Henry
Colmillo de Rostock
31-10-2024, 12:33 AM
Pese a mis intentos de lucir lo más local posible se hacía notar que no era de por allí. Mi cubierta como tipo malo se vió destrozada desde que el cantinero me lo hizo saber, cosa que me hizo sentir como un bueno para nada. Aunque la situación tenía pinta de no llegar a ningún lado, aquél hombre habló del buen trabajo de la marina en aquella isla, o por lo menos lo mínimo que se esperabaque hiciéramos. Una jarra de cerveza se posaba en la mesa delante de mi, como una especie de salvación divina. Aquello había sido obra del cantinero el cual sin lugar a dudas tenía algo planeado.
Luego de bajarme media jarra de cerveza el cantinero volvió a mi lado de la mesa, empezando a hablarme de lo que sabía. Empezó hablando del efecto que tuvo el G-23 en zonas como estas, reduciendo los niveles de rufianes y crímenes. No se hacía notar demasiado, pero me hacía sentir bien que aquél hombre delante de mi sentía alguna especie de alivio de tener a la marina por allí.
De pronto me empezó a hablar de un grupo de cinco malandros, los cuales parecían no tener buenas intenciones a futuro. También me hizo saber lo muy alerta que estaban en caso de que alguien estuviera espiandolos. Su relato finalizó diciéndome el destino que tomó aquél grupito, el cual se dirigía al puerto de Rostock. Todo aquella información era sin dudas de muchísima ayuda, lo que me hacía cuestionarme mis habilidades de espionaje y sigilo por completo.
— Muchas gracias... — Dije en voz baja, pero lo suficientemente alta como para que el me oyera. Dejo la barra pagando unas cuantas berries por la bebida, aunque me sentía en deuda por toda aquella información que ayudaría a traer justicia por la muerte de dos hermanos en armas. Saliendo de aquél bar tomé un gran respiro, pues aunque no me gustaría admitirlo si que me sentía algo nervioso. De pronto, antes de tan siquiera dar un paso, dos niños pasan corriendo delante de mí, los cuales jugaban por todo aquél lugar. Aquella era una vista por la cual alegrarse, era bueno saber que las calles era lo suficientemente seguras como para que ellos puedan jugar tranquilamente.
Luego de terminar mi investigación en el bar que me señaló el suboficial Rodgers, decidí dirigirme al puerto, el cual fue el último destino de aquellos cinco malandros. Llegando al puerto se podía escuchar a los pescadores gritarse los unos a los otros mientras descargaban su pescado de aquellos botes. Nada parecía fuera de lugar a simple vista, así que decidí caminar por todo aquello mirando de lado a lado. Luego de un buen rato de búsqueda y de bronceo de piel, escucho unas risitas venir desde una esquina de aquél puerto.
Con mis sospechas, me pego a un muro, caminando despacio hasta poder estar alrededor de unos 4 metros de distancia de ellos. A pesar de la distancia no era como si ellos fueran a bajar su tono, pues parecían bastante cómodos. Antes de poder seguir escuchando miro a mi alrededor rápidamente, pues podía estar lidiando con más peligro del que me imaginaba.
Luego de bajarme media jarra de cerveza el cantinero volvió a mi lado de la mesa, empezando a hablarme de lo que sabía. Empezó hablando del efecto que tuvo el G-23 en zonas como estas, reduciendo los niveles de rufianes y crímenes. No se hacía notar demasiado, pero me hacía sentir bien que aquél hombre delante de mi sentía alguna especie de alivio de tener a la marina por allí.
De pronto me empezó a hablar de un grupo de cinco malandros, los cuales parecían no tener buenas intenciones a futuro. También me hizo saber lo muy alerta que estaban en caso de que alguien estuviera espiandolos. Su relato finalizó diciéndome el destino que tomó aquél grupito, el cual se dirigía al puerto de Rostock. Todo aquella información era sin dudas de muchísima ayuda, lo que me hacía cuestionarme mis habilidades de espionaje y sigilo por completo.
— Muchas gracias... — Dije en voz baja, pero lo suficientemente alta como para que el me oyera. Dejo la barra pagando unas cuantas berries por la bebida, aunque me sentía en deuda por toda aquella información que ayudaría a traer justicia por la muerte de dos hermanos en armas. Saliendo de aquél bar tomé un gran respiro, pues aunque no me gustaría admitirlo si que me sentía algo nervioso. De pronto, antes de tan siquiera dar un paso, dos niños pasan corriendo delante de mí, los cuales jugaban por todo aquél lugar. Aquella era una vista por la cual alegrarse, era bueno saber que las calles era lo suficientemente seguras como para que ellos puedan jugar tranquilamente.
Luego de terminar mi investigación en el bar que me señaló el suboficial Rodgers, decidí dirigirme al puerto, el cual fue el último destino de aquellos cinco malandros. Llegando al puerto se podía escuchar a los pescadores gritarse los unos a los otros mientras descargaban su pescado de aquellos botes. Nada parecía fuera de lugar a simple vista, así que decidí caminar por todo aquello mirando de lado a lado. Luego de un buen rato de búsqueda y de bronceo de piel, escucho unas risitas venir desde una esquina de aquél puerto.
Con mis sospechas, me pego a un muro, caminando despacio hasta poder estar alrededor de unos 4 metros de distancia de ellos. A pesar de la distancia no era como si ellos fueran a bajar su tono, pues parecían bastante cómodos. Antes de poder seguir escuchando miro a mi alrededor rápidamente, pues podía estar lidiando con más peligro del que me imaginaba.