Silver
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01-11-2024, 05:59 AM
El callejón permanecía en silencio, y Marvolath, oculto entre las sombras de una azotea cercana, podía observar sin ser visto. Desde su posición, mantuvo la vista fija en la carreta y en el conductor, quien, aún desconcertado y dolorido, parecía intentar asimilar la situación. El hombre se frotaba la cabeza, y tras un rato de indecisión, se mantuvo quieto, resignado a esperar algún rescate o ayuda.
Aprovechando el momento de calma, Marvolath sacó el sobre sellado que había recuperado de las pertenencias del conductor. Al abrirlo, encontró unos documentos escritos en un lenguaje técnico y preciso, con órdenes específicas sobre la recolección y entrega de "contenedores de desecho" en diversos puntos de la zona Este y sus alrededores. Las fechas de entrega eran irregulares, pero en todos los documentos se especificaba que cada cargamento debía terminar en una ubicación diferente a la anterior. Sin embargo, algo más llamó su atención: varias rutas terminaban en el mismo lugar, una vieja edificación abandonada en las afueras de la ciudad.
El contenido de uno de los documentos parecía señalar este lugar como un "entro de procesamiento y descarga". Aunque, por lo que sabía, Oykot no tenía una infraestructura de este tipo en funcionamiento. Por lo que podría asumible que alguien había reutilizado el lugar para esconder o quizás redirigir los desechos. Un sitio que, en efecto, estaría en desuso y lo suficientemente apartado de las miradas curiosas.
Mientras leía los documentos, un nuevo sonido en la calle llamó su atención. Dos figuras emergieron de la penumbra, sus voces eran apenas un murmullo mientras se acercaban a la carreta. Parecían estar inspeccionándola con cautela, sus movimientos eran precisos y calculados, demasiado profesionales para ser simples ladrones. Uno de ellos se inclinó hacia el conductor, interrogándolo en un tono bajo pero amenazante.
—¿Qué ha pasado aquí? ¿Dónde está la mercancía? —la voz del hombre era firme, y el conductor, aún nervioso, empezó a balbucear la historia que Marvolath le había indicado.
Los recién llegados parecieron evaluar la situación por un momento, intercambiando miradas tensas. Entonces, uno de ellos dijo algo que captó la atención de Marvolath:
—No podemos perder más tiempo. El patrón quiere el cargamento en el complejo. Nos encargaremos allí.
Las palabras confirmarían las sospechas del médico. Ese lugar abandonado podría ser la clave de todo. Y si querían mover la carga hacia allí de inmediato, eso significaba que el lugar estaba activo, y probablemente vigilado. La oportunidad de interceptar el próximo paso de la operación se presentaba ante él, pero no sin riesgo.
Con un último vistazo a los hombres y al conductor, que ahora parecían preparar la carreta para su partida, Marvolath podía optar por seguirlos en su ruta hacia el complejo industrial. O bien, con la información en sus manos, podía trazar un plan de acción para infiltrarse en el sitio sin llamar la atención.
Aprovechando el momento de calma, Marvolath sacó el sobre sellado que había recuperado de las pertenencias del conductor. Al abrirlo, encontró unos documentos escritos en un lenguaje técnico y preciso, con órdenes específicas sobre la recolección y entrega de "contenedores de desecho" en diversos puntos de la zona Este y sus alrededores. Las fechas de entrega eran irregulares, pero en todos los documentos se especificaba que cada cargamento debía terminar en una ubicación diferente a la anterior. Sin embargo, algo más llamó su atención: varias rutas terminaban en el mismo lugar, una vieja edificación abandonada en las afueras de la ciudad.
El contenido de uno de los documentos parecía señalar este lugar como un "entro de procesamiento y descarga". Aunque, por lo que sabía, Oykot no tenía una infraestructura de este tipo en funcionamiento. Por lo que podría asumible que alguien había reutilizado el lugar para esconder o quizás redirigir los desechos. Un sitio que, en efecto, estaría en desuso y lo suficientemente apartado de las miradas curiosas.
Mientras leía los documentos, un nuevo sonido en la calle llamó su atención. Dos figuras emergieron de la penumbra, sus voces eran apenas un murmullo mientras se acercaban a la carreta. Parecían estar inspeccionándola con cautela, sus movimientos eran precisos y calculados, demasiado profesionales para ser simples ladrones. Uno de ellos se inclinó hacia el conductor, interrogándolo en un tono bajo pero amenazante.
—¿Qué ha pasado aquí? ¿Dónde está la mercancía? —la voz del hombre era firme, y el conductor, aún nervioso, empezó a balbucear la historia que Marvolath le había indicado.
Los recién llegados parecieron evaluar la situación por un momento, intercambiando miradas tensas. Entonces, uno de ellos dijo algo que captó la atención de Marvolath:
—No podemos perder más tiempo. El patrón quiere el cargamento en el complejo. Nos encargaremos allí.
Las palabras confirmarían las sospechas del médico. Ese lugar abandonado podría ser la clave de todo. Y si querían mover la carga hacia allí de inmediato, eso significaba que el lugar estaba activo, y probablemente vigilado. La oportunidad de interceptar el próximo paso de la operación se presentaba ante él, pero no sin riesgo.
Con un último vistazo a los hombres y al conductor, que ahora parecían preparar la carreta para su partida, Marvolath podía optar por seguirlos en su ruta hacia el complejo industrial. O bien, con la información en sus manos, podía trazar un plan de acción para infiltrarse en el sitio sin llamar la atención.