Byron
Que me lo otorguen
31-10-2024, 11:15 PM
Lub dub, lub dub, lub dub, latía el corazón del capitán pirata, bombeando su cálida sangre a todos los rincones de su cuerpo. La proposición hecha a aquel mink había sido impulsiva, dejándose llevar como un crío por en este caso "las malas" influencias, en el mismo momento que aquellas despreocupadas palabras salieron por sus labios sin pensar en las consecuencias de estas, su corazón comenzó a agitarse con aquel taladrante sonido en su mente. Lub dub, lub dub, lub dud... El silencio se hizo, pero la tensión y las miradas se sentían pesadas en su frágil pecho, al acecho, como si los presentes hubiesen estado esperando aquel momento de relajación y guardia baja. El bello y angelical muchacho podía sentir cada mirada, cada segundo pasar, de forma lenta, cada segundo era una eternidad en su mente, la calma antes de la tempestad, cada vez se hacía más palpable, y su vulnerable situación más presente para aquellos que jugueteaban con las piezas del tablero en sus manos... Lub dub, lub dub, lub dub.
La voz desgastada de un hombre que había visto muchos como él con sus antiguos ojos, Sorvolo, rompió el silencio mientras terminada de colocar las fichas en su posesión, y colocaba de forma tranquila su apuesta en el centro de la mesa de gruesa madera. El muchacho tragó saliva, aún con el incesante e imperecedero sonido del retumbar de su corazón haciendo eco en sus tímpanos, escuchando con detenimiento las palabras de advertencia que le hacía el hombre canoso frente a él acompañando el sonido anterior, dándole una carga más pesada a cada sílaba que salía de su boca. El espadachín no fue capaz de contestar, por lo menos en ese mismo instante, aquel "inocente" comentario, se sentía como una hoja al cuello que amenazaba su propia garganta, sin darle oportunidad siquiera de mascullar una miserable palabra.
Con la boca reseca, y los pulmones afectados, debido al humo y la asfixiante situación, las tenues luces que iluminaban aquella pequeña sala secreta, se sentían cada vez más oscuras y apagadas. Un recordatorio del mismo destino, en aquel momento su mayor guía y aliado, no podía ofrecer su calidez, donde los rayos del sol no alumbraban los hilos que lo manejaban hacia el lugar que le correspondían se volvían más difusos, aquella escalera mental hacia el cielo, que solía encontrarse iluminada frente a sus ojos, ahora conducían a un abismo, con escalones irregulares y debilitados. Parecía ser un camino totalmente olvidado e intransitable, provenientes de un futuro lejano en el que al haber perdido el elegido para seguir esa senda, nunca se hubiesen quedado congelados, sin avanzar, quizás, lo único que le quedaba a aquel joven sin alas, era precipitarse a la muerte y morir en un acontecimiento similar que por suerte superó, pero que nunca debió superar.
Aquella extraña visión tras las figuras de aquellos individuos se esfumó, con la contestación del koala rosa a su anterior proposición, haciéndolo salir de los pensamientos en penumbras de su mente y devolviéndole a la realidad. Con la respiración exaltada, escuchó atentamente sus apuntes en la conversación, mientras de forma inconsciente miraba con recelo aquel maletín carmesí, el símbolo físico de la peliaguda situación en la que se encontraba, que hacía que su aliento se entrecortase. Después del alegato, Byron se levantó, apoyando sus brazos en tensión sobre la mesa, fijando su mirada en la tirada de dados que iba a ser desvelada, cogió aire, aguantó su alma en la boca, y sus ojos violáceos vieron un 3 y 1, dejando salir tímidamente el aire por sus fosas nasales, el camino de olvidado volvió a hacerse presente, esta vez, desmoronándose ante sus ojos.
Entonces, antes de poder hacer un gesto desesperado, antes de poder hacer totalmente visible hacia el resto la destrucción completa de su ego. El mink de pelaje rosa, al no haber ningún ganador, sugirió repetir la tirada ante la sudada frente preocupada del pirata. Y entonces, algo cambió, sentir la nada de aquel abismo y su ego engullido, hizo algo en su ser, apartó los brazos de la mesa, para con una de ellas despejar el sudor de su frente, y no pudo evitar reír, para después dirigirse hacia los presentes con una voz quebrada, pero sincera, dejando atrás aquella fachada despreocupada y altanera que estaba mostrando hasta ahora.
- Hie... Hie... Hie... ¡HIE HIE HIE! Siendo sincero, compañeros de mesa... Ante ustedes tenéis a un hipócrita... Paso la mayoría del tiempo creyéndome buena persona, pero realmente sé que no es una definición correcta para mí.- Dijo mirando al techo evitando el contacto directo con aquellas personas. - Escondo mi ego tras una máscara, solo mostrándolo tras una personalidad dicharachera para que la gente con la que interactúo no sea capaz de descifrar si realmente me creo todas las afirmaciones que hago sobre mi persona...- Hizo un leve silencio ante la mirada afilada de los presentes. - Siento esta verborrea, pero tengo que sacarlo, sentirme tan contra las cuerdas casi me da un ataque de pánico, pero me habéis hecho darme cuenta de algo, aunque algo así me haya hecho dudar y ni yo mismo llegue a creer por completo lo que mi boca suelta... Es cierto, todo lo que el destino aguarda para mí es cierto... ¿Cómo si no iba a estar aquí por un simple golpe contra mi suerte? ¿Un acto perjudicial para mí me ha llevado a transitar los rincones que más ansiaba investigar? Demasiado conveniente, todo orquestado, la casualidad no existe...- Dijo esta vez mirándolos fijamente, llegando a manifestar su haki con una pequeña aura violeta, no de forma intimidante para el resto, solo como algo que ni él mismo podía evitar al entrar en comunión con sus convicciones. - Señora de la guerra del mar... Durante mucho tiempo he desconocido que podía significar ese título, gracias a mis camaradas ahora sé que significa... Y estoy seguro de que en un futuro seremos aliados, después de todo eres de los míos, solo con prestar atención a tu presencia, me doy cuenta de que el vaquero no se equivoca con sus palabras hie, hie, hie... Espero que en el momento que sea tan formidable como tú, podamos trabajar juntos...- Dio un fuerte suspiro, relajándose poco a poco, su corazón poco a poco bombeaba de forma más ordenada. - Komula, aunque me halle con la victoria, me encargaré de ese individuo en cuanto tenga la oportunidad, será una forma de ganarme vuestro respeto, un ciudadano de Jaya no puede afirmar tener sus manos limpias, sé que puedo hacerme cargo... Ahora que soy más consciente de este mundo, no puedo volver como si nada, sería una tortura para mí perderme este tipo de reuniones ahora que las conozco... Espero que nos llevemos bien... Como forma de firmar este contrato, y de jurarme a mi mismo no volver a dudar... Ya que todos habéis dicho par, apostaré en contra... Impar.- Su haki desapareció, y la calma volvió a reinar en su alma.
La voz desgastada de un hombre que había visto muchos como él con sus antiguos ojos, Sorvolo, rompió el silencio mientras terminada de colocar las fichas en su posesión, y colocaba de forma tranquila su apuesta en el centro de la mesa de gruesa madera. El muchacho tragó saliva, aún con el incesante e imperecedero sonido del retumbar de su corazón haciendo eco en sus tímpanos, escuchando con detenimiento las palabras de advertencia que le hacía el hombre canoso frente a él acompañando el sonido anterior, dándole una carga más pesada a cada sílaba que salía de su boca. El espadachín no fue capaz de contestar, por lo menos en ese mismo instante, aquel "inocente" comentario, se sentía como una hoja al cuello que amenazaba su propia garganta, sin darle oportunidad siquiera de mascullar una miserable palabra.
Con la boca reseca, y los pulmones afectados, debido al humo y la asfixiante situación, las tenues luces que iluminaban aquella pequeña sala secreta, se sentían cada vez más oscuras y apagadas. Un recordatorio del mismo destino, en aquel momento su mayor guía y aliado, no podía ofrecer su calidez, donde los rayos del sol no alumbraban los hilos que lo manejaban hacia el lugar que le correspondían se volvían más difusos, aquella escalera mental hacia el cielo, que solía encontrarse iluminada frente a sus ojos, ahora conducían a un abismo, con escalones irregulares y debilitados. Parecía ser un camino totalmente olvidado e intransitable, provenientes de un futuro lejano en el que al haber perdido el elegido para seguir esa senda, nunca se hubiesen quedado congelados, sin avanzar, quizás, lo único que le quedaba a aquel joven sin alas, era precipitarse a la muerte y morir en un acontecimiento similar que por suerte superó, pero que nunca debió superar.
Aquella extraña visión tras las figuras de aquellos individuos se esfumó, con la contestación del koala rosa a su anterior proposición, haciéndolo salir de los pensamientos en penumbras de su mente y devolviéndole a la realidad. Con la respiración exaltada, escuchó atentamente sus apuntes en la conversación, mientras de forma inconsciente miraba con recelo aquel maletín carmesí, el símbolo físico de la peliaguda situación en la que se encontraba, que hacía que su aliento se entrecortase. Después del alegato, Byron se levantó, apoyando sus brazos en tensión sobre la mesa, fijando su mirada en la tirada de dados que iba a ser desvelada, cogió aire, aguantó su alma en la boca, y sus ojos violáceos vieron un 3 y 1, dejando salir tímidamente el aire por sus fosas nasales, el camino de olvidado volvió a hacerse presente, esta vez, desmoronándose ante sus ojos.
Entonces, antes de poder hacer un gesto desesperado, antes de poder hacer totalmente visible hacia el resto la destrucción completa de su ego. El mink de pelaje rosa, al no haber ningún ganador, sugirió repetir la tirada ante la sudada frente preocupada del pirata. Y entonces, algo cambió, sentir la nada de aquel abismo y su ego engullido, hizo algo en su ser, apartó los brazos de la mesa, para con una de ellas despejar el sudor de su frente, y no pudo evitar reír, para después dirigirse hacia los presentes con una voz quebrada, pero sincera, dejando atrás aquella fachada despreocupada y altanera que estaba mostrando hasta ahora.
- Hie... Hie... Hie... ¡HIE HIE HIE! Siendo sincero, compañeros de mesa... Ante ustedes tenéis a un hipócrita... Paso la mayoría del tiempo creyéndome buena persona, pero realmente sé que no es una definición correcta para mí.- Dijo mirando al techo evitando el contacto directo con aquellas personas. - Escondo mi ego tras una máscara, solo mostrándolo tras una personalidad dicharachera para que la gente con la que interactúo no sea capaz de descifrar si realmente me creo todas las afirmaciones que hago sobre mi persona...- Hizo un leve silencio ante la mirada afilada de los presentes. - Siento esta verborrea, pero tengo que sacarlo, sentirme tan contra las cuerdas casi me da un ataque de pánico, pero me habéis hecho darme cuenta de algo, aunque algo así me haya hecho dudar y ni yo mismo llegue a creer por completo lo que mi boca suelta... Es cierto, todo lo que el destino aguarda para mí es cierto... ¿Cómo si no iba a estar aquí por un simple golpe contra mi suerte? ¿Un acto perjudicial para mí me ha llevado a transitar los rincones que más ansiaba investigar? Demasiado conveniente, todo orquestado, la casualidad no existe...- Dijo esta vez mirándolos fijamente, llegando a manifestar su haki con una pequeña aura violeta, no de forma intimidante para el resto, solo como algo que ni él mismo podía evitar al entrar en comunión con sus convicciones. - Señora de la guerra del mar... Durante mucho tiempo he desconocido que podía significar ese título, gracias a mis camaradas ahora sé que significa... Y estoy seguro de que en un futuro seremos aliados, después de todo eres de los míos, solo con prestar atención a tu presencia, me doy cuenta de que el vaquero no se equivoca con sus palabras hie, hie, hie... Espero que en el momento que sea tan formidable como tú, podamos trabajar juntos...- Dio un fuerte suspiro, relajándose poco a poco, su corazón poco a poco bombeaba de forma más ordenada. - Komula, aunque me halle con la victoria, me encargaré de ese individuo en cuanto tenga la oportunidad, será una forma de ganarme vuestro respeto, un ciudadano de Jaya no puede afirmar tener sus manos limpias, sé que puedo hacerme cargo... Ahora que soy más consciente de este mundo, no puedo volver como si nada, sería una tortura para mí perderme este tipo de reuniones ahora que las conozco... Espero que nos llevemos bien... Como forma de firmar este contrato, y de jurarme a mi mismo no volver a dudar... Ya que todos habéis dicho par, apostaré en contra... Impar.- Su haki desapareció, y la calma volvió a reinar en su alma.