Mayura Pavone
El Pavo Real del Oceano
31-10-2024, 05:37 PM
Mayura parpadea lentamente, evaluando la situación y sin perder la sonrisa. La noche y el tiempo limitado juegan a su favor, así que decide mantener la calma y usar su encanto para ganar un par de segundos cruciales. Se inclina hacia el novato, quien aún parece nervioso y fuera de lugar, y le susurra en un tono tranquilizador y casi conspiratorio.
— Tranquilo, buen hombre. Sé que solo están cumpliendo con su deber. Pero dígame, ¿alguna vez no le ha parecido injusto que tipos como yo, con intenciones tan inocentes, sean tratados como delincuentes? — Su tono es amistoso, casi divertido, mientras mantiene la mirada fija en los ojos temblorosos del novato. — Quizás podría mirar a otro lado, solo unos segundos, y dejarme pasear un poco más por aquí. A nadie le hace daño, ¿cierto? — Mientras dice esto, el elegante pirata desliza disimuladamente una moneda dorada en la palma del novato, una pequeña señal de buena voluntad. El brillo de la moneda y el tono relajado de Mayura parecen hacer vacilar al joven marine. Sin embargo, antes de que pueda responder o si quiera reaccionar, el Pavo Real del Océano cambia de táctica rápidamente al notar que el líder de los marines vocifera su nombre al continuar en su llamada.
Actuando con rapidez, en cuestión de solo instantes da un paso hacia atrás y se lleva una mano al pecho, simulando una tos repentina y aguda. Con la distracción buscaba permitirse acercarse lo suficiente para desenvainar una de sus espadas y causar un corte preciso entre los presentes, un corte que fuera directo a la cadena que servía como unión de las esposas, liberando al hombre. Con suerte se armaría un revuelto que le permitiese lanzarse en una carrera rápida hacia las sombras de los callejones cercanos, pero antes de escapar trataría de echarle un poco de leña al asunto a ver si prendía.
— ¡Libertad compañeros! — vociferó dramáticamente alzando la espada desenvainada, buscando golpear con fuerza utilizando la contraparte del filo a uno de los marines que el sujeto ensangrentado tenía al lado, para luego echarse a la fuga. Mientras corría, su mente trabajaba velozmente para recordar la geografía del lugar y encontrar la ruta de escape más segura, después de todo, había usado los callejones que conectaban a la zona del puerto para escapar de la taberna ese mismo día. Sabe que, si puede desaparecer entre los callejones antes de que el marine superior lo identifique, tendrá una oportunidad de perderlos en la noche, pero si le caían atrás y daban con él, el ocultarse entre rincones y sombras le permitiría atacar de manera estratégica a sus perseguidores que no hayan quedado en el revuelto (si es que este llega a armarse).
En caso de que se viera acorralado si quiera antes de poder partir del área y escabullirse, pues se defendería contra el primero que apareciese, desenvainaría sus tres espadas sin pensarlo mucho y se arremataría contra cualquier marine o presente que quiera buscar problemas o servir de obstáculo.
¿Qué si tuviera en común en cualquier escenario? Sencillo, una sonrisa para si mismo, disfrutando de la adrenalina que late en su pecho. Después de todo, la vida de un pirata siempre necesita un poco de caos. ¿Verdad?
— Tranquilo, buen hombre. Sé que solo están cumpliendo con su deber. Pero dígame, ¿alguna vez no le ha parecido injusto que tipos como yo, con intenciones tan inocentes, sean tratados como delincuentes? — Su tono es amistoso, casi divertido, mientras mantiene la mirada fija en los ojos temblorosos del novato. — Quizás podría mirar a otro lado, solo unos segundos, y dejarme pasear un poco más por aquí. A nadie le hace daño, ¿cierto? — Mientras dice esto, el elegante pirata desliza disimuladamente una moneda dorada en la palma del novato, una pequeña señal de buena voluntad. El brillo de la moneda y el tono relajado de Mayura parecen hacer vacilar al joven marine. Sin embargo, antes de que pueda responder o si quiera reaccionar, el Pavo Real del Océano cambia de táctica rápidamente al notar que el líder de los marines vocifera su nombre al continuar en su llamada.
Actuando con rapidez, en cuestión de solo instantes da un paso hacia atrás y se lleva una mano al pecho, simulando una tos repentina y aguda. Con la distracción buscaba permitirse acercarse lo suficiente para desenvainar una de sus espadas y causar un corte preciso entre los presentes, un corte que fuera directo a la cadena que servía como unión de las esposas, liberando al hombre. Con suerte se armaría un revuelto que le permitiese lanzarse en una carrera rápida hacia las sombras de los callejones cercanos, pero antes de escapar trataría de echarle un poco de leña al asunto a ver si prendía.
— ¡Libertad compañeros! — vociferó dramáticamente alzando la espada desenvainada, buscando golpear con fuerza utilizando la contraparte del filo a uno de los marines que el sujeto ensangrentado tenía al lado, para luego echarse a la fuga. Mientras corría, su mente trabajaba velozmente para recordar la geografía del lugar y encontrar la ruta de escape más segura, después de todo, había usado los callejones que conectaban a la zona del puerto para escapar de la taberna ese mismo día. Sabe que, si puede desaparecer entre los callejones antes de que el marine superior lo identifique, tendrá una oportunidad de perderlos en la noche, pero si le caían atrás y daban con él, el ocultarse entre rincones y sombras le permitiría atacar de manera estratégica a sus perseguidores que no hayan quedado en el revuelto (si es que este llega a armarse).
En caso de que se viera acorralado si quiera antes de poder partir del área y escabullirse, pues se defendería contra el primero que apareciese, desenvainaría sus tres espadas sin pensarlo mucho y se arremataría contra cualquier marine o presente que quiera buscar problemas o servir de obstáculo.
¿Qué si tuviera en común en cualquier escenario? Sencillo, una sonrisa para si mismo, disfrutando de la adrenalina que late en su pecho. Después de todo, la vida de un pirata siempre necesita un poco de caos. ¿Verdad?