Tras casi extinguir por completo el cigarro aprovechó que aún le quedaba algo de tabaco para encenderse otro con ayuda del que estaba ya prácticamente consumido. El humo que desprendía por sus orificios no ayudaba a mitigar la densa atmósfera en la que se encontraban, pero al menos le ayudaban a relajarse con cada calada que daba.
Como Dharkel había sospechado, ya se encontraban alertados de la presencia del invitado no deseado. Aquel poder que poseía su capitán, a menudo subestimado, era una herramienta sumamente útil y tendría que priorizar su aprendizaje para dar un mayor apoyo a sus compañeros. Pero encontrar el momento para acosar a Silver y desentrañar sus misterios no era tarea fácil. Aunque renegaba huir de un reto de aprendizaje que tuviese unas mínimas medidas de seguridad. La potencia física era competencia de Balagus y aparentemente del nuevo integrante de la tripulación: Marvolath.
El espadachín dejó de sentir miedo, al menos momentáneamente, por los vaivenes del barco, el golpeteo de las olas contra la embarcación o porque sus vidas estuviesen en un inminente peligro. Fascinado, su atención estaba plenamente puesta en la exhibición que estaba llevando a cabo la sirena. Cuántas cosas le quedarían por aprender, qué maravillosas criaturas y místicos poderes llegaría conocer en su viaje era algo que ni si quiera se atrevía a imaginar una respuesta, pues tan solo en el último año había conocido a criaturas hermosas a su propia manera.
- ¿Cómo has…? – Fueron todas las palabras que llegó a articular mientras daba un paso hacia la sirena, tratando de gesticular para imitar los movimientos de las botellas.
Miró atónito al resto de sus compañeros. ¿Sería la misteriosa Jaela Rand la respuesta al brutal encuentro que estaba a punto de acontecer? ¿Qué relación guardaría con la Familia Blackmore? ¿Y con estatuas? ¿Las manchas de la nota coincidían con las que tenía en sus escamas? ¿Acaso sería ella la valiosa mercancía que los había llevado hasta allí? ¿Quizás querrían venderla como esclava? Su mente volvió a los frenéticos pensamientos, dejando la realidad de lado durante unos instantes.
<< ¡Centrate, no tenemos tiempo! >>, se recriminó a sí mismo.
Morir por un puñado de botellas envenenadas no estaba entre sus prioridades, aunque lo ordenase su capitán o contramaestre. Al fin y al cabo, no le gustaba recibir órdenes y nunca se le había dado bien seguirlas. Pero luchar por la vida y la libertad de otra persona distaba mucho de un cargamento material con el que sacar un puñado de berries.
- Estas botellas están cargadas de veneno – dijo con renovaba determinación y bajo una simple suposición. – Perdón. – Se tapó la entrepierna al recordar que seguía desnudo y continuó. – ¿Podrías llevar este veneno directamente a la boca del señor K usado tu… brujería? La nariz también debería valer – dijo casi en un susurro mientras le daba un par de caladas rápidas al cigarro.
Sabía que su utilidad en un combate en alta mar distaba mucho de ser la idónea y que podría llegar a entorpecer a sus aliados, por lo que en lugar de prepararse como estaban haciendo sus compañeros decidió adoptar un enfoque más destinado al apoyo. Si se viese en la necesidad de intervenir en el combate o de proteger a la sirena no duraría en hacerlo. Comenzó a descorchar botellas, facilitándoselas a Jaela lo más rápido que podía. Esperaba contar con su apoyo y que dispusiese de toda la munición posible antes de que el enfrentamiento comenzase.
Tragó saliva por última vez al escuchar las palabras aparentemente sin sentido del agente Blackmore que revotaron por las parades del barco junto al sonido del arrastre de una cadena, ocasionando que el ambiente estuviese más cargado si es que eso era posible. ¿Había sido buena idea declararles la guerra? Solo el tiempo podría responder a tal cuestión.
<< No tienes que tener miedo, tu familia está contigo… >>, se repitió a sí mismo una y otra vez mientras observaba fijamente la puerta sin dejar de abrir botellas al lado de la sirena. Sabía que podía contar con ellos.
Como Dharkel había sospechado, ya se encontraban alertados de la presencia del invitado no deseado. Aquel poder que poseía su capitán, a menudo subestimado, era una herramienta sumamente útil y tendría que priorizar su aprendizaje para dar un mayor apoyo a sus compañeros. Pero encontrar el momento para acosar a Silver y desentrañar sus misterios no era tarea fácil. Aunque renegaba huir de un reto de aprendizaje que tuviese unas mínimas medidas de seguridad. La potencia física era competencia de Balagus y aparentemente del nuevo integrante de la tripulación: Marvolath.
El espadachín dejó de sentir miedo, al menos momentáneamente, por los vaivenes del barco, el golpeteo de las olas contra la embarcación o porque sus vidas estuviesen en un inminente peligro. Fascinado, su atención estaba plenamente puesta en la exhibición que estaba llevando a cabo la sirena. Cuántas cosas le quedarían por aprender, qué maravillosas criaturas y místicos poderes llegaría conocer en su viaje era algo que ni si quiera se atrevía a imaginar una respuesta, pues tan solo en el último año había conocido a criaturas hermosas a su propia manera.
- ¿Cómo has…? – Fueron todas las palabras que llegó a articular mientras daba un paso hacia la sirena, tratando de gesticular para imitar los movimientos de las botellas.
Miró atónito al resto de sus compañeros. ¿Sería la misteriosa Jaela Rand la respuesta al brutal encuentro que estaba a punto de acontecer? ¿Qué relación guardaría con la Familia Blackmore? ¿Y con estatuas? ¿Las manchas de la nota coincidían con las que tenía en sus escamas? ¿Acaso sería ella la valiosa mercancía que los había llevado hasta allí? ¿Quizás querrían venderla como esclava? Su mente volvió a los frenéticos pensamientos, dejando la realidad de lado durante unos instantes.
<< ¡Centrate, no tenemos tiempo! >>, se recriminó a sí mismo.
Morir por un puñado de botellas envenenadas no estaba entre sus prioridades, aunque lo ordenase su capitán o contramaestre. Al fin y al cabo, no le gustaba recibir órdenes y nunca se le había dado bien seguirlas. Pero luchar por la vida y la libertad de otra persona distaba mucho de un cargamento material con el que sacar un puñado de berries.
- Estas botellas están cargadas de veneno – dijo con renovaba determinación y bajo una simple suposición. – Perdón. – Se tapó la entrepierna al recordar que seguía desnudo y continuó. – ¿Podrías llevar este veneno directamente a la boca del señor K usado tu… brujería? La nariz también debería valer – dijo casi en un susurro mientras le daba un par de caladas rápidas al cigarro.
Sabía que su utilidad en un combate en alta mar distaba mucho de ser la idónea y que podría llegar a entorpecer a sus aliados, por lo que en lugar de prepararse como estaban haciendo sus compañeros decidió adoptar un enfoque más destinado al apoyo. Si se viese en la necesidad de intervenir en el combate o de proteger a la sirena no duraría en hacerlo. Comenzó a descorchar botellas, facilitándoselas a Jaela lo más rápido que podía. Esperaba contar con su apoyo y que dispusiese de toda la munición posible antes de que el enfrentamiento comenzase.
Tragó saliva por última vez al escuchar las palabras aparentemente sin sentido del agente Blackmore que revotaron por las parades del barco junto al sonido del arrastre de una cadena, ocasionando que el ambiente estuviese más cargado si es que eso era posible. ¿Había sido buena idea declararles la guerra? Solo el tiempo podría responder a tal cuestión.
<< No tienes que tener miedo, tu familia está contigo… >>, se repitió a sí mismo una y otra vez mientras observaba fijamente la puerta sin dejar de abrir botellas al lado de la sirena. Sabía que podía contar con ellos.