Asradi
Völva
31-10-2024, 04:04 PM
Mentiría si dijese que no estaba disfrutando de las reacciones tan genuinas de Alistair. Era como tener delante a un niño que se sorprende por cualquier cosa, por cualquier nimiedad y con la misma inocencia de uno. Por eso le terminó arrancando una sonrisa amplia a la sirena cuando ella le ofreció ambas bolsitas con sus respectivas hierbas. Cuando él expresó su preocupación por si Asradi las necesitase, ella negó suavemente con la cabeza.
— No te preocupes, son bastante comunes y puedo encontrarlas con facilidad. — Le restó importancia para que Alistair tampoco se sintiese mal por “quitarle” sus últimas reservas de esas dos hierbas. — Eso espero, tienes que hacer que ese aparato funcione. — Era la única “condición” que le ponía.
Aunque, más bien, entendía que algo como eso no sería sencillo y necesitaría varias pruebas y quizás incluso modelos. Pero confiaba lo suficiente en Alistair como para saber que perseveraría con ello. En su fuero interno sí tenía mucha curiosidad y ganas por ver aquel proyecto ya totalmente funcional. Cuando sintió, a posteriori, la mano del lunarian sobre su hombro, con aquellas palabras, la expresión y la sonrisa de Asradi se dulcificó de manera suave, mirándole directamente a los ojos. El chico desprendía una calidez y una pureza innatas que le conmovía de alguna manera.
— Te lo agradezco mucho, Alistair y yo te ofrezco el mismo trato cuando tú necesites cualquier cosa. — Quizás estuviese difícil de buenas a primeras, pero quizás volviesen a encontrarse en algún futuro. Ella era de las que creían, siempre, que las corriente terminaban juntando a las personas.
Esta vez, no sería la excepción.
Esperaba, de todas maneras, poder encontrarse a futuro con Alistair y que el viaje que ambos hiciesen, siguiendo su camino, tuviesen un trayecto seguro y fuera de peligros. Al menos, Asradi era algo que sí esperaba para el lunarian.
Tras pasar un buen rato más charlando y cambiando impresiones, la claridad de aquella gruta fue desapareciendo poco a poco y de manera paulatina. En el exterior, el atardecer ya pincelaba el cielo con sus característicos tonos rojizos y anaranjados. Todavía no demasiado intensos, pero sí marcando el final de la tarde y, posteriormente, el inicio de la noche en unas cuantas horas más.
El día había comenzado extraño, topándose con alguien que casi había “invadido” su zona de confort y que, al final, había resultado él ser su confort en ese momento donde la sirena se había derrumbado. Alistair había sido el único que había visto la vergüenza y el dolor que portaba, marcado a fuego, en su espalda. No sabía lo que le depararía ahora, pero esperaba volver a encontrárselo a futuro.
— Pronto comenzará a anochecer. — Murmuró al aire, asomándose hacia el exterior de la cueva. — Y, con ello, la marea subirá. — Era una advertencia. Debían salir de ahí, al menos el lunarian. — Ven, vayamos hacia la playa. En una hora este lugar terminará casi inundado.
Ella no tenía problema al respecto, pero no quería poner en peligro a su nuevo amigo.
— ¿Hacia dónde te dirigirás ahora? ¿Tienes algún rumbo elegido ya? — Preguntó, con curiosidad y calma al mismo tiempo.
— No te preocupes, son bastante comunes y puedo encontrarlas con facilidad. — Le restó importancia para que Alistair tampoco se sintiese mal por “quitarle” sus últimas reservas de esas dos hierbas. — Eso espero, tienes que hacer que ese aparato funcione. — Era la única “condición” que le ponía.
Aunque, más bien, entendía que algo como eso no sería sencillo y necesitaría varias pruebas y quizás incluso modelos. Pero confiaba lo suficiente en Alistair como para saber que perseveraría con ello. En su fuero interno sí tenía mucha curiosidad y ganas por ver aquel proyecto ya totalmente funcional. Cuando sintió, a posteriori, la mano del lunarian sobre su hombro, con aquellas palabras, la expresión y la sonrisa de Asradi se dulcificó de manera suave, mirándole directamente a los ojos. El chico desprendía una calidez y una pureza innatas que le conmovía de alguna manera.
— Te lo agradezco mucho, Alistair y yo te ofrezco el mismo trato cuando tú necesites cualquier cosa. — Quizás estuviese difícil de buenas a primeras, pero quizás volviesen a encontrarse en algún futuro. Ella era de las que creían, siempre, que las corriente terminaban juntando a las personas.
Esta vez, no sería la excepción.
Esperaba, de todas maneras, poder encontrarse a futuro con Alistair y que el viaje que ambos hiciesen, siguiendo su camino, tuviesen un trayecto seguro y fuera de peligros. Al menos, Asradi era algo que sí esperaba para el lunarian.
Tras pasar un buen rato más charlando y cambiando impresiones, la claridad de aquella gruta fue desapareciendo poco a poco y de manera paulatina. En el exterior, el atardecer ya pincelaba el cielo con sus característicos tonos rojizos y anaranjados. Todavía no demasiado intensos, pero sí marcando el final de la tarde y, posteriormente, el inicio de la noche en unas cuantas horas más.
El día había comenzado extraño, topándose con alguien que casi había “invadido” su zona de confort y que, al final, había resultado él ser su confort en ese momento donde la sirena se había derrumbado. Alistair había sido el único que había visto la vergüenza y el dolor que portaba, marcado a fuego, en su espalda. No sabía lo que le depararía ahora, pero esperaba volver a encontrárselo a futuro.
— Pronto comenzará a anochecer. — Murmuró al aire, asomándose hacia el exterior de la cueva. — Y, con ello, la marea subirá. — Era una advertencia. Debían salir de ahí, al menos el lunarian. — Ven, vayamos hacia la playa. En una hora este lugar terminará casi inundado.
Ella no tenía problema al respecto, pero no quería poner en peligro a su nuevo amigo.
— ¿Hacia dónde te dirigirás ahora? ¿Tienes algún rumbo elegido ya? — Preguntó, con curiosidad y calma al mismo tiempo.