Los golpes resonaban en la playa, el sonido del acero chocando, las respiraciones fluyendo en cada eco que el metal le dedicaba al escenario. El sonido del mar, ese que siempre era protagonista del mundo, se vio eclipsado por la confrontación entre dos colosos que habían pulido sus cuerpos hasta un punto que rozaba la perfección buscada por muchos espadachines. Pese a lo que muchos incautos podrían pensar, el combate no se había desatado por una discusión, tampoco era un duelo a muerte siendo una manera de conocerse entre dos duelistas de la espada. Cada golpe, era un saludo y una invitación a responder de la misma forma para ver hasta que punto podían chocar y anularse. Como si esa peligrosa danza, fuese su manera rústica de estrecharse la mano, entre los monstruos del mundo el lenguaje universal del combate se alzaba como uno de los más hablados.
Entonces, ocurrió, como si la Oni no lo esperase había destrozado la defensa rival con su poderosa ofensiva y una sonrisa le adornó el rostro al sentir la carne ceder ante su filo. El sonido de la sangre surcando el filo, el aroma de la misma una vez el tajo finalizó su recorrido y el sonido que cortó el aire de aquel choque entre ambos combatientes sirvieron para ponerse realmente emocionada. Sus verdes ojos parecieron tomar una forma felina, sus colmillos sobresalieron y sus cuernos cerraban el contorno de un rostro aterrador pero rebosante de felicidad.
—Parece que mi espada ha bebido de tu sangre, a lo mejor quiera otro trago...—
Expresó casi en un trance al intentar aquel golpe ascendente que pudo costarle caro de no ser por su armadura que absorvió gran parte del impacto y solo le empujó unos pasos hacia atrás. Su ofensiva había acabado con un corte para ambos lados. Aunque la sangre solo fluía de un lado, la Oni esgrimía simples raspones productos de un colosal inicio. Respiró finalmente, tomando su tiempo para recuperar el aire en sus pulmones, la extasiada mujer apenas había reparado en hacerlo hasta ese momento de distancia entre ambos.
—Tú eres increíble, la mayoría de enemigos mueren al recibir un solo golpe de mi arma y tu recibiste uno de lleno, no solo vives si no que sigues en condiciones de moverte. No hay hormigas tan duras en esta isla y me emociona saber que otras cosas escondes...—
La guerrera tomó su espadón con ambas manos, mostrando un cambio de expresión al ser mencionado que su oponente reconocía estar lejos de su nivel, considerando que en caso de continuar el desenlace podría ser fatal para su cuerpo. La rubia pareció volver a una actitud prudente, el joven reía y disimulaba bien aquel dolor pero era obvio que ese corte que esgrimía en su cuerpo era grave y a lo mejor le dejaría una marca. Había obtenido cortes y heridas, conocía la gravedad de algunas y lo molestas que podían ser.
—Parece que no medí mi fuerza, tu primer golpe me emocionó de tal manera que quise responder de la misma forma, con un golpe digno de lo que habías mostrado. Ese corte se ve bastante molesto, pero si gustas seguir... ¡No seré yo quien me oponga! Ven e intenta lo mejor que tengas, lo recibiré de frente.—
Lo que decoraba su voz era temor, pero un temor de perder a alguien tan divertido sin haber usado todas sus habilidades, extinguir una vida por la cual no le pagarían y dejar a cambio una victoria con sabor a nada. La mujer quería seguir peleando, una, dos, cien veces contra Alistair y que su cuerpo aprendiese cada pizca de su estilo hasta poder adaltarse a este y superarle en su propio terreno. Su sonrisa regresó al ver la nueva ofensiva, era más rápido, más fuerte y ella solo pensaba en poder llegar a ser más poderosa que lo que era en ese momento. Que su cuerpo no fuese engañado con tanta facilidad, que sus golpes pudiesen adaptarse a una agilidad superior. Levantó su enorme espadón buscando el choque entre una ofensiva letal y una muralla inquebrantable.
El enorme espadón colisionaría con fuerza contra el lunarian que cayó del cielo, era curioso para ella cuando otros tenían el deseo de alcanzar su altura por medio de maniobras. Un choque que enfrentó a una ferrea defensa contra una ardiente ambición, que mantuvo en vilo al mar y a los árboles. A la arena y las nubes quienes parecieron detener su movimiento ante un descenlace que ambos combatientes no querían dar como perdido.
El golpe entró por su costado luego de unos minutos donde su grito de guerra le envolvió en sus brazos y la mujer se vió forzada a hincar su rodilla sobre la arena, tocando el punto ardiente donde el golpe le había impactado. Aquello dejaría una marca durante unos días, un intercambio justo para semejante masacre que pudo divisar desde su posición en el cuerpo del angel negro que ahora estaba frente a ella.
—¡Bwahahaha! Ha sido muy divertido, pero deberías hacer que un médico vea eso, oh, cierto que tú eres médico. Si seguíamos podríamos haber silenciado al mundo, pero a veces me olvido con que arma decidimos luchar. Si te cortase un brazo, un ala o la cabeza ya no podríamos volver a jugar con la misma intensidad. Tú necesitas los dos brazos para seguir en condiciones, me dolería condenarme a una vida sin nuestros combates.—
Se levantó envainando su espada y soltando su cabello, haciendo que este cayese como una dorada melena por sus hombros, el sol resplandecía en este mientras lo ordenaba en su habitual peinado nuevamente, cuidando de que no hubieran flecos que entorpecieran futuros encuentros de aquel día. La razón de usar su peculiar peinado era para evitar que algo entorpeciera su visión, aunque su belleza claramente se duplicaba al dejarlo ondear con el viento.
—Sería divertido cazar a alguien a tu lado, eres un guerrero que considero mejor tener como aliado. Con tu velocidad y mi fuerza, el mundo cedería a nuestros pies. Te daré mi número, a lo mejor podamos volver a vernos algún día y divertirnos sin necesidad de chocar aceros si no, de juntarlos...—
Comentó tras arreglar su cabello, dejando su número de Den Den Mushi al joven y cerrando su enorme puño para chocarlo con el de aquel peculiar sujeto. Habían tardado muy poco en su breve intercambio, el día se presentaba jóven y a lo mejor ese simplemente fue el inicio de una peculiar amistad. Entre una gigantesca y bruta guerrera de gran corazón, un interesante oponente de alas negras y tres aceros que se entendieron desde el primer contacto. Todo bajo la luz del verano, en la playa que fue testigo del choque entre ambas bestias del esgrima.
Entonces, ocurrió, como si la Oni no lo esperase había destrozado la defensa rival con su poderosa ofensiva y una sonrisa le adornó el rostro al sentir la carne ceder ante su filo. El sonido de la sangre surcando el filo, el aroma de la misma una vez el tajo finalizó su recorrido y el sonido que cortó el aire de aquel choque entre ambos combatientes sirvieron para ponerse realmente emocionada. Sus verdes ojos parecieron tomar una forma felina, sus colmillos sobresalieron y sus cuernos cerraban el contorno de un rostro aterrador pero rebosante de felicidad.
—Parece que mi espada ha bebido de tu sangre, a lo mejor quiera otro trago...—
Expresó casi en un trance al intentar aquel golpe ascendente que pudo costarle caro de no ser por su armadura que absorvió gran parte del impacto y solo le empujó unos pasos hacia atrás. Su ofensiva había acabado con un corte para ambos lados. Aunque la sangre solo fluía de un lado, la Oni esgrimía simples raspones productos de un colosal inicio. Respiró finalmente, tomando su tiempo para recuperar el aire en sus pulmones, la extasiada mujer apenas había reparado en hacerlo hasta ese momento de distancia entre ambos.
—Tú eres increíble, la mayoría de enemigos mueren al recibir un solo golpe de mi arma y tu recibiste uno de lleno, no solo vives si no que sigues en condiciones de moverte. No hay hormigas tan duras en esta isla y me emociona saber que otras cosas escondes...—
La guerrera tomó su espadón con ambas manos, mostrando un cambio de expresión al ser mencionado que su oponente reconocía estar lejos de su nivel, considerando que en caso de continuar el desenlace podría ser fatal para su cuerpo. La rubia pareció volver a una actitud prudente, el joven reía y disimulaba bien aquel dolor pero era obvio que ese corte que esgrimía en su cuerpo era grave y a lo mejor le dejaría una marca. Había obtenido cortes y heridas, conocía la gravedad de algunas y lo molestas que podían ser.
—Parece que no medí mi fuerza, tu primer golpe me emocionó de tal manera que quise responder de la misma forma, con un golpe digno de lo que habías mostrado. Ese corte se ve bastante molesto, pero si gustas seguir... ¡No seré yo quien me oponga! Ven e intenta lo mejor que tengas, lo recibiré de frente.—
Lo que decoraba su voz era temor, pero un temor de perder a alguien tan divertido sin haber usado todas sus habilidades, extinguir una vida por la cual no le pagarían y dejar a cambio una victoria con sabor a nada. La mujer quería seguir peleando, una, dos, cien veces contra Alistair y que su cuerpo aprendiese cada pizca de su estilo hasta poder adaltarse a este y superarle en su propio terreno. Su sonrisa regresó al ver la nueva ofensiva, era más rápido, más fuerte y ella solo pensaba en poder llegar a ser más poderosa que lo que era en ese momento. Que su cuerpo no fuese engañado con tanta facilidad, que sus golpes pudiesen adaptarse a una agilidad superior. Levantó su enorme espadón buscando el choque entre una ofensiva letal y una muralla inquebrantable.
BER302
BERSERKER
Defensiva Activa
Tier 3
No Aprendida
39
2
Una habilidad defensiva algo bruta en la que se buscará golpear una ofensiva con el dorso romo de la espada con tal de aplicar un impacto directo más que un corte, buscando Migitar el mayor daño posible. Y en el caso de lograr Mitigar por completo la ofenfensiva, con el mismo movimiento trazado para ejecutar la tecnica, lo extenderia golpeando al enemigo en caso de ser una ofensiva melee, efectuandole un Golpe Básico, adicional al limite del turno. O en el caso de ofensivas en base a proyectiles, retornando estos contra su ejecutor con el 50% de su daño original.
Defensa Pasiva + [FUEx2,6] de Daño Mitigado
El enorme espadón colisionaría con fuerza contra el lunarian que cayó del cielo, era curioso para ella cuando otros tenían el deseo de alcanzar su altura por medio de maniobras. Un choque que enfrentó a una ferrea defensa contra una ardiente ambición, que mantuvo en vilo al mar y a los árboles. A la arena y las nubes quienes parecieron detener su movimiento ante un descenlace que ambos combatientes no querían dar como perdido.
El golpe entró por su costado luego de unos minutos donde su grito de guerra le envolvió en sus brazos y la mujer se vió forzada a hincar su rodilla sobre la arena, tocando el punto ardiente donde el golpe le había impactado. Aquello dejaría una marca durante unos días, un intercambio justo para semejante masacre que pudo divisar desde su posición en el cuerpo del angel negro que ahora estaba frente a ella.
—¡Bwahahaha! Ha sido muy divertido, pero deberías hacer que un médico vea eso, oh, cierto que tú eres médico. Si seguíamos podríamos haber silenciado al mundo, pero a veces me olvido con que arma decidimos luchar. Si te cortase un brazo, un ala o la cabeza ya no podríamos volver a jugar con la misma intensidad. Tú necesitas los dos brazos para seguir en condiciones, me dolería condenarme a una vida sin nuestros combates.—
Se levantó envainando su espada y soltando su cabello, haciendo que este cayese como una dorada melena por sus hombros, el sol resplandecía en este mientras lo ordenaba en su habitual peinado nuevamente, cuidando de que no hubieran flecos que entorpecieran futuros encuentros de aquel día. La razón de usar su peculiar peinado era para evitar que algo entorpeciera su visión, aunque su belleza claramente se duplicaba al dejarlo ondear con el viento.
—Sería divertido cazar a alguien a tu lado, eres un guerrero que considero mejor tener como aliado. Con tu velocidad y mi fuerza, el mundo cedería a nuestros pies. Te daré mi número, a lo mejor podamos volver a vernos algún día y divertirnos sin necesidad de chocar aceros si no, de juntarlos...—
Comentó tras arreglar su cabello, dejando su número de Den Den Mushi al joven y cerrando su enorme puño para chocarlo con el de aquel peculiar sujeto. Habían tardado muy poco en su breve intercambio, el día se presentaba jóven y a lo mejor ese simplemente fue el inicio de una peculiar amistad. Entre una gigantesca y bruta guerrera de gran corazón, un interesante oponente de alas negras y tres aceros que se entendieron desde el primer contacto. Todo bajo la luz del verano, en la playa que fue testigo del choque entre ambas bestias del esgrima.