Masao Toduro
El niño de los lloros
31-10-2024, 12:18 AM
(Última modificación: 31-10-2024, 12:55 AM por Masao Toduro.)
Para cuando quiso reaccionar era demasiado tarde, el cuerpo del misterioso caballero cayó al agua, pasaron unos valiosos segundos antes de darse cuenta del error que había cometido, se había vuelto a extralimitarse en los golpes cometidos, no solo él, sino todo grupo de marines que cayó en bandada sobre el que parecía ser el líder de aquella operación de asalto.
Cuando volvió a sus sentidos se tiro al agua, tal como había hecho su compañera pez instantes antes, intentó seguir el ritmo a la mujer pez debajo del agua, pero le resultó imposible, solo le quedó ayudar como buenamente pudo a esta a depositar el cuerpo sin vida del criminal en la barca donde hacía tan solo unos instantes había caído ¿Tan rápido podía morir un hombre de aspecto tan rudo? Ciertamente, ellos no eran nadie y cuando el de arriba reclamaba tu presencia para ser juzgado poco podíamos hacer unos pobres pecadores como nosotros.
—La he cagado, chiqui— le replicaría a la medusa mientras la ayudaba con el cuerpo, aunque claramente la mujer no necesitaba ayuda alguna.
Lloroso por la impotencia, y con el sentimiento de no haber podido salvar a todo el mundo ese día, ayudé en las labores de recogida del cuerpo y en preparar un pequeño velatorio en el nuevo barco que había venido a ayudarnos en el último momento. Una vez hubiera terminado aquellos preparativos, si es que nadie más reclamaba los cuerpos, volvería a atender las necesidades de los vivos, al parecer en uno de los barcos había rehenes y sus buches no se iban a llenar solos. Por lo que sin tan siquiera tener un mínimo de tiempo para cambiarse las ropas tras la refriega, se puso manos a la obra en los fogones, coordinando en la medida en que le fuera posible los diferentes turnos de comida.
Prepare sopa, con los restos que habían sobrado de una de las comidas anteriores, algo que sin duda reconfortaría a aquellos que se habían visto de una forma u otros afectados por aquel incidente, habían escoltado la carga aparentemente, pero a que precio ¡Acaso valía más aquella mercancía maldita que una vida? ¿Cuántas vidas habían perecido por ese tesoro maldito? Aquella aventura había tenido un sabor agridulce, habían ganado, sí, pero a un precio muy elevado. Una vez hubiera atendido sus obligaciones en la cocina, trataría ir a su camarote, o a la zona que le hubieran asignado para dormir tras la recogida de los civiles, no tenía el espíritu para mucha jarana, por lo que se tumbaría en su cama catre o lo que fuera, y se pondría a rezar para expiar sus culpas, tenía mucho en lo que pensar y asimilar.
Y llorar, tendría que llorar mucho...
Cuando volvió a sus sentidos se tiro al agua, tal como había hecho su compañera pez instantes antes, intentó seguir el ritmo a la mujer pez debajo del agua, pero le resultó imposible, solo le quedó ayudar como buenamente pudo a esta a depositar el cuerpo sin vida del criminal en la barca donde hacía tan solo unos instantes había caído ¿Tan rápido podía morir un hombre de aspecto tan rudo? Ciertamente, ellos no eran nadie y cuando el de arriba reclamaba tu presencia para ser juzgado poco podíamos hacer unos pobres pecadores como nosotros.
—La he cagado, chiqui— le replicaría a la medusa mientras la ayudaba con el cuerpo, aunque claramente la mujer no necesitaba ayuda alguna.
Lloroso por la impotencia, y con el sentimiento de no haber podido salvar a todo el mundo ese día, ayudé en las labores de recogida del cuerpo y en preparar un pequeño velatorio en el nuevo barco que había venido a ayudarnos en el último momento. Una vez hubiera terminado aquellos preparativos, si es que nadie más reclamaba los cuerpos, volvería a atender las necesidades de los vivos, al parecer en uno de los barcos había rehenes y sus buches no se iban a llenar solos. Por lo que sin tan siquiera tener un mínimo de tiempo para cambiarse las ropas tras la refriega, se puso manos a la obra en los fogones, coordinando en la medida en que le fuera posible los diferentes turnos de comida.
Prepare sopa, con los restos que habían sobrado de una de las comidas anteriores, algo que sin duda reconfortaría a aquellos que se habían visto de una forma u otros afectados por aquel incidente, habían escoltado la carga aparentemente, pero a que precio ¡Acaso valía más aquella mercancía maldita que una vida? ¿Cuántas vidas habían perecido por ese tesoro maldito? Aquella aventura había tenido un sabor agridulce, habían ganado, sí, pero a un precio muy elevado. Una vez hubiera atendido sus obligaciones en la cocina, trataría ir a su camarote, o a la zona que le hubieran asignado para dormir tras la recogida de los civiles, no tenía el espíritu para mucha jarana, por lo que se tumbaría en su cama catre o lo que fuera, y se pondría a rezar para expiar sus culpas, tenía mucho en lo que pensar y asimilar.
Y llorar, tendría que llorar mucho...