Después de comentarle los precios al mink panda, Asradi solo se quedó esperando o, más bien, contemplándole con cierto interés para ver si se decidía o pasaba de largo. Por supuesto, la sirena esperaba que fuese la primera opción. No estaba falta de dinero, había logrado reunir en los últimos tiempos. Pero siempre venía bien ir ahorrando porque nunca se sabía lo que podía pasar.
— Créeme que sí lo valen. No creo que los encuentres tan rebajados en otro lado. — O a lo mejor sí, quien sabía, pero tenía que saberse vender, por así decirlo. Y no estaba dispuesta a perder ni un solo berry en todo aquello.
Dejó que el mink contase el dinero con tranquilidad. Y, aunque ella estaba relajada, y lo estaba, también analizaba un poco al mink. No parecía un estafador de eses, al menos de buenas a primeras. Cuando, finalmente, el panda le entregó el dinero mencionado, la sonrisa de la sirena se ensanchó y le hizo entrega de los libros en sí al tiempo que ella resguardó y contó, solo por si acaso, de nuevo el dinero.
— Un placer hacer negocios contigo, que te vaya bien. — Se despidió de igual manera.
— Créeme que sí lo valen. No creo que los encuentres tan rebajados en otro lado. — O a lo mejor sí, quien sabía, pero tenía que saberse vender, por así decirlo. Y no estaba dispuesta a perder ni un solo berry en todo aquello.
Dejó que el mink contase el dinero con tranquilidad. Y, aunque ella estaba relajada, y lo estaba, también analizaba un poco al mink. No parecía un estafador de eses, al menos de buenas a primeras. Cuando, finalmente, el panda le entregó el dinero mencionado, la sonrisa de la sirena se ensanchó y le hizo entrega de los libros en sí al tiempo que ella resguardó y contó, solo por si acaso, de nuevo el dinero.
— Un placer hacer negocios contigo, que te vaya bien. — Se despidió de igual manera.