Byron
Que me lo otorguen
02-08-2024, 09:37 PM
(Última modificación: 06-08-2024, 11:29 PM por Byron.)
Primavera 14 - 724
Tirado, sobre la barra de bar de una cálida posada, se encontraba Byron cabizbajo, con un gesto mustio en su faz, con la moral totalmente devastada y con la débil, pero presente idea de dejarlo todo y volver a casa. No era para menos, esto, según él y las habladurías de Bernald, no encajaba precisamente en el concepto de ser pirata y vivir aventuras. Prácticamente desde el primer momento que había abandonado las orillas de Jaya, no le habían sucedido más que desgracias.
Nada más salir, la cochambrosa balsa con la que se había metido al mar, se topó con una tormenta, quien iba a imaginar que, ese lamentable "navío" no iba a aguantar ni la primera embestida de las erráticas olas tormentosas. Afortunado fue, de encontrarse en el camino de un buque de guerra de la marina, de no haber sido así, en cuestión de horas el viaje de Byron hubiese llegado a su fin, muriendo patéticamente ahogado como muchos otros en el Grand Line.
Ese encuentro fortuito salvó su vida, pero al recuperar la conciencia, su inocencia le jugó una mala pasada. No contento con, en sus primeros minutos de travesía perder su nave, cuando le preguntaron quien era, no dudó en exclamar "el futuro dueño de los mares, Byron Nikkei, el pirata más avezado que jamás conoceréis" aunque, siendo sincero, era imposible que él supiese en qué tipo de barco se encontraba, negar su mala elección de palabras sería como cantar a los cuatro vientos que uno es imbécil. Por lo menos, provocó las risas de aquellos marines, que entre sátiras y crueles comentarios, colocaban unas esposas en sus muñecas y lo metían en el oscuro calabozo del barco.
Byron intentó explicar que no había cometido ningún crimen cada vez que le llevaban el almuerzo, pero siempre hacían oídos sordos a sus comentarios, soltaban alguna burla y le cerraban la puerta con un portazo que volvía a traer el silencio a escena. Quien iba a decir, que el primer contacto con la aventura, sería este, por suerte, aunque pasó más tiempo del que le gustaría en aquel lugar, el momento en el que volvería a pisar tierra no se haría esperar.
Por los caprichosos designios del destino, cuando le abrieron la puerta de la celda y le hicieron tomar el paso para salir de aquel agujero flotante, entre el deslumbrante sol al que ya no estaba acostumbrado, que le hacía entrecerrar los ojos de forma incómoda y la información de marine que lo hacía desembarcar, su cara se desencajó de tal forma, que hizo hasta preocuparse al más pintado de la cofradía. Casi le da un desmayo, no era para menos, después de todo había surcado casi dos mares, se había pasado el viaje en una celda, y para colmo, vete a saber tú a cuánto tiempo estaba de aquella chavola a la que llamaba hogar.
Sin tiempo a detenerse, los marines lo llevaron a su base, el G-23 para ser exactos, para según ellos podrían haber parado en cualquier base del Grand Line, pero como tenían que venir aquí a dar unas informaciones y recoger cierto cargamento, como les había caído bien, mejor dejarlo en un base en la cual la estancia fuese menos "exigente". La cara de Byron, un cuadro, pero no había nada que pudiese hacer, ya estaban en la puerta del edificio, y entre la desilusión y las pocas oportunidades para escapar, con un gesto anodino pasó junto a su responsable.
El marine, explicó la situación al capitán responsable de aquel lugar, y sin expectativas de salir, como si de una comedia se tratase, el capitán le atizó un capón al marine que le había llevado allí. Con ojos como platos, Byron observó detenidamente la escena, y la expresión de su semblante era indescriptible a estas alturas, provocada por las palabras que el capitán gritaba a los cuatro vientos.
- ¡Tú! ¡Eres un inútil! ¡¿Has arrestado a un muchacho solo por pregonar como un imbécil que es un pirata?! ¿Has mirado el registro de criminales? ¿Sale en algún lugar su cara de idiota? ¡Por supuesto que no joder! ¡Si tuviésemos que arrestar a cualquier persona que soltase estupideces por la boca, tú, para empezar, no estarías en la calle!
Un folio en blanco, inexpresión en todos los sentidos de la palabra, el escenario era tan surrealista, que por un momento Byron alucinó diferenciando el atrezzo de la obra de teatro en la que se encontraba, incluso veía al público reaccionando de forma genuina la escena. Un grito dirigido a él, lo hizo dejar de disociar, y volvió a prestar atención.
- ¡Chaval, lárgate de mi vista, y disculpa la ineptitud de este pelotón!- Hizo un gesto al marine para que lo había arrestado para que lo desposara, se encendió un puro y le enseño el pulgar como despedida y alentando a que Byron dejase el lugar. Respondió devolviendo aquel gesto aun con el rostro inexpresivo y salió del lugar a paso lento aun procesando en su cabeza la inverosímil situación que acababa de vivir.
Por esto, Byron se encontraba con esa actitud decaída, todo esto era el más allá diciéndole que dejase atrás la idea de ser pirata, en poco tiempo había conocido la crueldad del mar, aunque más bien había visto de primera mano la desastrosa labor que podían llevar a cabo aquellos que "defendían los mares".
El sonido de la ración de carne guisada siendo posada en su posición sobre la barra, hizo levantar a Byron su cabeza. Al hacerlo, se encontró con un guiño de aquella cuarentona entrada en carnes que le había servido la comida, le respondió con una falsa pero amable sonrisa, y ella sonrojada se volvió a meter a la cocina, parecía no haber entendido aquel pequeño matiz de incomodidad en el gesto del joven. Ahora sí, devoró aquel exquisito guiso, no pudo evitar llorar de emoción al sentir en sus papilas gustativas algo digno de ser saboreado, seguramente no sería tan bueno, pero su paladar ya se había acostumbrado a la insípida comida de alta mar que los marines que llevaban a la celda.
Una vez terminó, no hizo falta más para que el joven volviese a ser el mismo de siempre. Pensó en el lado de bueno de aquella situación, e inesperadamente se puso contento, había conseguido llegar "sano y salvo" a otra isla, y había recorrido ya mucho mundo, aunque a eso no se le podía llamar recorrer. Contento, dejó el dinero sobre la barra con algo extra de propina fruto del excelente guiso que acababa de degustar y salió de aquel hogareño lugar.
En la puerta, el muchacho se desperezó, he hizo un par de estiramientos, aún tenía el cuerpo entumecido, habrían pasado solo un par de horas desde que llegó a tierra, tenía sentido encontrarse con esa sensación. Mientras realizaba un par de sentadillas para acomodarse las rodillas, barajó los lugares a los que podría ir y sin pensárselo mucho, pensó que lo mejor que podía hacer era buscar el faro que había escuchado a los lugareños mientras se adentraba en el pueblo buscando un sitio para comer.
Después de todo, ver el nuevo mar en el cual se encontraba era una bonita y metafórica forma de empezar su aventura.
Nada más salir, la cochambrosa balsa con la que se había metido al mar, se topó con una tormenta, quien iba a imaginar que, ese lamentable "navío" no iba a aguantar ni la primera embestida de las erráticas olas tormentosas. Afortunado fue, de encontrarse en el camino de un buque de guerra de la marina, de no haber sido así, en cuestión de horas el viaje de Byron hubiese llegado a su fin, muriendo patéticamente ahogado como muchos otros en el Grand Line.
Ese encuentro fortuito salvó su vida, pero al recuperar la conciencia, su inocencia le jugó una mala pasada. No contento con, en sus primeros minutos de travesía perder su nave, cuando le preguntaron quien era, no dudó en exclamar "el futuro dueño de los mares, Byron Nikkei, el pirata más avezado que jamás conoceréis" aunque, siendo sincero, era imposible que él supiese en qué tipo de barco se encontraba, negar su mala elección de palabras sería como cantar a los cuatro vientos que uno es imbécil. Por lo menos, provocó las risas de aquellos marines, que entre sátiras y crueles comentarios, colocaban unas esposas en sus muñecas y lo metían en el oscuro calabozo del barco.
Byron intentó explicar que no había cometido ningún crimen cada vez que le llevaban el almuerzo, pero siempre hacían oídos sordos a sus comentarios, soltaban alguna burla y le cerraban la puerta con un portazo que volvía a traer el silencio a escena. Quien iba a decir, que el primer contacto con la aventura, sería este, por suerte, aunque pasó más tiempo del que le gustaría en aquel lugar, el momento en el que volvería a pisar tierra no se haría esperar.
Por los caprichosos designios del destino, cuando le abrieron la puerta de la celda y le hicieron tomar el paso para salir de aquel agujero flotante, entre el deslumbrante sol al que ya no estaba acostumbrado, que le hacía entrecerrar los ojos de forma incómoda y la información de marine que lo hacía desembarcar, su cara se desencajó de tal forma, que hizo hasta preocuparse al más pintado de la cofradía. Casi le da un desmayo, no era para menos, después de todo había surcado casi dos mares, se había pasado el viaje en una celda, y para colmo, vete a saber tú a cuánto tiempo estaba de aquella chavola a la que llamaba hogar.
Sin tiempo a detenerse, los marines lo llevaron a su base, el G-23 para ser exactos, para según ellos podrían haber parado en cualquier base del Grand Line, pero como tenían que venir aquí a dar unas informaciones y recoger cierto cargamento, como les había caído bien, mejor dejarlo en un base en la cual la estancia fuese menos "exigente". La cara de Byron, un cuadro, pero no había nada que pudiese hacer, ya estaban en la puerta del edificio, y entre la desilusión y las pocas oportunidades para escapar, con un gesto anodino pasó junto a su responsable.
El marine, explicó la situación al capitán responsable de aquel lugar, y sin expectativas de salir, como si de una comedia se tratase, el capitán le atizó un capón al marine que le había llevado allí. Con ojos como platos, Byron observó detenidamente la escena, y la expresión de su semblante era indescriptible a estas alturas, provocada por las palabras que el capitán gritaba a los cuatro vientos.
- ¡Tú! ¡Eres un inútil! ¡¿Has arrestado a un muchacho solo por pregonar como un imbécil que es un pirata?! ¿Has mirado el registro de criminales? ¿Sale en algún lugar su cara de idiota? ¡Por supuesto que no joder! ¡Si tuviésemos que arrestar a cualquier persona que soltase estupideces por la boca, tú, para empezar, no estarías en la calle!
Un folio en blanco, inexpresión en todos los sentidos de la palabra, el escenario era tan surrealista, que por un momento Byron alucinó diferenciando el atrezzo de la obra de teatro en la que se encontraba, incluso veía al público reaccionando de forma genuina la escena. Un grito dirigido a él, lo hizo dejar de disociar, y volvió a prestar atención.
- ¡Chaval, lárgate de mi vista, y disculpa la ineptitud de este pelotón!- Hizo un gesto al marine para que lo había arrestado para que lo desposara, se encendió un puro y le enseño el pulgar como despedida y alentando a que Byron dejase el lugar. Respondió devolviendo aquel gesto aun con el rostro inexpresivo y salió del lugar a paso lento aun procesando en su cabeza la inverosímil situación que acababa de vivir.
Por esto, Byron se encontraba con esa actitud decaída, todo esto era el más allá diciéndole que dejase atrás la idea de ser pirata, en poco tiempo había conocido la crueldad del mar, aunque más bien había visto de primera mano la desastrosa labor que podían llevar a cabo aquellos que "defendían los mares".
El sonido de la ración de carne guisada siendo posada en su posición sobre la barra, hizo levantar a Byron su cabeza. Al hacerlo, se encontró con un guiño de aquella cuarentona entrada en carnes que le había servido la comida, le respondió con una falsa pero amable sonrisa, y ella sonrojada se volvió a meter a la cocina, parecía no haber entendido aquel pequeño matiz de incomodidad en el gesto del joven. Ahora sí, devoró aquel exquisito guiso, no pudo evitar llorar de emoción al sentir en sus papilas gustativas algo digno de ser saboreado, seguramente no sería tan bueno, pero su paladar ya se había acostumbrado a la insípida comida de alta mar que los marines que llevaban a la celda.
Una vez terminó, no hizo falta más para que el joven volviese a ser el mismo de siempre. Pensó en el lado de bueno de aquella situación, e inesperadamente se puso contento, había conseguido llegar "sano y salvo" a otra isla, y había recorrido ya mucho mundo, aunque a eso no se le podía llamar recorrer. Contento, dejó el dinero sobre la barra con algo extra de propina fruto del excelente guiso que acababa de degustar y salió de aquel hogareño lugar.
En la puerta, el muchacho se desperezó, he hizo un par de estiramientos, aún tenía el cuerpo entumecido, habrían pasado solo un par de horas desde que llegó a tierra, tenía sentido encontrarse con esa sensación. Mientras realizaba un par de sentadillas para acomodarse las rodillas, barajó los lugares a los que podría ir y sin pensárselo mucho, pensó que lo mejor que podía hacer era buscar el faro que había escuchado a los lugareños mientras se adentraba en el pueblo buscando un sitio para comer.
Después de todo, ver el nuevo mar en el cual se encontraba era una bonita y metafórica forma de empezar su aventura.