probable. Había dejado que el barco partiese sin mí en busca de los Piratas de Sentis. Las velas se habían perdido a lo lejos y yo me había quedado en la zona de Ushu. Sí, me había vuelto a escaquear, pero en aquella ocasión era por un motivo bien diferente. Al menos eso me decía para justificar la entereza con la que debería aguantar el rapapolvo que viniese más adelante... o las consecuencias que hubiese, fueran cuales fueran. Por desgracia, me encontraba en una de esas situaciones en las que las órdenes y la cadena de mando se enfrentaban a lo que consideraba justo y necesario. Me había visto obligado a dejar a aquella mujer en el laboratorio —o eso suponía que era—, perdida y completamente ida. Del mismo modo, lo que había visto me había dejado claro que allí habían cometido atrocidades con personas que se encontraban vivas en el momento de su llegada. No, si simplemente me hubiese dedicado a acatar órdenes y silenciar mi conciencia me habría fallado a mí mismo y habría fallado al resto de mis compañeros. Tal vez hubiese quien quisiese tachar mi conducta de histriónica, de ser alguien que buscaba llamar la atención como fuese o dárselas de héroe, pero me gustaba pensar que no había nada más lejos de la realidad.
En definitiva, había empleado mis dotes para librarme de las responsabilidades para evitar subir al barco, dejar que zarpasen sin mí e intentar resolver lo que se me antojaba verdaderamente relevante: el enigma del propio pueblo. Considerar que la extraña conducta de los lugareños, la planta y el gas, la actitud del alcalde y la aparición de los piratas eran elementos separados me resultaba un tanto inocente. Habitualmente, cuando tantos sucesos se daban a la vez en el mismo lugar había un nexo común entre ellos. El hecho de que nadie quisiese mirar hacia aquel enigma me invitaba a sumergirme más en él, independientemente de las consecuencias o el resultado final.
¿Qué debía hacer? Mientras me encaminaba hacia el propio pueblo, repasé mentalmente cuáles habían sido mis últimos pasos tras abandonar el laboratorio y a la mujer. Había encontrado un destacamento marine completamente derrotado, pero eso no había mermado mi ánimo. Había compartido con mis superiores toda la información que tenía; la veraz y la que había elucubrado a base de sospechas y deducciones. Inicialmente había tenido muy buena acogida, pero, como burros con una zanahoria delante, no habían tardado en dar de lado aquella parte del problema para centrarse en los barquitos. En la ignorancia se vivía mucho más feliz y menos preocupado, eso seguro. Fuera como fuese, les había entregado libros, hojas y muestras de todo lo que había encontrado. No obstante, me había asegurado de quedarme alguna muestra de la extraña planta por si me pudiera ser necesaria en algún momento. La mantenía guardada en un pequeño estuche, siempre conmigo por si en algún momento podía obtener algo más de información de ella. En cuanto a los libros que había rescatado, los había dejado todos en posesión de mis jefes. Aunque pudiesen serme útiles, no tenía modo de interpretarlos o saber si en ellos había información relevante o útil a corto plazo. Seguro que ellos podrían darle mejor uso.
No era un mal resumen, no. Fuera como fuese, después de la partida de mis compañeros me había tomado unas horas para evaluar cuál debía ser mi siguiente paso. Podía perseverar e intentar entrar de nuevo en el laboratorio, pero nada me aseguraba que no lo fuese a encontrar vacío y desolado. Tampoco me terminaba de disgustar la opción, la verdad, porque la pobre mujer se había quedado allí, como el trastornado perro guardián de unas bestias más inhumanas que ella.
Pero no. Inicialmente, con el afán de intentar solucionar la incógnita de las plantas y volver con mis compañeros para el momento de la batalla me había dejado muchos cabos sueltos a mis espaldas. Volvería a aquel lugar y haría lo necesario para zanjar el asunto, pero antes debía enmendar todo lo que había hecho mal antes. Empecé por el alcalde. Se había mostrado evasivo y había tenido bastante claro que me ocultaba algo al poco de iniciar la conversación. Del mismo modo, su asistenta, ama de llaves o lo que fuese me había mirado en más de una ocasión de una manera extraña. Tal vez debía haber insistido a Lautaro y haber sondeado mejor a aquella empleada, pero con la premura del inminente conflicto no lo había hecho. Sí, ése sería mi siguiente paso.
Deambulé por las maltrechas calles del pueblo costero de Ushu, pasando entre los restos materiales del ataque lanzado por los Piratas de Sentis. A pesar de que los edificios semiderruidos y a medio calcinar permitían intuir muy bien la distribución que las construcciones tenían en la zona, tardé más de la cuenta en dar con mi objetivo. Vamos, que me lo acabé topando de pura casualidad... La orientación y yo nunca habíamos sido los mejores amigos. Finalmente llegué a la residencia del hombre y me dispuse a golpear con vehemencia la puerta. Teníamos una conversación pendiente.