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Ray
Kuroi Ya
01-11-2024, 03:10 PM
El anciano te mira con amabilidad y sonríe para poco después mudar su expresión facial a una considerablemente más sería mientras te dice:
- La subida siempre entraña peligros. Hay bestias salvajes en la montaña capaces de acabar con la vida de un hombre con facilidad. Y en un día como hoy las inclemencias del tiempo añaden una dificultad más a esto.
El hombre se calla durante un momento en el que parece analizarte detenidamente con la mirada para, poco después, hacerte una última advertencia.
- Si decides aventurarte hacia la montaña, ten mucho cuidado. No resultará nada sencillo avanzar entre la niebla.
Tu interlocutor se despide de ti con amabilidad y te desea suerte en tu empeño. Tras esto comienzas a caminar hacia la salvaje naturaleza, abandonando la villa en solitario sin miedo a lo que pueda aguardarte tras la densa niebla.
Te adentras en la niebla, avanzando lentamente ya que la vista no sirve de nada a más de cinco metros de distancia de tan densa como es. Además es terriblemente húmeda, calando hasta los huesos en escasos minutos y haciendo que la sensación térmica sea notablemente inferior a la temperatura real, que tampoco es que sea demasiado elevada de por sí.
Cuando llevas en torno a un par de horas caminando en linea recta, ascendiendo lenta pero progresivamente y siguiendo el estrecho sendero entre los árboles, escuchas un rugido. No sabes de qué se trata, pero parece claro que hay algo cerca de tu posición, alguna clase de animal salvaje.
De repente tres extraños apéndices de color blanco, largos y parecidos a colas de alguna clase de animal, surgen de entre la niebla a tu espalda y tratan de agarrarte el brazo derecho. El hecho de que tengan un tono muy similar al de la niebla que te rodea hace que resulte muy difícil verlos.
- La subida siempre entraña peligros. Hay bestias salvajes en la montaña capaces de acabar con la vida de un hombre con facilidad. Y en un día como hoy las inclemencias del tiempo añaden una dificultad más a esto.
El hombre se calla durante un momento en el que parece analizarte detenidamente con la mirada para, poco después, hacerte una última advertencia.
- Si decides aventurarte hacia la montaña, ten mucho cuidado. No resultará nada sencillo avanzar entre la niebla.
Tu interlocutor se despide de ti con amabilidad y te desea suerte en tu empeño. Tras esto comienzas a caminar hacia la salvaje naturaleza, abandonando la villa en solitario sin miedo a lo que pueda aguardarte tras la densa niebla.
Te adentras en la niebla, avanzando lentamente ya que la vista no sirve de nada a más de cinco metros de distancia de tan densa como es. Además es terriblemente húmeda, calando hasta los huesos en escasos minutos y haciendo que la sensación térmica sea notablemente inferior a la temperatura real, que tampoco es que sea demasiado elevada de por sí.
Cuando llevas en torno a un par de horas caminando en linea recta, ascendiendo lenta pero progresivamente y siguiendo el estrecho sendero entre los árboles, escuchas un rugido. No sabes de qué se trata, pero parece claro que hay algo cerca de tu posición, alguna clase de animal salvaje.
De repente tres extraños apéndices de color blanco, largos y parecidos a colas de alguna clase de animal, surgen de entre la niebla a tu espalda y tratan de agarrarte el brazo derecho. El hecho de que tengan un tono muy similar al de la niebla que te rodea hace que resulte muy difícil verlos.