Alistair
Mochuelo
02-11-2024, 09:00 AM
(Última modificación: 02-11-2024, 03:59 PM por Alistair.
Razón: Embellecer el post, que antes ha sido hecho a prisas con la cabeza mala y ha quedado un horror JAJAJA
)
Sus ojos pasearon por el interior de la taberna a la primera oportunidad que tuvo de conseguir una buena imagen del lugar, examinándolo para tener una mejor idea de la zona en el que había entrado. Un lugar golpeado por el paso del tiempo y las inclementes condiciones climáticas de la isla, pero que debía reconocerle no solo verse mucho mas grande desde el interior que su exterior, sino que además conseguía superar a otros establecimientos con nada de la dificultad ambiental, la mitad del personal y el triple de los recursos. Una visita a los lavabos de esos sitios en sus recuerdos era... Bueno, mejor no entrar en detalles específicos para no estropearle la hora de la comida a nadie y ponerlo tan simple como un: "Muy desagradable, no me acercaría en mi vida".
Se aproximó a la barra, entablando una conversación simple y bastante directa en la que ofreció un incentivo monetario al hombre detrás para dar con una presencia que no habría notado observándolo hasta el momento en que se giró en su dirección. Con un agradecimiento al tabernero, el revolucionario procedió a alejarse de la barra y acercarse al señalado.
— ¡Ese sería yo, si! — Soltó una carcajada pequeña tras escuchar las palabras del hombre, tomándoselo más como un comentario bromista inofensivo. Aunque era cierto que Alistair podía ser bastante débil a cualquier insulto frontal, el chico era lo suficientemente positivo como para no tomar sus palabras como uno. Requería de agregar mucha mas intención en sus palabras para que, en su mente, fuese un insulto del cual no tendría opción sino responder. Asintió a las palabras del hombre; su mente estaba determinada a cumplir con su objetivo. — Te agradezco por la advertencia. Entiendo que estas puedan ser palabras que escuchen cada día de la semana, pero... Todo saldrá bien. Estoy seguro de ello. — Insistir hasta creérselo era un buen mantra siempre que no se le subiera demasiado a la cabeza. Ofreció el dinero que el hombre le solicitó por sus servicio, esperando a su respuesta.
— ¡De acuerdo! Partimos inmediatamente entonces. Cuanto antes comencemos con el trayecto, más horas de luz diurna tendremos para todo. — Respondió a Rats, decidido. Todo lo que requería estaba en su mochila, o al alcance de su mano. Partió detrás del hombre, siguiéndole tan solo unos cuantos pasos por detrás.
...
Aún estaba impresionado de que, incluso comparándola con lo que mencionaba en los textos que había leído de camino, la vegetación de Momobami conseguía superar las expectativas escritas por los autores y el emplumado. Era, en su propia e implacable manera, un paraíso botánico que se extendía mas allá de lo que cualquier sentido pudiese alcanzar por sí solo. Incluso se preguntaba cómo era que los animales navegaban tal laberinto hecho jungla, o si habían evolucionado específicamente para adaptarse a un entorno que les comería vivos al primer descuido, esperando que no pasara mas allá de una metáfora.
Intentando no dedica demasiados pensamientos a lo anterior, sus ojos procuraron explorar todo el lugar sin reservas, tomando información visual de cada detalle que pudiera, notando cada especie oculta entre las ramas de los árboles con un mínimo de exposición y la vegetación a la que simplemente no podía poner mas que un nombre improvisado porque su presencia sería inexistente en cualquier libro de botánica moderno. Y con buena razón: Cualquier investigador sin los fondos suficientes para contratar un buen equipo de exploración acabaría presa de Momobami en cuestión de días. Investigar era una odisea, pero la categoría de terreno inexplorado sumaba puntos a la aventura que vivía el revolucionario.
Era, dentro de la nube de rumores que se cernía sobre ella, una isla maravillosa mas allá de las aventuras que podían vivirse. Una jungla llena de vida, de colores y olores que ninguna civilización podría imitar jamás sin importar cuánto lo intentase. ¡Incluso llegó a encontrar con el rabillo del ojo un par de aves con colores preciosos y vibrantes, un contraste que era perceptible a ojo desnudo con las plumas de ébano de sus propias alas. Pero incluso con esta vista, Alistair no podía sacarse de encima ese mal presentimiento que orbitaba su cabeza y carcomía sus pensamientos sin piedad alguna. Una sensación desagradable de la que quería deshacerse cuanto antes, pero hasta que sus miedos no se confirmaran o desmintieran, su única opción yacía en ejercer toda la paciencia que reunía polvo dentro de él.
Se detuvo de golpe ante la indicación de Rats, dedicando atención casi indivisa a su sentido del oído tan pronto el guía hizo alusión a un sonido presente en el lugar. Un ruido blanco de naturaleza les rodeaba, vívido y tan lleno de colores como los que exhibían sus alrededores. Y de repente, poco a poco... Nada. Silencio muerto, privando a los espectadores del ruido blanco en el que estuvieron envueltos. ¿Qué los había hecho callar? La sola pregunta le erizó la piel; el mal sentimiento estaba más que justificado, pero todavía no sabía porqué.
— Es bastante inquietante que un solo animal pueda tener tanto control sobre el bosque. Se siente como si fuese una especie de rey del lugar. — Una palabra que, necesitaba añadir, le desagradaba al punto de revolcarle un poco las tripas. No es que tuviese una vendetta personal y específica por ninguno, pero desde sus años como esclavo, cualquier palabra que tuviera relación alguna con la nobleza veía un rechazo inmediato y prácticamente instintivo en su psique, parte de un mecanismo de defensa seguramente. Claro que, visto desde otro ángulo, esas relaciones monárquicas en la naturaleza eran mucho mas básicas, lo cual en parte amortiguaba su desprecio hacia el concepto en esa específica situación.
La inclinación del suelo marcó el inicio de una apertura conduciendo a un claro en el camino, las cuales guiaban a su vez hacia una oquedad rodeada de flora que solo podía identificar vagamente por sus características más visibles. Se había acabado el viaje cómodo y, a partir de aquí, se veía como terreno peligroso.
La fragancia dulce, imposible de ignorar para el afinado sentido del olfato del Lunarian, invadió su nariz y permeó los pensamientos en su cabeza por unos segundos, atrapado en ese aroma. ¡Podía ser lo que había venido a buscar, y habían tardado poco en acercarse tanto!
Por un segundo, olvidó completamente la mala sensación que aconsejaba en contra de actuar apresuradamente.
— Entendido. Gracias por tu ayuda, Rats. Como acordamos, yo me encargo de lo demás a partir de aquí. — Para este punto, su guía no encontraría objeción alguna del Lunarian si se marchaba de vuelta a la taberna. Las lianas que habían sido cortadas de camino hasta aquí servirían como un excelente guía de regreso una vez tuviera lo que quería, y de llegar a peores, siempre podía ascender forzosamente y buscar otros indicios para saber la dirección por la que había venido. Además, lo último que quería era arriesgar la vida del hombre en caso de que las cosas se tornaran un poco más... Movidas.
Se dispuso a moverse. Desenfundaría la primera de sus katanas y avanzaría hacia el hundimiento en el terreno, buscando un punto apto para descender por su cuenta desde allí. En cuanto a la vegetación que rodeaba, utilizaría la hoja de su arma para apartarla a un lado de ser posible, evitando un contacto directo en caso de que llegase a ser tóxica para el Lunarian o cualquier otro ser vivo, un cuidado que había aprendido con malas experiencias cuando se encontraba con vegetación vibrante de muchos colores, al igual que los animales de similar apariencia. Y si no había manera alguna de apartarla sin que acabara regresándose contra su cara con fuerza, cortaría con cuidado los obstáculos en su camino durante su avance, procurando tener especial cuidado de que ningún trozo de nada saliera volando y se le clavara en la piel.
Era una de esas raras ocasiones en las que amaría poder ocultar sus alas, o al menos encogerlas. No era particularmente cómodo intentar pasar por lugares estrechos con ese par de apéndices negros montados en su espalda, y le eran prácticamente inútiles en cualquier sitio con un techo.
Se aproximó a la barra, entablando una conversación simple y bastante directa en la que ofreció un incentivo monetario al hombre detrás para dar con una presencia que no habría notado observándolo hasta el momento en que se giró en su dirección. Con un agradecimiento al tabernero, el revolucionario procedió a alejarse de la barra y acercarse al señalado.
— ¡Ese sería yo, si! — Soltó una carcajada pequeña tras escuchar las palabras del hombre, tomándoselo más como un comentario bromista inofensivo. Aunque era cierto que Alistair podía ser bastante débil a cualquier insulto frontal, el chico era lo suficientemente positivo como para no tomar sus palabras como uno. Requería de agregar mucha mas intención en sus palabras para que, en su mente, fuese un insulto del cual no tendría opción sino responder. Asintió a las palabras del hombre; su mente estaba determinada a cumplir con su objetivo. — Te agradezco por la advertencia. Entiendo que estas puedan ser palabras que escuchen cada día de la semana, pero... Todo saldrá bien. Estoy seguro de ello. — Insistir hasta creérselo era un buen mantra siempre que no se le subiera demasiado a la cabeza. Ofreció el dinero que el hombre le solicitó por sus servicio, esperando a su respuesta.
— ¡De acuerdo! Partimos inmediatamente entonces. Cuanto antes comencemos con el trayecto, más horas de luz diurna tendremos para todo. — Respondió a Rats, decidido. Todo lo que requería estaba en su mochila, o al alcance de su mano. Partió detrás del hombre, siguiéndole tan solo unos cuantos pasos por detrás.
...
—Selva Profunda, Isla Momobami—
Aún estaba impresionado de que, incluso comparándola con lo que mencionaba en los textos que había leído de camino, la vegetación de Momobami conseguía superar las expectativas escritas por los autores y el emplumado. Era, en su propia e implacable manera, un paraíso botánico que se extendía mas allá de lo que cualquier sentido pudiese alcanzar por sí solo. Incluso se preguntaba cómo era que los animales navegaban tal laberinto hecho jungla, o si habían evolucionado específicamente para adaptarse a un entorno que les comería vivos al primer descuido, esperando que no pasara mas allá de una metáfora.
Intentando no dedica demasiados pensamientos a lo anterior, sus ojos procuraron explorar todo el lugar sin reservas, tomando información visual de cada detalle que pudiera, notando cada especie oculta entre las ramas de los árboles con un mínimo de exposición y la vegetación a la que simplemente no podía poner mas que un nombre improvisado porque su presencia sería inexistente en cualquier libro de botánica moderno. Y con buena razón: Cualquier investigador sin los fondos suficientes para contratar un buen equipo de exploración acabaría presa de Momobami en cuestión de días. Investigar era una odisea, pero la categoría de terreno inexplorado sumaba puntos a la aventura que vivía el revolucionario.
Era, dentro de la nube de rumores que se cernía sobre ella, una isla maravillosa mas allá de las aventuras que podían vivirse. Una jungla llena de vida, de colores y olores que ninguna civilización podría imitar jamás sin importar cuánto lo intentase. ¡Incluso llegó a encontrar con el rabillo del ojo un par de aves con colores preciosos y vibrantes, un contraste que era perceptible a ojo desnudo con las plumas de ébano de sus propias alas. Pero incluso con esta vista, Alistair no podía sacarse de encima ese mal presentimiento que orbitaba su cabeza y carcomía sus pensamientos sin piedad alguna. Una sensación desagradable de la que quería deshacerse cuanto antes, pero hasta que sus miedos no se confirmaran o desmintieran, su única opción yacía en ejercer toda la paciencia que reunía polvo dentro de él.
Se detuvo de golpe ante la indicación de Rats, dedicando atención casi indivisa a su sentido del oído tan pronto el guía hizo alusión a un sonido presente en el lugar. Un ruido blanco de naturaleza les rodeaba, vívido y tan lleno de colores como los que exhibían sus alrededores. Y de repente, poco a poco... Nada. Silencio muerto, privando a los espectadores del ruido blanco en el que estuvieron envueltos. ¿Qué los había hecho callar? La sola pregunta le erizó la piel; el mal sentimiento estaba más que justificado, pero todavía no sabía porqué.
— Es bastante inquietante que un solo animal pueda tener tanto control sobre el bosque. Se siente como si fuese una especie de rey del lugar. — Una palabra que, necesitaba añadir, le desagradaba al punto de revolcarle un poco las tripas. No es que tuviese una vendetta personal y específica por ninguno, pero desde sus años como esclavo, cualquier palabra que tuviera relación alguna con la nobleza veía un rechazo inmediato y prácticamente instintivo en su psique, parte de un mecanismo de defensa seguramente. Claro que, visto desde otro ángulo, esas relaciones monárquicas en la naturaleza eran mucho mas básicas, lo cual en parte amortiguaba su desprecio hacia el concepto en esa específica situación.
La inclinación del suelo marcó el inicio de una apertura conduciendo a un claro en el camino, las cuales guiaban a su vez hacia una oquedad rodeada de flora que solo podía identificar vagamente por sus características más visibles. Se había acabado el viaje cómodo y, a partir de aquí, se veía como terreno peligroso.
La fragancia dulce, imposible de ignorar para el afinado sentido del olfato del Lunarian, invadió su nariz y permeó los pensamientos en su cabeza por unos segundos, atrapado en ese aroma. ¡Podía ser lo que había venido a buscar, y habían tardado poco en acercarse tanto!
Por un segundo, olvidó completamente la mala sensación que aconsejaba en contra de actuar apresuradamente.
— Entendido. Gracias por tu ayuda, Rats. Como acordamos, yo me encargo de lo demás a partir de aquí. — Para este punto, su guía no encontraría objeción alguna del Lunarian si se marchaba de vuelta a la taberna. Las lianas que habían sido cortadas de camino hasta aquí servirían como un excelente guía de regreso una vez tuviera lo que quería, y de llegar a peores, siempre podía ascender forzosamente y buscar otros indicios para saber la dirección por la que había venido. Además, lo último que quería era arriesgar la vida del hombre en caso de que las cosas se tornaran un poco más... Movidas.
Se dispuso a moverse. Desenfundaría la primera de sus katanas y avanzaría hacia el hundimiento en el terreno, buscando un punto apto para descender por su cuenta desde allí. En cuanto a la vegetación que rodeaba, utilizaría la hoja de su arma para apartarla a un lado de ser posible, evitando un contacto directo en caso de que llegase a ser tóxica para el Lunarian o cualquier otro ser vivo, un cuidado que había aprendido con malas experiencias cuando se encontraba con vegetación vibrante de muchos colores, al igual que los animales de similar apariencia. Y si no había manera alguna de apartarla sin que acabara regresándose contra su cara con fuerza, cortaría con cuidado los obstáculos en su camino durante su avance, procurando tener especial cuidado de que ningún trozo de nada saliera volando y se le clavara en la piel.
Era una de esas raras ocasiones en las que amaría poder ocultar sus alas, o al menos encogerlas. No era particularmente cómodo intentar pasar por lugares estrechos con ese par de apéndices negros montados en su espalda, y le eran prácticamente inútiles en cualquier sitio con un techo.