Takahiro
La saeta verde
01-11-2024, 03:59 PM
Antes de tan siquiera abrir los ojos, Takahiro tembló durante un breve instante, en el que su escaso bello corporal se erizó. La húmeda y fría brisa nocturna embistió sin piedad al habitante de Nanohana, que estaba más acostumbrado a los climas cálidos que los fríos, calándose hasta los huesos y haciéndole sentir bastante incómodo. ¿En qué momento había entrado el invierno? Era una pregunta que azotó su cabeza durante un breve instante. Estaban en verano y que hiciera esa temperatura tan baja era algo con lo que no había contado. Sin embargo, tendría que aguantarse y apechugar con ello, ya que sus ropajes no estaban preparados para el frío.
—Puedo algo más de medio centenar de seres vivos en un radio de apenas ochocientos metros si los cálculos no me fallan —dijo Takahiro, tratando de mirar a todos sus compañeros al mismo tiempo—. Lo más curioso de todo es que detecto que hay indicios de presencias que se encuentran bajo nuestros pies en la sección más oriental de la isla desde este punto —aclaró—. Y eso no termina de gustar del todo.
A Takahiro le desagradaba la idea de tener que meterse en un lugar subterráneo, pero si la misión le mandaba por aquel camino no podía echarse atrás. No es que tuviera claustrofobia o le diera miedo los sitios cerrados, sino que no le gustaba adentrarse en un posible laberinto creado por la misma naturaleza. Había escuchado infinidad de historias de aventureros que se perdían entre los larguísimos caminos de cuevas dentro de montañas, personas a las que no se les volvía a ver. Entretanto, siguiendo la buena idea que había tenido el héroes de las profundidades, también conocido como Octojin, Takahiro decidió probar el den den musho para asegurarse de que funcionara. Al mismo tiempo, les enseñó a sus compañeros sus nuevas dos adquisiciones: un den den mushi capaz de interceptar conversaciones y otro que servía de sistema de vigilancia.
—Me he agenciado esto —les dijo, enseñándoles cada uno—. Si nos acercamos a algún punto que haya personas, podríamos usarlo para tratar de interceptar cualquier tipo de conversación que tengan entre ellos o Ray podría lanzar el de vigilancia en cualquier punto que queramos tener controlado sin que le vean.
Después de un rato caminando, el grupo volvió a encontrarse —en algún punto, ya sea por den den msuhi o frente a frente, Ray y Takahiro llegarían a la misma conclusión sobre la cantidad de personas que hay en la isla—, pero encontraron un pequeño inconveniente: el camino se trifurcaba. Tres senderos distintos que iban a llevarlos a lugares completamente opuestos.
—La unión hace la fuerza —comentó Takahiro ante la idea de separarse—. Pero creo que vamos sobrados, así que por mí no hay problema —dijo, para luego escuchar a la Oni—. En ese caso yo voy con Octo. En caso de enfrentamiento directo creo que podemos compensarnos bien, y nunca se sabe si tendremos que tratar hundir otro barco —bromeó, sonriéndole al gyojin y colocándose mirándose al sendero de la izquierda.
Una vez todos estuvieron de acuerdo, el peliverde emprendería el camino junto a su amigo Octojin. No sabía que iba a encontrarse de frente, más continuaría con su poder de la observación activado por lo que pudiera ocurrir.
—Puedo algo más de medio centenar de seres vivos en un radio de apenas ochocientos metros si los cálculos no me fallan —dijo Takahiro, tratando de mirar a todos sus compañeros al mismo tiempo—. Lo más curioso de todo es que detecto que hay indicios de presencias que se encuentran bajo nuestros pies en la sección más oriental de la isla desde este punto —aclaró—. Y eso no termina de gustar del todo.
A Takahiro le desagradaba la idea de tener que meterse en un lugar subterráneo, pero si la misión le mandaba por aquel camino no podía echarse atrás. No es que tuviera claustrofobia o le diera miedo los sitios cerrados, sino que no le gustaba adentrarse en un posible laberinto creado por la misma naturaleza. Había escuchado infinidad de historias de aventureros que se perdían entre los larguísimos caminos de cuevas dentro de montañas, personas a las que no se les volvía a ver. Entretanto, siguiendo la buena idea que había tenido el héroes de las profundidades, también conocido como Octojin, Takahiro decidió probar el den den musho para asegurarse de que funcionara. Al mismo tiempo, les enseñó a sus compañeros sus nuevas dos adquisiciones: un den den mushi capaz de interceptar conversaciones y otro que servía de sistema de vigilancia.
—Me he agenciado esto —les dijo, enseñándoles cada uno—. Si nos acercamos a algún punto que haya personas, podríamos usarlo para tratar de interceptar cualquier tipo de conversación que tengan entre ellos o Ray podría lanzar el de vigilancia en cualquier punto que queramos tener controlado sin que le vean.
Después de un rato caminando, el grupo volvió a encontrarse —en algún punto, ya sea por den den msuhi o frente a frente, Ray y Takahiro llegarían a la misma conclusión sobre la cantidad de personas que hay en la isla—, pero encontraron un pequeño inconveniente: el camino se trifurcaba. Tres senderos distintos que iban a llevarlos a lugares completamente opuestos.
—La unión hace la fuerza —comentó Takahiro ante la idea de separarse—. Pero creo que vamos sobrados, así que por mí no hay problema —dijo, para luego escuchar a la Oni—. En ese caso yo voy con Octo. En caso de enfrentamiento directo creo que podemos compensarnos bien, y nunca se sabe si tendremos que tratar hundir otro barco —bromeó, sonriéndole al gyojin y colocándose mirándose al sendero de la izquierda.
Una vez todos estuvieron de acuerdo, el peliverde emprendería el camino junto a su amigo Octojin. No sabía que iba a encontrarse de frente, más continuaría con su poder de la observación activado por lo que pudiera ocurrir.