Aquella vez se hicieron de rogar. No fue hasta la tercera vez que llamé insistentemente a la puerta que alguien tuvo a bien abrirla. Era, de nuevo, la asistenta, aunque no parecía ella. Empleó un tono de lo más hosco y desagradable para, más que invitarme a entrar, empujarme con sus palabras hacia el interior. Tal vez aquella fuese otra conducta extraña más que añadir a la lista. Las personas no cambiaban su forma de ser así como así, de la noche a la mañana y sin una causa aparente. Mucho menos alguien de su edad. Aun así, la impertinencia de aquella mujer me pareció fuera de lugar.
—Pues haga bien su trabajo y no tarde tanto en abrir, señora —repliqué. Tal vez no fuese la mejor respuesta posible en un entorno potencialmente hostil y en medio de una investigación que no sabía muy bien por dónde coger, pero me salió del alma.
Fuera como fuese, la mujer tuvo a bien dejar de comportarse como una cretina —al menos abiertamente— y conducirme al despacho del alcalde. A decir verdad, tenía varias cosas que dejarle claras. El muy condenado me había dado información a medias, me había engañado o a saber qué demonios había hecho, pero lo cierto era que había demasiadas incongruencias entre lo que me había dicho en un primer momento y lo que había encontrado después.
Tal vez yo estaba enfadado, pero él no se quedaba corto. Apenas había puesto un pie en el interior de su despacho cuando comenzó a proferir reproches y acusaciones hacia mí y la Marina. Podía entender hasta cierto punto su frustración. Había solicitado ayuda y se le había dicho que se rescataría a su mujer, pero allí estaba, con el pueblo en un estado lamentable y sin rastro de su esposa. En otra situación, si no nos conociésemos de nada y yo acabase de llegar, tal vez me habría tocado agachar la cabeza y pedir perdón en nombre de la Marina aunque yo no fuese el oficial al mando. Pero no. Me había topado con un laboratorio secreto en su isla, el cual estaba relacionado con una misteriosa planta que él también investigaba —vaya casualidad— y todo me hacía pensar que sabía muchas cosas más de las que me decía.
Por un momento, en mi mente se encendió una luz al recordar a la mujer bestia que protegía el laboratorio. No, no era posible. ¿O sí? ¿Podría ser ella Emma, la mujer del alcalde? En teoría había sido apresada por los piratas, así que no debería ser posible, pero si aquel sujeto mentía igual en todo no podía descartar ninguna posibilidad. De cualquier modo, me guardé mis consideraciones en cuanto reparé de nuevo en la mirada de reproche que me dirigía. Me estaba jugando el tipo por desobedecer una orden directa para que un mentiroso me acusase de según qué cosas, así que estallé.
No me había sentado y, a decir verdad, no lo hice. Di dos pasos hacia el tipo, quedándome al otro lado de la mesa y clavando en él mis ojos. Al igual que había hecho él, alcé el puño y golpeé la mesa que nos separaba con furia. Como no podía ser de otro modo, se rompió por la mitad y cada uno de las mitades quedó con un extremo en el suelo.
—Estoy aquí porque dije que ayudaría a su pueblo y aún no he podido hacerlo. Por eso he desobedecido una orden directa, la de ir en busca de los piratas al mar, para quedarme en su pueblo y subsanar el error que creo han cometido mis superiores. Ellos deciden, no yo —respondí de manera tajante, con la mesa rota a mis pies y un tono de voz sorprendentemente calmado—. Estoy aquí porque no puedo descartar que su esposa se encuentre más cerca de lo que todos piensan y, de ser así, si yo también me fuese nadie más les podría ayudar. Estoy aquí porque me encontré con una mujer trastornada que me condujo a un laboratorio en el que vi cosas que preferiría no haber visto y pensé que jamás llegaría a ver, alcalde. Estoy aquí porque ese laboratorio está en su isla, alcalde, y no demasiado lejos de aquí, y se supone que tengo que asumir que usted no sabe nada. Estoy aquí porque encontré evidencias de que en ese laboratorio se trabaja con las mismas plantas que usted investiga, ¡alcalde! ¡Y estoy aquí porque quiero que me diga por qué demonios le dijo a los habitantes del pueblo que no mencionasen nada con respecto a las plantas cuando parece que todo lo que está sucediendo aquí tiene que ver con ellas! —Hice una pausa momentánea—. ¿Podría enseñarme una fotografía o un retrato de su mujer? Me ha pedido que busque a una persona y ni siquiera me ha dicho cómo es —finalicé, recuperando el tono calmado del inicio.
Dejé que mis últimas palabras quedasen flotando en el aire mientras mis pupilas taladraban las del alcalde. Lo último que iba a permitir era que aquel tipo me intimidase cuando me estaba dejando la piel y jugando el pellejo por él y por su pueblo. Sí, también había percibido una suerte de sonido extraño después del porrazo del alcalde, aunque no había conseguido identificar demasiado bien de dónde provenía. Por el momento tal vez fuese mejor hacer como que no había escuchado nada y dejar que mi presencia se desplegase por la zona.
—Pues haga bien su trabajo y no tarde tanto en abrir, señora —repliqué. Tal vez no fuese la mejor respuesta posible en un entorno potencialmente hostil y en medio de una investigación que no sabía muy bien por dónde coger, pero me salió del alma.
Fuera como fuese, la mujer tuvo a bien dejar de comportarse como una cretina —al menos abiertamente— y conducirme al despacho del alcalde. A decir verdad, tenía varias cosas que dejarle claras. El muy condenado me había dado información a medias, me había engañado o a saber qué demonios había hecho, pero lo cierto era que había demasiadas incongruencias entre lo que me había dicho en un primer momento y lo que había encontrado después.
Tal vez yo estaba enfadado, pero él no se quedaba corto. Apenas había puesto un pie en el interior de su despacho cuando comenzó a proferir reproches y acusaciones hacia mí y la Marina. Podía entender hasta cierto punto su frustración. Había solicitado ayuda y se le había dicho que se rescataría a su mujer, pero allí estaba, con el pueblo en un estado lamentable y sin rastro de su esposa. En otra situación, si no nos conociésemos de nada y yo acabase de llegar, tal vez me habría tocado agachar la cabeza y pedir perdón en nombre de la Marina aunque yo no fuese el oficial al mando. Pero no. Me había topado con un laboratorio secreto en su isla, el cual estaba relacionado con una misteriosa planta que él también investigaba —vaya casualidad— y todo me hacía pensar que sabía muchas cosas más de las que me decía.
Por un momento, en mi mente se encendió una luz al recordar a la mujer bestia que protegía el laboratorio. No, no era posible. ¿O sí? ¿Podría ser ella Emma, la mujer del alcalde? En teoría había sido apresada por los piratas, así que no debería ser posible, pero si aquel sujeto mentía igual en todo no podía descartar ninguna posibilidad. De cualquier modo, me guardé mis consideraciones en cuanto reparé de nuevo en la mirada de reproche que me dirigía. Me estaba jugando el tipo por desobedecer una orden directa para que un mentiroso me acusase de según qué cosas, así que estallé.
No me había sentado y, a decir verdad, no lo hice. Di dos pasos hacia el tipo, quedándome al otro lado de la mesa y clavando en él mis ojos. Al igual que había hecho él, alcé el puño y golpeé la mesa que nos separaba con furia. Como no podía ser de otro modo, se rompió por la mitad y cada uno de las mitades quedó con un extremo en el suelo.
—Estoy aquí porque dije que ayudaría a su pueblo y aún no he podido hacerlo. Por eso he desobedecido una orden directa, la de ir en busca de los piratas al mar, para quedarme en su pueblo y subsanar el error que creo han cometido mis superiores. Ellos deciden, no yo —respondí de manera tajante, con la mesa rota a mis pies y un tono de voz sorprendentemente calmado—. Estoy aquí porque no puedo descartar que su esposa se encuentre más cerca de lo que todos piensan y, de ser así, si yo también me fuese nadie más les podría ayudar. Estoy aquí porque me encontré con una mujer trastornada que me condujo a un laboratorio en el que vi cosas que preferiría no haber visto y pensé que jamás llegaría a ver, alcalde. Estoy aquí porque ese laboratorio está en su isla, alcalde, y no demasiado lejos de aquí, y se supone que tengo que asumir que usted no sabe nada. Estoy aquí porque encontré evidencias de que en ese laboratorio se trabaja con las mismas plantas que usted investiga, ¡alcalde! ¡Y estoy aquí porque quiero que me diga por qué demonios le dijo a los habitantes del pueblo que no mencionasen nada con respecto a las plantas cuando parece que todo lo que está sucediendo aquí tiene que ver con ellas! —Hice una pausa momentánea—. ¿Podría enseñarme una fotografía o un retrato de su mujer? Me ha pedido que busque a una persona y ni siquiera me ha dicho cómo es —finalicé, recuperando el tono calmado del inicio.
Dejé que mis últimas palabras quedasen flotando en el aire mientras mis pupilas taladraban las del alcalde. Lo último que iba a permitir era que aquel tipo me intimidase cuando me estaba dejando la piel y jugando el pellejo por él y por su pueblo. Sí, también había percibido una suerte de sonido extraño después del porrazo del alcalde, aunque no había conseguido identificar demasiado bien de dónde provenía. Por el momento tal vez fuese mejor hacer como que no había escuchado nada y dejar que mi presencia se desplegase por la zona.
KENB601
KENBUNSHOKU
Haki intermedio
Tier 6
No Aprendida
9
2
Permite al usuario percibir con precisión la presencia de otros seres vivos en un área, siendo capaz de apreciar las emociones que exterioricen y de forma superficial las hostilidades que realmente tienen. Así como estimar de forma general quién es alguien más fuerte o más débil que él. Si lo activa puede anticiparse a un ataque obteniendo para ello un bono de +10 [Reflejos].
Área: [VOLx15] metros | +10 [REF]