Percival Höllenstern
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30-10-2024, 11:15 PM
(Última modificación: 31-10-2024, 12:18 AM por Percival Höllenstern.)
El ambiente en la sala de apuestas se tornó aún más tenso. El leve humo de las pipas, las miradas penetrantes, y la apuesta escalofriante que acababa de lanzarse al aire impregnaban el lugar de una energía densa, casi palpable.
La forma con la que Byron trataba futilmente de enamorar a la preciosa y exhuberante Li-Shin Qie era futil, pues esta se dedicaba a verlo claramente como un objeto. De todos los que se encontraban en la mesa, probablemente ella era la más temible y la que mejor bailara con la sintonía oculta de la sala, escondiendo todo afán amenazante bajo su capa de belleza.
—El último que le dijo algo parecido, acabó agonizando — dijo en voz alta mientras reía, el vaquero llamado Sorvolo. — Puede parecer dulce, pero en cuestión de segundos podría acabar con toda la sala— completó con mirada severa.
Descuidada, Li-Shin Qie se ruborizaba levemente ante la contemplación de Sorvolo, y miraba sus dados, maldiciendo su suerte, lanzando sus fichas al centro, con una sonrisa dedicada especialmente al hombre pálido de ojos violáceos, que durante unos segundos heló su sangre.
Los ojos de Byron recorrieron el maletín rojo como si aquel objeto fuese su salvación, pero la realidad lo golpeaba cada vez más fuerte. No tenía los 20 millones. Su destino pendía de un hilo, y todos los presentes lo sabían.
Komula, el mink de tonalidad rosada, se alzó con energía. Un destello malicioso brilló en sus ojos, y una sonrisa enigmática se formó bajo su pelaje. Mientras encendía otro cigarro, dejó que el silencio agonizante reinara unos segundos más, disfrutando del nerviosismo creciente en Byron.
—Veinte millones son el precio, muchacho —repitió con una calma que helaba la sangre—. Pero… digamos que puedo hacer una excepción. —Hizo una pausa dramática, dejando que sus palabras se clavaran como un anzuelo en la mente desesperada del pirata.
Byron, con la respiración entrecortada, mantenía la mirada fija en Komula, esperando con ansiedad el próximo movimiento del mafioso mink. Entonces, Komula aplastó el cigarro contra la mesa y se reclinó aún más, sus ojos centelleantes como los de un depredador que había olido el miedo de su presa.
—Te prestaré lo que te falta. Pero no lo haré por simple generosidad, claro. —Su tono era sombrío y peligrosamente suave, como si estuviera tejiendo una red en torno al joven pirata—. A cambio, si pierdes... tendrás que hacerme un pequeño favor.
Byron tragó saliva. Sabía que nada bueno vendría de un "favor" en ese tipo de lugares. Pero la presión era insoportable, y el maletín rojizo frente a él representaba más que una simple ganancia: era su salvación, la única forma de recuperar su barco y evitar el fracaso rotundo ante el Capitán Belmonte.
Komula soltó una risa seca, y el resto de los presentes, incluyendo a Li-Shin Qie y Sorvolo, intercambiaron miradas cómplices, saboreando el espectáculo.
—Es sencillo, realmente —respondió Komula, su tono cargado de una falsa dulzura—. Si pierdes, me traerás la cabeza de un hombre. No un cualquiera, claro... —su mirada se oscureció, mientras Byron lo observaba, atónito—. Se trata de un agente del Gobierno Mundial que últimamente se ha interpuesto en nuestros intereses. No te preocupes, te diré cómo encontrarlo cuando llegue el momento. Ah, y por supuesto, si fallas en ese encargo, no tendrás otra oportunidad.
El corazón de Byron se paralizó por un instante. El sudor frío corrió por su espalda. Sabía que meterse con el Gobierno Mundial no era solo peligroso: era un suicidio.
Entonces, Komula reveló sus dados, mostrando un 1, y un 3, que afortunadamente nadie ganó en la apuesta. Y sin mediar palabra, mirando durante unos instantes al resto de la mesa, incluyendo al joven, repitió la tirada.
— Digamos par o impar ¿Os parece? — comentó el rosado koala.
— ¡Par! — dijeron los tres al unísono casi, lo que parecía una oportunidad para distanciarse... ¿O quizá no?
La forma con la que Byron trataba futilmente de enamorar a la preciosa y exhuberante Li-Shin Qie era futil, pues esta se dedicaba a verlo claramente como un objeto. De todos los que se encontraban en la mesa, probablemente ella era la más temible y la que mejor bailara con la sintonía oculta de la sala, escondiendo todo afán amenazante bajo su capa de belleza.
—El último que le dijo algo parecido, acabó agonizando — dijo en voz alta mientras reía, el vaquero llamado Sorvolo. — Puede parecer dulce, pero en cuestión de segundos podría acabar con toda la sala— completó con mirada severa.
Descuidada, Li-Shin Qie se ruborizaba levemente ante la contemplación de Sorvolo, y miraba sus dados, maldiciendo su suerte, lanzando sus fichas al centro, con una sonrisa dedicada especialmente al hombre pálido de ojos violáceos, que durante unos segundos heló su sangre.
Los ojos de Byron recorrieron el maletín rojo como si aquel objeto fuese su salvación, pero la realidad lo golpeaba cada vez más fuerte. No tenía los 20 millones. Su destino pendía de un hilo, y todos los presentes lo sabían.
Komula, el mink de tonalidad rosada, se alzó con energía. Un destello malicioso brilló en sus ojos, y una sonrisa enigmática se formó bajo su pelaje. Mientras encendía otro cigarro, dejó que el silencio agonizante reinara unos segundos más, disfrutando del nerviosismo creciente en Byron.
—Veinte millones son el precio, muchacho —repitió con una calma que helaba la sangre—. Pero… digamos que puedo hacer una excepción. —Hizo una pausa dramática, dejando que sus palabras se clavaran como un anzuelo en la mente desesperada del pirata.
Byron, con la respiración entrecortada, mantenía la mirada fija en Komula, esperando con ansiedad el próximo movimiento del mafioso mink. Entonces, Komula aplastó el cigarro contra la mesa y se reclinó aún más, sus ojos centelleantes como los de un depredador que había olido el miedo de su presa.
—Te prestaré lo que te falta. Pero no lo haré por simple generosidad, claro. —Su tono era sombrío y peligrosamente suave, como si estuviera tejiendo una red en torno al joven pirata—. A cambio, si pierdes... tendrás que hacerme un pequeño favor.
Byron tragó saliva. Sabía que nada bueno vendría de un "favor" en ese tipo de lugares. Pero la presión era insoportable, y el maletín rojizo frente a él representaba más que una simple ganancia: era su salvación, la única forma de recuperar su barco y evitar el fracaso rotundo ante el Capitán Belmonte.
Komula soltó una risa seca, y el resto de los presentes, incluyendo a Li-Shin Qie y Sorvolo, intercambiaron miradas cómplices, saboreando el espectáculo.
—Es sencillo, realmente —respondió Komula, su tono cargado de una falsa dulzura—. Si pierdes, me traerás la cabeza de un hombre. No un cualquiera, claro... —su mirada se oscureció, mientras Byron lo observaba, atónito—. Se trata de un agente del Gobierno Mundial que últimamente se ha interpuesto en nuestros intereses. No te preocupes, te diré cómo encontrarlo cuando llegue el momento. Ah, y por supuesto, si fallas en ese encargo, no tendrás otra oportunidad.
El corazón de Byron se paralizó por un instante. El sudor frío corrió por su espalda. Sabía que meterse con el Gobierno Mundial no era solo peligroso: era un suicidio.
Entonces, Komula reveló sus dados, mostrando un 1, y un 3, que afortunadamente nadie ganó en la apuesta. Y sin mediar palabra, mirando durante unos instantes al resto de la mesa, incluyendo al joven, repitió la tirada.
— Digamos par o impar ¿Os parece? — comentó el rosado koala.
— ¡Par! — dijeron los tres al unísono casi, lo que parecía una oportunidad para distanciarse... ¿O quizá no?