Asradi
Völva
31-10-2024, 04:18 PM
Asradi tomó un sorbo más de aquel vino especiado. Tenía un sabor que ella nunca antes había probado, por lo que era algo bastante novedoso para ella. De todas formas, disfrutaba todavía más con la fiesta que había alrededor, la gente feliz y disfrutando también. Y la compañía de Galhard hacía un poco más llevadero todo aquello.
— A decir verdad, yo no me esperaba que mi llegada a Kilombo terminase de esta manera. — Habían pasado muchas cosas durante el camino, peor no se arrepentía de nada. Bueno, en realidad sí.
Se arrepentía de la persona que había dejado atrás, pero se había propuesto el volver a verle. Arreglar todos sus asuntos para ello. Mientras, disfrutaría de ese momento que estaba teniendo. Uno que ella también necesitaba para relajarse. Ahora podía bajar la guardia aunque fuese por unas horas y, simplemente, ser una más. La sirena saludó con una sonrisa a algunos de sus compañeros que todavía andaban por ahí bebiendo y armando jaleo, en el buen sentido, antes de negar brevemente con la cabeza.
— Pero me he encontrado con buena gente y eso es lo importante. También es bueno haberte encontrado a ti también. — Sus caminos volvían a cruzarse, tal y como habían dicho la última vez que se habían visto en aquella playa. — Y, sobre todo, ver que estás bien. ¿Has estado yendo a cenar a aquella playa, entonces?
Recordaba aquel momento. Y como aquella simple comida, tan sencilla y humilde, le había sabido a gloria. También el compartirla. Pero también las palabras reflexivas de Galhard hicieron que ella también se quedase pensando al respecto. Todo lo que había vivido hasta ahora, lo bueno y lo malo, todas las cosas que también había aprendido y, por supuesto, las diferentes personas que se había ido encontrando y conociendo. Unas mejor que otras, pero siempre intentaba quedarse con lo más bonito de ello. Lo importante era atesorar los buenos momentos y, con el resto... Bueno, no desecharlos, pero sí aprender de ellos para no cometer los mismos errores a futuro.
— Tienes razón. Al fin y al cabo, lo que nos impulsa siempre a dar un paso adelante no somos siempre nosotros mismos, sino también la gente que nos rodea o la que hemos conocido y ha sido importante en nuestras vidas. — Sonrió suavemente, bajando un instante la mirada hacia el liquido oscuro que todavía yacía en su copa, de manera reflexiva. — Eso también debe recordarnos que, aunque a veces pensemos que estamos solos, siempre hay alguien ahí que nos da ese empujoncito para seguir.
La mirada de la sirena se iluminó por unos momentos. Todo iba encajando poco a poco. Y una risita se le escapó cuando, al final, el pelicastaño le preguntó por el vino. Se sonrojó levemente, pero algo divertida negó con la cabeza.
— Es el primer vino que pruebo, si te soy sincera. No he tenido oportunidad antes de hacerlo. — No era una mentira. Durante su época como esclava, ese tipo de cosas le estaban más que vetadas. Y, posteriormente, tampoco se le había dado por el vino como tal.
Sí alguna cerveza y algún que otro licor, pero nada tan costoso como un vino porque no se lo había podido permitir tampoco hasta ahora.
— Pero me gusta lo que propones. Un buen brindis cada vez que nos encontremos. — Era un aliciente para volver a reunirse si se daba la ocasión.
— A decir verdad, yo no me esperaba que mi llegada a Kilombo terminase de esta manera. — Habían pasado muchas cosas durante el camino, peor no se arrepentía de nada. Bueno, en realidad sí.
Se arrepentía de la persona que había dejado atrás, pero se había propuesto el volver a verle. Arreglar todos sus asuntos para ello. Mientras, disfrutaría de ese momento que estaba teniendo. Uno que ella también necesitaba para relajarse. Ahora podía bajar la guardia aunque fuese por unas horas y, simplemente, ser una más. La sirena saludó con una sonrisa a algunos de sus compañeros que todavía andaban por ahí bebiendo y armando jaleo, en el buen sentido, antes de negar brevemente con la cabeza.
— Pero me he encontrado con buena gente y eso es lo importante. También es bueno haberte encontrado a ti también. — Sus caminos volvían a cruzarse, tal y como habían dicho la última vez que se habían visto en aquella playa. — Y, sobre todo, ver que estás bien. ¿Has estado yendo a cenar a aquella playa, entonces?
Recordaba aquel momento. Y como aquella simple comida, tan sencilla y humilde, le había sabido a gloria. También el compartirla. Pero también las palabras reflexivas de Galhard hicieron que ella también se quedase pensando al respecto. Todo lo que había vivido hasta ahora, lo bueno y lo malo, todas las cosas que también había aprendido y, por supuesto, las diferentes personas que se había ido encontrando y conociendo. Unas mejor que otras, pero siempre intentaba quedarse con lo más bonito de ello. Lo importante era atesorar los buenos momentos y, con el resto... Bueno, no desecharlos, pero sí aprender de ellos para no cometer los mismos errores a futuro.
— Tienes razón. Al fin y al cabo, lo que nos impulsa siempre a dar un paso adelante no somos siempre nosotros mismos, sino también la gente que nos rodea o la que hemos conocido y ha sido importante en nuestras vidas. — Sonrió suavemente, bajando un instante la mirada hacia el liquido oscuro que todavía yacía en su copa, de manera reflexiva. — Eso también debe recordarnos que, aunque a veces pensemos que estamos solos, siempre hay alguien ahí que nos da ese empujoncito para seguir.
La mirada de la sirena se iluminó por unos momentos. Todo iba encajando poco a poco. Y una risita se le escapó cuando, al final, el pelicastaño le preguntó por el vino. Se sonrojó levemente, pero algo divertida negó con la cabeza.
— Es el primer vino que pruebo, si te soy sincera. No he tenido oportunidad antes de hacerlo. — No era una mentira. Durante su época como esclava, ese tipo de cosas le estaban más que vetadas. Y, posteriormente, tampoco se le había dado por el vino como tal.
Sí alguna cerveza y algún que otro licor, pero nada tan costoso como un vino porque no se lo había podido permitir tampoco hasta ahora.
— Pero me gusta lo que propones. Un buen brindis cada vez que nos encontremos. — Era un aliciente para volver a reunirse si se daba la ocasión.