Lionhart D. Cadmus
Tigre Blanco de la Marina
01-11-2024, 10:49 PM
Cadmus logró detener el ataque de su oponente con una hábil ofensiva, superándolo con una precisión digna de su entrenamiento. En un rápido movimiento, desarmó al adversario, dejándolo expuesto y herido mientras sus ataques de viento, como los rugidos de un tigre, marcaban el último golpe. Desde su posición en el aire, observó cómo sus compañeros, Lovecraft, Cynthia, Masao y Anko, lanzaban un ataque conjunto. La fuerza de sus ataques fue abrumadora, y el oponente sombrío no tuvo oportunidad de resistir. El cuerpo inerte caería en el mar, y tan sólo sería rescatado por Nagaki, solo para confirmar lo evidente: su enemigo había muerto.
Cadmus, todavía una figura noble y esperanzada, era consciente de que, aunque vestía el emblema de la justicia, el desenlace de una batalla no siempre garantizaba la oportunidad de un juicio. La muerte, aunque una posibilidad real en su línea de deber, era algo que aún le pesaba. Al ver el cuerpo sin vida, una pequeña grieta se abrió en su inocencia, en su visión idealista del mundo.
Auron, su abuelo y Capitán de la Marina, le había legado no solo la fruta del diablo que le otorgaba su poder, sino también un manual que hablaba de la inevitabilidad de la muerte, entre otras lecciones de vida. En él, Auron le enseñaba cómo enfrentar los momentos difíciles de la vida como marino. Respetar la vida, había sido una de sus enseñanzas más firmes, y Cadmus, fiel a este principio, se había comprometido a que incluso los criminales merecían enfrentar un juicio. Pero esta vez, no sería así. Su enemigo no comparecería ante la justicia; la furia de sus compañeros había ejecutado la sentencia sin juicio.
Aunque Cadmus no fue quien causó la muerte, sabía que tenía algo de responsabilidad al desarmar al enemigo, dejándolo vulnerable al ataque que le costaría la vida. Quizá la Marina lo vería como una victoria, como una muestra de su capacidad en combate. Sin embargo, la duda persistía en su interior. No es un camino fácil el que he elegido.
Al regresar al barco, asumió su papel, asegurándose de que todos estuvieran listos para zarpar hacia el destino final de la misión. Los logros de la jornada hablaban de éxito, pero el peso de la responsabilidad comenzaba a arraigarse en él. Cadmus comprendía que seguir los pasos de Auron y portar la insignia de la Marina significaba afrontar dilemas y decisiones difíciles, y aunque el camino no siempre sería justo, se comprometió a seguir adelante. Porque, ante todo, Cadmus aspiraba a ser un Marino ejemplar, de quien su difunto abuelo Auron pudiera sentirse orgulloso.
Cadmus, todavía una figura noble y esperanzada, era consciente de que, aunque vestía el emblema de la justicia, el desenlace de una batalla no siempre garantizaba la oportunidad de un juicio. La muerte, aunque una posibilidad real en su línea de deber, era algo que aún le pesaba. Al ver el cuerpo sin vida, una pequeña grieta se abrió en su inocencia, en su visión idealista del mundo.
Auron, su abuelo y Capitán de la Marina, le había legado no solo la fruta del diablo que le otorgaba su poder, sino también un manual que hablaba de la inevitabilidad de la muerte, entre otras lecciones de vida. En él, Auron le enseñaba cómo enfrentar los momentos difíciles de la vida como marino. Respetar la vida, había sido una de sus enseñanzas más firmes, y Cadmus, fiel a este principio, se había comprometido a que incluso los criminales merecían enfrentar un juicio. Pero esta vez, no sería así. Su enemigo no comparecería ante la justicia; la furia de sus compañeros había ejecutado la sentencia sin juicio.
Aunque Cadmus no fue quien causó la muerte, sabía que tenía algo de responsabilidad al desarmar al enemigo, dejándolo vulnerable al ataque que le costaría la vida. Quizá la Marina lo vería como una victoria, como una muestra de su capacidad en combate. Sin embargo, la duda persistía en su interior. No es un camino fácil el que he elegido.
Al regresar al barco, asumió su papel, asegurándose de que todos estuvieran listos para zarpar hacia el destino final de la misión. Los logros de la jornada hablaban de éxito, pero el peso de la responsabilidad comenzaba a arraigarse en él. Cadmus comprendía que seguir los pasos de Auron y portar la insignia de la Marina significaba afrontar dilemas y decisiones difíciles, y aunque el camino no siempre sería justo, se comprometió a seguir adelante. Porque, ante todo, Cadmus aspiraba a ser un Marino ejemplar, de quien su difunto abuelo Auron pudiera sentirse orgulloso.