Galhard
Gal
31-10-2024, 11:43 PM
Galhard respiró hondo mientras depositaba con cuidado los cuerpos de los marines caídos. El peso de la pérdida lo hacía sentir como si también él hubiese caído en aquella batalla. La emoción le apretaba el pecho, y una profunda tristeza se reflejaba en su mirada. Se mantuvo de pie junto a los cuerpos por unos momentos, con la cabeza inclinada en silencio. Sin embargo, en medio de esa quietud, una verdad conocida pero nunca tan cercana comenzó a cobrar fuerza en su mente: la muerte no era una visitante inesperada para los marines. Era una compañera de viaje, silenciosa pero constante, que se hacía presente cuando menos lo esperaban.
Aquel pensamiento no era nuevo. Lo había escuchado de labios de oficiales veteranos e incluso de marineros de menor rango. Pero ahora, después de ver cómo esos hombres habían sido arrancados de su lado, aquella idea cobraba un sentido más profundo y real. Comprendió que no era sólo en las batallas donde la muerte les acechaba; estaba ahí, siempre, en cada misión y en cada travesía. Podían caminar de la mano de sus compañeros, compartir risas y camaradería, pero la muerte siempre estaba cerca, lista para tomar a uno de ellos en cualquier momento.
“Esta es la vida que elegimos” se dijo a sí mismo en silencio, sus manos aún en la madera desgastada del suelo, junto a los cuerpos inmóviles. "Y aunque duela, aunque nos deje marcas… esta es nuestra misión."
Sintió una calma inesperada florecer dentro de él. Era un extraño consuelo el aceptar que, en última instancia, no podía cambiar el destino de sus camaradas ni desviar el curso de sus propias acciones. La vida de un marine implicaba, inevitablemente, entregarse a la justicia y a la defensa de otros, aunque a veces la recompensa fuera solo el silencio y las pérdidas.
Miró a sus compañeros que aún estaban en pie, la medusa Nagaki, Anko, Masao y el sabio Lovecraft, cada uno en su papel, cada uno con sus propios pensamientos y sentimientos tras la batalla. Entendió que todos ellos compartían, de alguna forma, ese lazo con la muerte, y que mientras estuvieran juntos, protegerían las vidas de otros, aún sabiendo que, tarde o temprano, podría ser el turno de cualquiera de ellos.
El buque de la Marina estaba ya cerca, y Galhard se levantó lentamente, sintiendo que había hecho las paces consigo mismo y con aquella sombra que seguiría a cada marine en su trayecto. La muerte no era una señal de fracaso; era la prueba de que habían cumplido con su deber, y en ese deber se encontraba también la fuerza para seguir adelante. Se preparó para recibir a la ayuda que finalmente llegaba, decidido a llevar con él la memoria de aquellos que habían caído, como un recordatorio de lo que significaba ser un verdadero marine.
Aquel pensamiento no era nuevo. Lo había escuchado de labios de oficiales veteranos e incluso de marineros de menor rango. Pero ahora, después de ver cómo esos hombres habían sido arrancados de su lado, aquella idea cobraba un sentido más profundo y real. Comprendió que no era sólo en las batallas donde la muerte les acechaba; estaba ahí, siempre, en cada misión y en cada travesía. Podían caminar de la mano de sus compañeros, compartir risas y camaradería, pero la muerte siempre estaba cerca, lista para tomar a uno de ellos en cualquier momento.
“Esta es la vida que elegimos” se dijo a sí mismo en silencio, sus manos aún en la madera desgastada del suelo, junto a los cuerpos inmóviles. "Y aunque duela, aunque nos deje marcas… esta es nuestra misión."
Sintió una calma inesperada florecer dentro de él. Era un extraño consuelo el aceptar que, en última instancia, no podía cambiar el destino de sus camaradas ni desviar el curso de sus propias acciones. La vida de un marine implicaba, inevitablemente, entregarse a la justicia y a la defensa de otros, aunque a veces la recompensa fuera solo el silencio y las pérdidas.
Miró a sus compañeros que aún estaban en pie, la medusa Nagaki, Anko, Masao y el sabio Lovecraft, cada uno en su papel, cada uno con sus propios pensamientos y sentimientos tras la batalla. Entendió que todos ellos compartían, de alguna forma, ese lazo con la muerte, y que mientras estuvieran juntos, protegerían las vidas de otros, aún sabiendo que, tarde o temprano, podría ser el turno de cualquiera de ellos.
El buque de la Marina estaba ya cerca, y Galhard se levantó lentamente, sintiendo que había hecho las paces consigo mismo y con aquella sombra que seguiría a cada marine en su trayecto. La muerte no era una señal de fracaso; era la prueba de que habían cumplido con su deber, y en ese deber se encontraba también la fuerza para seguir adelante. Se preparó para recibir a la ayuda que finalmente llegaba, decidido a llevar con él la memoria de aquellos que habían caído, como un recordatorio de lo que significaba ser un verdadero marine.