Tofun
El Largo
31-10-2024, 12:19 AM
En menos de un mes habían pasado muchas cosas en mi vida, demasiadas. ¿Realmente eran demasiadas? Hace unos días, añoraba las aventuras; lo único que quería era beber y acción, y le puse tantas ganas que aceleré al máximo. Me reuní con mis antiguos compañeros, Los Piezas, quienes me regalaron este bonito anillo… Pensé, acariciándolo con la mano opuesta.
Después de varias decenas de litros de cerveza, acepté unirme a la revolución y, pronto, comencé a reclutar a los increíbles personajes con los que me había encontrado: Ragnir el Gaseoso, Umibozu la Calamidad, la Sirena, el Lobo, el Polluelo, el Mapache… Eran demasiados como para enumerarlos. ¡Me casé! Joder, sí, me casé. Me casé con una señora de 104 años, Gregoria, una rica de Kilombo, en un plan para obtener bienes y un barco, resultando en un enlace sin amor, pero con respeto y admiración. Gregoria era una mujer entrañable que, tras viajar con nosotros hasta Oykot en su luna de miel —un paripé para justificar nuestra llegada a Oykot y no levantar sospechas— volvió escoltada a Kilombo. Tenía que pasarme a saludarla un día de estos. En ese viaje a Oykot todos bebimos y nos emborrachamos, igual que en la boda, la post-boda, en la llegada a Oykot y en tantos otros días más. El caso es que planifiqué el asalto a Oykot y, con todo el sudor y esfuerzo de mis compañeros revolucionarios, logramos tomar la ciudad e instaurar una democracia justa con Karina como alcaldesa. La celebración duró 48 horas, y la resaca, mezclada con más alcohol, duró otras 24. Hoy era mi primer día sobrio; quería probar qué se sentía, algo que no vivía desde mi cuarenta cumpleaños. Por desgracia, la abstinencia parecía tener cierta relación con la Akuma No Mi que había consumido en mis tiempos mozos, y los efectos secundarios de la privación de alcohol eran terribles.
Y allí estaba, reflexionando sobre todo esto en uno de los bancos del puerto de Oykot, disfrutando del horizonte con mis pantalones marrones, mis zapatos de cuero, mi camisa blanca medio abierta, revelando los pelos de mi pecho, la barba desaliñada y mi nueva chaqueta, un regalo de Gregoria al volver a su hogar. En los laterales de mi cinturón descansaban dos imperceptibles riñoneras, donde guardaba varios objetos: una granada que me hizo Asradi, un botiquín de Alistair, un pequeño tupper con un par de onigiris, un mechero y un par de diales.
— Oficial...
¿Oficial de qué? ¿Quería yo esa responsabilidad? ¿Estaba a la altura? Lo mío era el campo de batalla, las tabernas, charlar... No ser responsable de un escuadrón. ¡Por Dios! Si ni siquiera sabía cuidarme a mí mismo.
— "¡Tofun! ¡Tofun el Largo! ¿Hasta cuándo, enano?" — Un susurro parecía escurrirse en el puerto. — ¿Hasta cuándo? ¡Hasta que el ron se acabe, claro que sí! ¡Bah, tonterías! —refunfuñé, alejando esos pensamientos, aunque la inquietud se notaba en mi expresión. Acomodé mis hombros en el banco, rozando casi sin querer una botella de ron casero que había creado hace unos días. Inspirado por mi estado etílico, produje ese exquisito brebaje que ahora guardaba para una ocasión especial. Miré la botella con una mezcla de emociones: sorpresa, odio, pasión, ternura, añoranza... La guardé rápidamente para no caer en la tentación y sacudí la cabeza para borrar esa idea de mi mente. Justo entonces...
— ¡Ron del bueno! ¡Ron del bueno! ¡Hoy tenemos dos por uno!
Mi cara se arrugó de formas inhumanas. ¿Qué clase de tortura era esta? Conocía perfectamente el ron de esa señora... ¡Joder que si lo conocía! ¡Basta! Huyendo de aquella escena, busqué refugio con la vista en un kiosko del muelle, olfateando un par de veces al ver la estela de humo que desprendía el café caliente. Olía bien; parecía un café de calidad. No pude evitar imaginarme cómo maridaría con un licor de miel añejo, con un aguardiente que notas de canela. — Abajsgsdgsg... — No sabía ni como gestionar la situación, me levanté del barco y me acerqué al Kiosko, iba a tomarme un café para intentar controlar el mono.
Salté hasta el mostrador y de primeras pedí disculpas por el posible susto. — Disculpe. Muy buenas. ¿Sería tan amable de ponerme un café? Solo, con unas g... Solo. — Corregí de inmediato, mientras tanto comenzaría a ojear las noticias de estos días, por distraerme y centrar la atención en otras cosas. Mientras me llevé la mano a la cartera, la car, la ca... ¿La cartera? El cuerpo se me congeló durante un instante, un flashback de Vietnam atravesó mi mente, la había perdido en el desfase de estos días. Miré el/la dependient@. ¿Me reconocería?