Percival Höllenstern
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01-11-2024, 08:14 PM
El silencio en la sala se extendió como una fina capa de hielo, tensa y frágil, mientras Byron observaba los dados rodar por la mesa. El sonido seco del choque contra la madera resonó en el espacio antes de revelar su resultado: un número impar, tal como había predicho. Su corazón, que minutos antes latía con violencia, ahora encontraba un extraño ritmo de calma, como si algo más grande lo sostuviera desde las sombras. La suerte estaba de su lado. Los dados habían hablado.
Sorvolo, el hombre de brazos mecánicos, fue el primero en reaccionar. A pesar de ser el más débil en términos de poder, su rostro de acero apenas reflejó emoción. Los engranajes en sus brazos hicieron un suave clic mientras relajaba su postura. Sus ojos, carentes de vida por las prótesis que los sustituían, se clavaron en Byron con una mezcla de curiosidad y resignación. No era la primera vez que veía a alguien jugar con el destino, pero algo en la manera en que Byron lo había hecho le resultaba familiar. Quizá, pensaba, porque en su tiempo había sido también un jugador desesperado.
—Hmpf, la fortuna del tonto —murmuró con una sonrisa torcida, pero sin desdén, más bien con la fría aceptación de quien sabe que el azar es caprichoso y, en ocasiones, sorprende a los menos esperados.
Komula, el koala rosado vestido como un mafioso, recostado en su silla con una media sonrisa, miró los dados y luego a Byron, con sus pequeñas orejas agitándose ligeramente. Su semblante había cambiado desde la tirada anterior. Si en un principio parecía estar jugando con la paciencia del joven pirata, ahora mostraba una especie de interés genuino, aunque mantenía su aire burlón y despreocupado.
—¿Ves, chaval? —dijo con una carcajada contenida, mientras encendía un otro cigarro—. A veces, todo lo que hace falta es tener agallas… o una suerte maldita, en tu caso. —Exhaló el humo despacio, dejando que las volutas serpenteasen hacia el techo oscuro de la sala—. Pero no te emociones tanto. Este es solo el primer paso en un camino que te va a arrancar la piel a tiras si no tienes cuidado. Si sobrevives, claro… ¡He he he!
Komula apoyó sus patas en el borde de la mesa y se inclinó hacia atrás, siempre con esa mezcla de sarcasmo y astucia que lo caracterizaba. No lo diría en voz alta, pero había algo en la actitud del joven que le recordaba a sus primeros días en el bajo mundo. Quizás, después de todo, había algo en Byron que lo hacía diferente.
Por su lado, Li-Shin Qie, la shichibukai, permaneció en silencio durante todo el espectáculo. Desde el principio de la partida, había estado observando con ojos afilados como dagas, sin dar muestras de emoción ni impaciencia real, sino simple fachada. Su presencia en la sala era abrumadora, pero en ocasiones parecía quizá demasiado humana, como una tormenta inminente que aún no se ha desatado. Cada movimiento de su elegante figura irradiaba un poder latente, una amenaza silenciosa que dejaba claro que ella era la autoridad aquí, aunque no necesitara hablar para recordárselo a todos.
Cuando Byron lanzó su monólogo, con su confesión desgarrada y su posterior manifestación de haki, los ojos de Li-Shin se entrecerraron ligeramente, evaluando cada palabra. Para alguien que había visto y destruido a hombres mucho más poderosos, esta muestra de convicción resultaba interesante, si bien algo prematura.
Finalmente, sin apartar sus oscuros ojos de Byron, habló con una voz fría, tan calculada como un filo bien afilado.
—Suerte o destino, poco importa en este mundo si no sabes cómo aprovechar la oportunidad cuando se presenta —su tono era sereno, pero cada palabra contenía el peso de la autoridad que había forjado en incontables batallas—. No deberías confundir la fortuna con el talento, pirata. Aún estás muy lejos de entender lo que significa sostener el título que mencionas.
El silencio volvió a caer cuando terminó de hablar, pero la advertencia permaneció suspendida en el aire. Para Li-Shin Qie, Byron era apenas una curiosidad, una pequeña pieza en un tablero mucho más grande. No obstante, algo en la determinación del muchacho había captado su atención, y para alguien de su calibre, eso ya era un paso peligroso hacia el reconocimiento. Aún así, no lo consideraba un igual, al menos no todavía.
Byron, al escuchar sus palabras, no pudo evitar sentir el peso de su presencia. Era como si una tormenta se hubiese alzado en el horizonte, esperando devorarle si daba un paso en falso.
Sorvolo observó el intercambio en silencio, el clic de sus brazos mecánicos rompiendo la quietud mientras se servía otra copa de licor. Mientras tanto, Komula le arrojó un pequeño maletín de tonalidad rojiza, que se deslizó sobre la mesa con un gesto tranquilo, pero divertido.
— ¿Estás seguro de esto, Komula? Es un gran poder para dárselo a un necio... ¿No? — musitó volviendo a su fachada de humildad la exhuberante humana de cabello sedoso y porte seductor. — Aunque... sí... Tal vez no sea una mala idea... — finalizó con una sonrisa calmada, mientras exhalaba una última bocanada de humo. —Adiós encanto—
—Aquí tienes, campeón. La llave para la siguiente fase del juego —dijo el koala, guiñándole un ojo—. No lo eches a perder, y ten presente que ya te haré llegar algún encargo... Ahora tienes una deuda conmigo... y no una que el dinero pueda pagar.
Byron sabía que había conseguido mucho más que un simple triunfo en los dados; había llamado la atención de los jugadores más grandes, pero también había encendido un faro que lo ponía en peligro si no manejaba bien la situación.
El eco de cada dado aún resonaba en su mente mientras se retiraba lentamente de la mesa, su ego sostenido con hilos finos pero resistentes, una nueva pieza en el juego, sí, pero aún muy lejos de alcanzar su verdadero lugar entre los grandes.
Ahora solo quedaría conseguir su barco. ¿Cómo lo haría?
Sorvolo, el hombre de brazos mecánicos, fue el primero en reaccionar. A pesar de ser el más débil en términos de poder, su rostro de acero apenas reflejó emoción. Los engranajes en sus brazos hicieron un suave clic mientras relajaba su postura. Sus ojos, carentes de vida por las prótesis que los sustituían, se clavaron en Byron con una mezcla de curiosidad y resignación. No era la primera vez que veía a alguien jugar con el destino, pero algo en la manera en que Byron lo había hecho le resultaba familiar. Quizá, pensaba, porque en su tiempo había sido también un jugador desesperado.
—Hmpf, la fortuna del tonto —murmuró con una sonrisa torcida, pero sin desdén, más bien con la fría aceptación de quien sabe que el azar es caprichoso y, en ocasiones, sorprende a los menos esperados.
Komula, el koala rosado vestido como un mafioso, recostado en su silla con una media sonrisa, miró los dados y luego a Byron, con sus pequeñas orejas agitándose ligeramente. Su semblante había cambiado desde la tirada anterior. Si en un principio parecía estar jugando con la paciencia del joven pirata, ahora mostraba una especie de interés genuino, aunque mantenía su aire burlón y despreocupado.
—¿Ves, chaval? —dijo con una carcajada contenida, mientras encendía un otro cigarro—. A veces, todo lo que hace falta es tener agallas… o una suerte maldita, en tu caso. —Exhaló el humo despacio, dejando que las volutas serpenteasen hacia el techo oscuro de la sala—. Pero no te emociones tanto. Este es solo el primer paso en un camino que te va a arrancar la piel a tiras si no tienes cuidado. Si sobrevives, claro… ¡He he he!
Komula apoyó sus patas en el borde de la mesa y se inclinó hacia atrás, siempre con esa mezcla de sarcasmo y astucia que lo caracterizaba. No lo diría en voz alta, pero había algo en la actitud del joven que le recordaba a sus primeros días en el bajo mundo. Quizás, después de todo, había algo en Byron que lo hacía diferente.
Por su lado, Li-Shin Qie, la shichibukai, permaneció en silencio durante todo el espectáculo. Desde el principio de la partida, había estado observando con ojos afilados como dagas, sin dar muestras de emoción ni impaciencia real, sino simple fachada. Su presencia en la sala era abrumadora, pero en ocasiones parecía quizá demasiado humana, como una tormenta inminente que aún no se ha desatado. Cada movimiento de su elegante figura irradiaba un poder latente, una amenaza silenciosa que dejaba claro que ella era la autoridad aquí, aunque no necesitara hablar para recordárselo a todos.
Cuando Byron lanzó su monólogo, con su confesión desgarrada y su posterior manifestación de haki, los ojos de Li-Shin se entrecerraron ligeramente, evaluando cada palabra. Para alguien que había visto y destruido a hombres mucho más poderosos, esta muestra de convicción resultaba interesante, si bien algo prematura.
Finalmente, sin apartar sus oscuros ojos de Byron, habló con una voz fría, tan calculada como un filo bien afilado.
—Suerte o destino, poco importa en este mundo si no sabes cómo aprovechar la oportunidad cuando se presenta —su tono era sereno, pero cada palabra contenía el peso de la autoridad que había forjado en incontables batallas—. No deberías confundir la fortuna con el talento, pirata. Aún estás muy lejos de entender lo que significa sostener el título que mencionas.
El silencio volvió a caer cuando terminó de hablar, pero la advertencia permaneció suspendida en el aire. Para Li-Shin Qie, Byron era apenas una curiosidad, una pequeña pieza en un tablero mucho más grande. No obstante, algo en la determinación del muchacho había captado su atención, y para alguien de su calibre, eso ya era un paso peligroso hacia el reconocimiento. Aún así, no lo consideraba un igual, al menos no todavía.
Byron, al escuchar sus palabras, no pudo evitar sentir el peso de su presencia. Era como si una tormenta se hubiese alzado en el horizonte, esperando devorarle si daba un paso en falso.
Sorvolo observó el intercambio en silencio, el clic de sus brazos mecánicos rompiendo la quietud mientras se servía otra copa de licor. Mientras tanto, Komula le arrojó un pequeño maletín de tonalidad rojiza, que se deslizó sobre la mesa con un gesto tranquilo, pero divertido.
— ¿Estás seguro de esto, Komula? Es un gran poder para dárselo a un necio... ¿No? — musitó volviendo a su fachada de humildad la exhuberante humana de cabello sedoso y porte seductor. — Aunque... sí... Tal vez no sea una mala idea... — finalizó con una sonrisa calmada, mientras exhalaba una última bocanada de humo. —Adiós encanto—
—Aquí tienes, campeón. La llave para la siguiente fase del juego —dijo el koala, guiñándole un ojo—. No lo eches a perder, y ten presente que ya te haré llegar algún encargo... Ahora tienes una deuda conmigo... y no una que el dinero pueda pagar.
Byron sabía que había conseguido mucho más que un simple triunfo en los dados; había llamado la atención de los jugadores más grandes, pero también había encendido un faro que lo ponía en peligro si no manejaba bien la situación.
El eco de cada dado aún resonaba en su mente mientras se retiraba lentamente de la mesa, su ego sostenido con hilos finos pero resistentes, una nueva pieza en el juego, sí, pero aún muy lejos de alcanzar su verdadero lugar entre los grandes.
Ahora solo quedaría conseguir su barco. ¿Cómo lo haría?