Alistair
Mochuelo
01-11-2024, 08:31 AM
Las advertencias llegaban una tras otra, cual cartel colocado de manera insistente en un campo para que no pisases la hierba bien cuidada del lugar. Aun así, el hombre no parecía cargar ninguna mala intención consigo, o por lo mínimo, era lo suficientemente convincente como para hacer pensar a Alistair de que así era. Parecía un veterano del lugar, alguien cuyo experimentado par de ojos habían visto un millar de cosas pasar, y cuyos oídos habían escuchado tantas cosas que las mas antiguas empezaban a desvanecerse entre las cavernosas esquinas mas recónditas de una mente traicionera. Esperaba que no fuese el caso para lo que el revolucionario buscaba con insistencia, o podría acabar en graves problemas siguiendo indicaciones equivocadas.
Dentro de las palabras del hombre, la primera indicación totalmente clara se asomó. La mirada del Lunarian se dirigió a la dirección en la que el hombre apuntó, visualizando con dificultad una sombra que poco a poco ganó nitidez hasta presentarse a sí misma como una estructura natural de notable tamaño; para ese punto, tan solo una silueta era visible, por lo que cualquier otro detalle relevante estaba completamente excluido de su sentido visual. Si quería algo más que eso y la neblina no decidía ceder pronto, su única apuesta segura era acercarse hasta el sitio, a un punto en que la densa concentración de humedad no fuese un obstáculo.
— Parece un lugar descrito en una leyenda. — Comentó en tono ligero, amable e incluso bromista. No es que no se lo tomara en serio -muy por el contrario-, y la ausencia total de una carcajada se encargaría de demostrárselo al hombre. Tan solo era un polluelo de corazón ligero que prefería no pensarlo más de lo necesario: Quería saber qué de allí le otorgaba esa reputación a ese mítico lugar, y la única forma en que lo haría es avanzando hasta el sitio en persona. Si esto se trataba de valentía o de ignorancia disfrazada como tal virtud, solo la historia podría dictarlo con seguridad irrefutable. — Todo lo anterior quiere decir que, lo que sea que mencionen los rumores, lo encontraré al pie de esa montaña, ¿verdad? — ¿Lo único de lo que tenía certeza absoluta? Que quería llegar al fondo del misterio.
Pero las palabras del hombre no finalizaban en lo que Alistair quería saber. Había más. Advertencias de criaturas de naturaleza única, extrañas al punto de atrapar a los más experimentados con la guardia baja, pero parecía especialmente empecinado con una en concreto: Una bestia bicéfala que se había ganado su propio sobrenombre, "La Devoradora", por la naturaleza temible que ya había demostrado. Al menos eso era lo que absorbía en cada palabra, intentando dar sentido a todo lo que escuchaba. Conocía la reputación de la isla, y sobre todo de la fauna salvaje que la habitaba, pero su ignorancia generalizada del mundo hacía que los detalles mas pequeños y específicos se le escaparan entre los dedos como agua. Fuera lo que fuera "La Devoradora", tendría que andar con la guardia alta y ojos en la nuca.
Resolución y emoción invadieron su mirada y la iluminaron ante el prospecto de una aventura de tal calibre frente a él. Una aventura que podía representar un peligro mayor de lo pensado, pero ninguna piedra afilada podía mantenerse en ese estado sin un oleaje que chocara constantemente en su contra, poniéndola a prueba.
Un último nugget de sabiduría, un consejo de parte del hombre, fue el último requisito necesario para empezar con su aventura. Cobraba bastante sentido consultar a un guía en un lugar como Momobami, en especial cuando la niebla entorpecía los sentidos de sus visitantes. Si no tenía cuidado e iba sin las recomendaciones de alguien con veteranía, acabaría caminando en círculos una y otra vez hasta que su resistencia le fallara, sus piernas se rindieran y sus alas fuesen incapaces de cargarlo por los cielos. Posiblemente el fallo -si es que no la muerte- mas tonto de cualquiera de los foráneos en la isla.
Su mirada recayó en la taberna que había observado momentos atrás, ahora otorgándole mayor importancia. — Entiendo. ¡Muchas gracias, buen hombre! Lo tendré especialmente en cuenta, y haré todo lo que pueda porque esta no sea mi última aventura. — Rió suave, a punto de marcharse. Pero se detuvo en su primer paso, dirigiéndose nuevamente al desconocido. — Oh, y si alguna vez puedo pagarte este favor y tienes forma de hacérmelo saber, no dudes en pedírmelo. Haré lo que esté en mis manos para regresarte esta mano amiga. — Dedicó una sonrisa y, ahora si, se marchó en dirección a la taberna.
Se colocó frente a la puerta de madera colgante y la apartó para entrar en el sitio, intentando evitar causar mucho revuelo por difícil que pudiera resultar para un ser alado de gran envergadura. Su prioridad: Encontrar a quien cargara consigo la apariencia de un aventurero con experiencia, e intentar entablar conversación con esa persona para obtener la información que el hombre de afuera le aconsejó, con dinero de por medio si era necesario.
Dentro de las palabras del hombre, la primera indicación totalmente clara se asomó. La mirada del Lunarian se dirigió a la dirección en la que el hombre apuntó, visualizando con dificultad una sombra que poco a poco ganó nitidez hasta presentarse a sí misma como una estructura natural de notable tamaño; para ese punto, tan solo una silueta era visible, por lo que cualquier otro detalle relevante estaba completamente excluido de su sentido visual. Si quería algo más que eso y la neblina no decidía ceder pronto, su única apuesta segura era acercarse hasta el sitio, a un punto en que la densa concentración de humedad no fuese un obstáculo.
— Parece un lugar descrito en una leyenda. — Comentó en tono ligero, amable e incluso bromista. No es que no se lo tomara en serio -muy por el contrario-, y la ausencia total de una carcajada se encargaría de demostrárselo al hombre. Tan solo era un polluelo de corazón ligero que prefería no pensarlo más de lo necesario: Quería saber qué de allí le otorgaba esa reputación a ese mítico lugar, y la única forma en que lo haría es avanzando hasta el sitio en persona. Si esto se trataba de valentía o de ignorancia disfrazada como tal virtud, solo la historia podría dictarlo con seguridad irrefutable. — Todo lo anterior quiere decir que, lo que sea que mencionen los rumores, lo encontraré al pie de esa montaña, ¿verdad? — ¿Lo único de lo que tenía certeza absoluta? Que quería llegar al fondo del misterio.
Pero las palabras del hombre no finalizaban en lo que Alistair quería saber. Había más. Advertencias de criaturas de naturaleza única, extrañas al punto de atrapar a los más experimentados con la guardia baja, pero parecía especialmente empecinado con una en concreto: Una bestia bicéfala que se había ganado su propio sobrenombre, "La Devoradora", por la naturaleza temible que ya había demostrado. Al menos eso era lo que absorbía en cada palabra, intentando dar sentido a todo lo que escuchaba. Conocía la reputación de la isla, y sobre todo de la fauna salvaje que la habitaba, pero su ignorancia generalizada del mundo hacía que los detalles mas pequeños y específicos se le escaparan entre los dedos como agua. Fuera lo que fuera "La Devoradora", tendría que andar con la guardia alta y ojos en la nuca.
Resolución y emoción invadieron su mirada y la iluminaron ante el prospecto de una aventura de tal calibre frente a él. Una aventura que podía representar un peligro mayor de lo pensado, pero ninguna piedra afilada podía mantenerse en ese estado sin un oleaje que chocara constantemente en su contra, poniéndola a prueba.
Un último nugget de sabiduría, un consejo de parte del hombre, fue el último requisito necesario para empezar con su aventura. Cobraba bastante sentido consultar a un guía en un lugar como Momobami, en especial cuando la niebla entorpecía los sentidos de sus visitantes. Si no tenía cuidado e iba sin las recomendaciones de alguien con veteranía, acabaría caminando en círculos una y otra vez hasta que su resistencia le fallara, sus piernas se rindieran y sus alas fuesen incapaces de cargarlo por los cielos. Posiblemente el fallo -si es que no la muerte- mas tonto de cualquiera de los foráneos en la isla.
Su mirada recayó en la taberna que había observado momentos atrás, ahora otorgándole mayor importancia. — Entiendo. ¡Muchas gracias, buen hombre! Lo tendré especialmente en cuenta, y haré todo lo que pueda porque esta no sea mi última aventura. — Rió suave, a punto de marcharse. Pero se detuvo en su primer paso, dirigiéndose nuevamente al desconocido. — Oh, y si alguna vez puedo pagarte este favor y tienes forma de hacérmelo saber, no dudes en pedírmelo. Haré lo que esté en mis manos para regresarte esta mano amiga. — Dedicó una sonrisa y, ahora si, se marchó en dirección a la taberna.
Se colocó frente a la puerta de madera colgante y la apartó para entrar en el sitio, intentando evitar causar mucho revuelo por difícil que pudiera resultar para un ser alado de gran envergadura. Su prioridad: Encontrar a quien cargara consigo la apariencia de un aventurero con experiencia, e intentar entablar conversación con esa persona para obtener la información que el hombre de afuera le aconsejó, con dinero de por medio si era necesario.