Ray
Kuroi Ya
02-08-2024, 06:20 PM
Ray comenzó a correr hacia el chico del pelo verde con intención de ayudarle a salir de allí ileso. El tipo parecía haberse vuelto a quedar absorto por alguna razón, mirando la partida de atrapa la bandera que discurría a su alrededor. No obstante, los lanzadores de bolas no habían detenido su labor por la presencia en el campo de alguien que no estaba participando en el juego y los proyectiles seguían surcando el aire a gran velocidad desde ambos extremos del terreno.
Una de ellas impactó al espontáneo en la corva derecha, haciéndole perder el equilibrio. En ese mismo instante un recluta de enorme tamaño, casi un metro más alto que Ray, apareció ante él. Tenía el pelo negro muy corto y una larga perilla del mismo color, así como un cuerpo voluminoso y musculado que portaba un peto de color verde. Trató de interceptar a Ray, pensando seguramente que se dirigía hacia la bandera, buscando placarle y lanzarle al suelo.
El joven de pelo plateado dobló ambas rodillas y bajó su centro de gravedad buscando mejorar su velocidad de reacción y cambió bruscamente de sentido, saliendo rápidamente hacia su derecha. El intento del grandullón falló, no encontrando sino aire donde apenas un momento antes había estado Ray y cayendo estrepitosamente al suelo.
Aquella maniobra de evasión, aunque exitosa, le había situado peligrosamente cerca de otro miembro del equipo rival. Este, dándose cuenta enseguida de la presencia de Ray, trató de agarrarle el brazo. El joven logró zafarse de milagro, aunque no sin llevarse un arañazo puesto que las uñas de su oponente rozaron su antebrazo en su intento de interceptarle.
El marine siguió corriendo, aunque su destino había cambiado. Los dos cambios de sentido realizados para zafarse de sus rivales habían provocado que quedase mucho más cerca de la bandera, situada a apenas unos diez metros de su posición. Además parecía que su ayuda ya no era necesaria, pues el chico del pelo verde, sin rastro aparente de miedo a aquellas pelotas, había sacado su espada y la había utilizado para golpear una de ellas como si estuviera jugando un partido de baseball.
Ray, sorprendido, frenó sin querer si avance mientras observaba la trayectoria de la pelota y cómo está acababa finalmente impactando sobre la Capitana Montpellier, a quien había pillado por sorpresa.
Todos los presentes se giraron hacia ella, tratando de ver lo mejor posible si reacción a lo que acababa de acontecer. Sin embargo, tras unos momentos, Ray reanudó su carrera dispuesto a poner fin a aquel juego. La distracción provocada por el pelotazo que, sin querer, el peliverde había propinado a la Capitana hizo que pudiera recortar sin problema alguno la distancia que le separaba de la bandera.
Cuando apenas le faltaban cuatro metros para llegar a ella se dio cuenta de que otro jugador, vestido con un peto de color verde, había pensado lo mismo que él y había decidido aprovechar la distracción para alzarse con el triunfo. De hecho debía de haberlo decidido incluso antes, pues se encontraba más cerca que él de llegar a su objetivo.
Las trayectorias de ambos iban a cruzarse, con lo que su oponente, al ir más adelantado, podría sin duda cerrarle el camino y asegurar su victoria. No podía dejar que eso pasara. Sin tiempo para pensar, a Ray solo se le ocurrió una cosa. Saltó con ambas piernas, lanzándose en plancha hacia delante con todas las fuerzas que logró reunir y alargando su brazo izquierdo lo máximo posible. Cuando sintió sus dedos cerrándose en torno al asta de la bandera no pudo evitar sonreír, pletórico. Ni siquiera la caída que siguió al salto, aterrizando con la boca por delante y llenándosela de tierra, pudo opacar su alegría.
Una de ellas impactó al espontáneo en la corva derecha, haciéndole perder el equilibrio. En ese mismo instante un recluta de enorme tamaño, casi un metro más alto que Ray, apareció ante él. Tenía el pelo negro muy corto y una larga perilla del mismo color, así como un cuerpo voluminoso y musculado que portaba un peto de color verde. Trató de interceptar a Ray, pensando seguramente que se dirigía hacia la bandera, buscando placarle y lanzarle al suelo.
El joven de pelo plateado dobló ambas rodillas y bajó su centro de gravedad buscando mejorar su velocidad de reacción y cambió bruscamente de sentido, saliendo rápidamente hacia su derecha. El intento del grandullón falló, no encontrando sino aire donde apenas un momento antes había estado Ray y cayendo estrepitosamente al suelo.
Aquella maniobra de evasión, aunque exitosa, le había situado peligrosamente cerca de otro miembro del equipo rival. Este, dándose cuenta enseguida de la presencia de Ray, trató de agarrarle el brazo. El joven logró zafarse de milagro, aunque no sin llevarse un arañazo puesto que las uñas de su oponente rozaron su antebrazo en su intento de interceptarle.
El marine siguió corriendo, aunque su destino había cambiado. Los dos cambios de sentido realizados para zafarse de sus rivales habían provocado que quedase mucho más cerca de la bandera, situada a apenas unos diez metros de su posición. Además parecía que su ayuda ya no era necesaria, pues el chico del pelo verde, sin rastro aparente de miedo a aquellas pelotas, había sacado su espada y la había utilizado para golpear una de ellas como si estuviera jugando un partido de baseball.
Ray, sorprendido, frenó sin querer si avance mientras observaba la trayectoria de la pelota y cómo está acababa finalmente impactando sobre la Capitana Montpellier, a quien había pillado por sorpresa.
Todos los presentes se giraron hacia ella, tratando de ver lo mejor posible si reacción a lo que acababa de acontecer. Sin embargo, tras unos momentos, Ray reanudó su carrera dispuesto a poner fin a aquel juego. La distracción provocada por el pelotazo que, sin querer, el peliverde había propinado a la Capitana hizo que pudiera recortar sin problema alguno la distancia que le separaba de la bandera.
Cuando apenas le faltaban cuatro metros para llegar a ella se dio cuenta de que otro jugador, vestido con un peto de color verde, había pensado lo mismo que él y había decidido aprovechar la distracción para alzarse con el triunfo. De hecho debía de haberlo decidido incluso antes, pues se encontraba más cerca que él de llegar a su objetivo.
Las trayectorias de ambos iban a cruzarse, con lo que su oponente, al ir más adelantado, podría sin duda cerrarle el camino y asegurar su victoria. No podía dejar que eso pasara. Sin tiempo para pensar, a Ray solo se le ocurrió una cosa. Saltó con ambas piernas, lanzándose en plancha hacia delante con todas las fuerzas que logró reunir y alargando su brazo izquierdo lo máximo posible. Cuando sintió sus dedos cerrándose en torno al asta de la bandera no pudo evitar sonreír, pletórico. Ni siquiera la caída que siguió al salto, aterrizando con la boca por delante y llenándosela de tierra, pudo opacar su alegría.