Observó desde la distancia cómo las piezas comenzaron a caer de una en una salvo un par de peones más resistentes que el resto, como si en lugar de un plan improvisado y temerario hubiese sido algo meticulosamente preparado y bien calculado.
Tras bajar de un salto del tejado bajo escuchó un estruendo provocado por el estallido de la pólvora y proveniente del lugar de la pelea. A su vez un segundo sicario encajaba un golpe sobre el hombro del enorme oni, haciéndole perder el equilibrio durante un instante. Dirigió su carrera hacia allí, con intención de apoyar a Balagus y ayudar a defender a los niños, pero el kobito pareció salir de la nada y con gran rapidez descargó un golpe sobre el luchador que acosaba a su compañero. Por otro lado, Silver se encontraba en lo que consideró una frenética vorágine de violencia sobre el otro adversario, por lo que viendo que sus compañeros parecían tener la situación controlada y, previendo el desenlace del enfrentamiento se dirigió hacia la mujer y el que parecía ser el líder de los guardias.
Al llegar y con cuidado en todo momento de no ser víctima colateral de un ataque perdido o lanzado al aire, arrastró a ambos objetivos hasta una distancia segura y prudencial, donde les cacheó en búsqueda de algo útil o armas ocultas que más tarde pudiesen volverse en su contra. Haciendo uso de la cuerda del sheng biao les ató doble y fuertemente manos y pies con intrincados nudos para dificultar su escapatoria, dejando el cuchillo del mismo lejos de ellos y bajo su pie.
Sin quitarles el ojo de encima extrajo la pitillera y tras dar dos suaves golpes con su dedo extrajo un cigarrillo que no tardó en posar suavemente en sus labios. Seguidamente deslizó un fósforo entre sus dedos, prendiendo el tabaco con un agradable aroma que muchos considerarían repulsivo.
Desenfundó esta vez su katana y poniéndola con relativa delicadeza, pero con gran firmeza sobre el cuello del traficante comprobó si seguía vivo, repitiendo la misma operación con la mujer. Aquellos traficantes ahora se habían convertido en sus prisioneros y como tales, no correrían la misma suerte que aquellos a quienes privaban de la libertad para convertirlos en meras mercancías. Trozos de carne que coleccionar o de los que abusar tanto física como emocionalmente. Pero desearían correrla de seguir vivos.
Intentó pasar el cigarro por los orificios nasales de la mujer, con intención de despertarla primero para interrogarla pues tenía la sensación de que se trataría de alguna figura de autoridad de alguna de las organizaciones que se encontraban aquella noche luchando en el puerto por el destino de dos pequeñas criaturas cuya inocencia había sido cruelmente arrebatada.
Tras bajar de un salto del tejado bajo escuchó un estruendo provocado por el estallido de la pólvora y proveniente del lugar de la pelea. A su vez un segundo sicario encajaba un golpe sobre el hombro del enorme oni, haciéndole perder el equilibrio durante un instante. Dirigió su carrera hacia allí, con intención de apoyar a Balagus y ayudar a defender a los niños, pero el kobito pareció salir de la nada y con gran rapidez descargó un golpe sobre el luchador que acosaba a su compañero. Por otro lado, Silver se encontraba en lo que consideró una frenética vorágine de violencia sobre el otro adversario, por lo que viendo que sus compañeros parecían tener la situación controlada y, previendo el desenlace del enfrentamiento se dirigió hacia la mujer y el que parecía ser el líder de los guardias.
Al llegar y con cuidado en todo momento de no ser víctima colateral de un ataque perdido o lanzado al aire, arrastró a ambos objetivos hasta una distancia segura y prudencial, donde les cacheó en búsqueda de algo útil o armas ocultas que más tarde pudiesen volverse en su contra. Haciendo uso de la cuerda del sheng biao les ató doble y fuertemente manos y pies con intrincados nudos para dificultar su escapatoria, dejando el cuchillo del mismo lejos de ellos y bajo su pie.
Sin quitarles el ojo de encima extrajo la pitillera y tras dar dos suaves golpes con su dedo extrajo un cigarrillo que no tardó en posar suavemente en sus labios. Seguidamente deslizó un fósforo entre sus dedos, prendiendo el tabaco con un agradable aroma que muchos considerarían repulsivo.
Desenfundó esta vez su katana y poniéndola con relativa delicadeza, pero con gran firmeza sobre el cuello del traficante comprobó si seguía vivo, repitiendo la misma operación con la mujer. Aquellos traficantes ahora se habían convertido en sus prisioneros y como tales, no correrían la misma suerte que aquellos a quienes privaban de la libertad para convertirlos en meras mercancías. Trozos de carne que coleccionar o de los que abusar tanto física como emocionalmente. Pero desearían correrla de seguir vivos.
Intentó pasar el cigarro por los orificios nasales de la mujer, con intención de despertarla primero para interrogarla pues tenía la sensación de que se trataría de alguna figura de autoridad de alguna de las organizaciones que se encontraban aquella noche luchando en el puerto por el destino de dos pequeñas criaturas cuya inocencia había sido cruelmente arrebatada.