Asradi
Völva
31-10-2024, 04:06 PM
Bueno, Caretas estaba dando un tremendo espectáculo. Generalmente, Asradi no aprobaría tanta violencia, pero es que aquellos tipos se lo habían buscado abiertamente. Mientras el enmascarado de la Revolución daba rienda suelta al enfado por la muerte de aquel inocente, la sirena entornó la mirada. No hubo ni un solo intento de detener a su compañero. Era como si tuviese la certeza de que no lo mataría. Y, si intentase hacerlo, ya le detendría ella de alguna manera.
A quien la sirena no perdió de vista fue la jefe, que continuaba berreando órdenes y exabruptos a los pobres guardaespaldas que, ahora mismo, miraban con impotencia y con una clara expresión de dudas y terror a Lemon, quien continuaba desahogándose de alguna manera con el pobre desgraciado que había pillado por banda. Asradi frunció ligeramente el ceño y solo se volvió para agarrar una de las botellas de alcohol que todavía permanecían enteras en aquella vitrina. Concretamente, la del licor de almendras que su camarada, antes, le había dado a probar y le había sabido asquerosamente dulce. Le dejaría el regustillo en la boca, pero valdría la pena. Generalmente, podría hacerlo sin alcohol, pero el haber bebido antes le había secado un poco la boca.
— ¡Ey, Panzudo! — La sirena llamó antes de dar un buen trago a aquel terrible licor. Para ella era malo, pero serviría para su cometido.
Cuando el abusador jefe se volvió hacia el “fenómeno con cola”, como la había llamado anterior mente, solo alcanzó a aullar, de repente, de dolor. Asradi ni tan siquiera lo había dudado. Haciendo gala de sus conocimientos del Jujutsu Gyojin, le había lanzado un par de escupitajos. Y no unos cualquiera.
La velocidad a la que, ahora, iban ese par de proyectiles de alcohol, eran dignos de cualquier tipo de bala disparada con un arma de fuego. Uno de ellos atravesó el hombro del gordinflotas, de lado a lado, y lo mismo el otro proyectil de alcohol en una de sus piernas. Habían sido dos disparos limpios que no habían tardado en provocar un buen sangrado. El tipo cayó de culo al suelo, temblando como una hoja y maldiciendo a la mujer.
— ¡Cogedla! ¡Quiero a ese maldito monstruo muerta! ¿¡Me habéis escuchado, idiotas!? — Clamaba y clamaba, mientras se llevaba la mano contraria al hombro que había sido herido.
Por su parte, los guardaespaldas ya no estaban tan seguros. Habían visto la furia del enmascarado y que no le había temblado la mano, para nada, en cuanto a castigar a uno de los suyos. Y tampoco querían enfrentarse con una sirena por muy jugosa que pudiese ser la venta de una de su especie. Visto lo visto, sus vidas valían más que todo aquello. Un par se miraron entre sí, miraron a la sirena, que tragaba el último sorbo de alcohol y se relamía los labios después de aquella demostración, y luego miraron al enmascarado.
No hizo falta nada más, agarraron a su compañero herido y salieron por patas, dejando a su jefe totalmente vendido. Definitivamente, aquel trabajo no valía la mísera paga que estaban recibiendo. El hombre de oronda barriga, tras increparles, se percató de que, efectivamente, ahora sí estaba en la mierda y a merced de aquel par de locos.
Asradi se acercó a Caretas y le puso una mano en el hombro.
— Deberíamos dejar que los trabajadores se encarguen de él. Que llamen a la Marina o a quien sea y lo denuncien o algo. — Murmuró. Era su propuesta más pacífica en ese momento.
A quien la sirena no perdió de vista fue la jefe, que continuaba berreando órdenes y exabruptos a los pobres guardaespaldas que, ahora mismo, miraban con impotencia y con una clara expresión de dudas y terror a Lemon, quien continuaba desahogándose de alguna manera con el pobre desgraciado que había pillado por banda. Asradi frunció ligeramente el ceño y solo se volvió para agarrar una de las botellas de alcohol que todavía permanecían enteras en aquella vitrina. Concretamente, la del licor de almendras que su camarada, antes, le había dado a probar y le había sabido asquerosamente dulce. Le dejaría el regustillo en la boca, pero valdría la pena. Generalmente, podría hacerlo sin alcohol, pero el haber bebido antes le había secado un poco la boca.
— ¡Ey, Panzudo! — La sirena llamó antes de dar un buen trago a aquel terrible licor. Para ella era malo, pero serviría para su cometido.
Cuando el abusador jefe se volvió hacia el “fenómeno con cola”, como la había llamado anterior mente, solo alcanzó a aullar, de repente, de dolor. Asradi ni tan siquiera lo había dudado. Haciendo gala de sus conocimientos del Jujutsu Gyojin, le había lanzado un par de escupitajos. Y no unos cualquiera.
La velocidad a la que, ahora, iban ese par de proyectiles de alcohol, eran dignos de cualquier tipo de bala disparada con un arma de fuego. Uno de ellos atravesó el hombro del gordinflotas, de lado a lado, y lo mismo el otro proyectil de alcohol en una de sus piernas. Habían sido dos disparos limpios que no habían tardado en provocar un buen sangrado. El tipo cayó de culo al suelo, temblando como una hoja y maldiciendo a la mujer.
— ¡Cogedla! ¡Quiero a ese maldito monstruo muerta! ¿¡Me habéis escuchado, idiotas!? — Clamaba y clamaba, mientras se llevaba la mano contraria al hombro que había sido herido.
Por su parte, los guardaespaldas ya no estaban tan seguros. Habían visto la furia del enmascarado y que no le había temblado la mano, para nada, en cuanto a castigar a uno de los suyos. Y tampoco querían enfrentarse con una sirena por muy jugosa que pudiese ser la venta de una de su especie. Visto lo visto, sus vidas valían más que todo aquello. Un par se miraron entre sí, miraron a la sirena, que tragaba el último sorbo de alcohol y se relamía los labios después de aquella demostración, y luego miraron al enmascarado.
No hizo falta nada más, agarraron a su compañero herido y salieron por patas, dejando a su jefe totalmente vendido. Definitivamente, aquel trabajo no valía la mísera paga que estaban recibiendo. El hombre de oronda barriga, tras increparles, se percató de que, efectivamente, ahora sí estaba en la mierda y a merced de aquel par de locos.
Asradi se acercó a Caretas y le puso una mano en el hombro.
— Deberíamos dejar que los trabajadores se encarguen de él. Que llamen a la Marina o a quien sea y lo denuncien o algo. — Murmuró. Era su propuesta más pacífica en ese momento.