Alistair
Mochuelo
02-11-2024, 06:09 PM
(Última modificación: 05-11-2024, 06:59 PM por Alistair.
Razón: Edit rápido para arreglar el code, que me quedó atroz JSJSJSJS
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—26 de Verano, Año 724—
Observar el caótico estado de Oykot siempre había evocado un enorme caudal de emociones sobre su pecho, y sobre el corazón que dentro de éste latía. Por un lado, la primera oleada mostraba sentimientos de frustración con respecto a haber causado tal destrucción en el reino, incluso si ésta había recaído principalmente en las clases mas pudientes. Sí, por supuesto que se lo merecían, llevaban más que suficiente tiempo viviendo a costa de las clases menos favorecidas, succionando cada moneda que tuvieran la oportunidad de arrebatarle al otro de la forma más avara que pudiera imaginarse. Bien merecido karma puro y duro, al final del día. Pero dentro de todo, si tan solo pudiera ahorrarle el sufrimiento a todo el mundo y hacer que lo solucionasen con un abrazo, sería el primero en proponerlo, apoyarlo y concretarlo.
Por otro lado, en una oleada emocional mas profunda, el momento evocaba una sensación de calma por esta misma razón: Habían devuelto Oykot al pueblo, a quien se había dejado sudor, piel y sangre en forjarlo en lo que era a día de hoy, y no una posesión más la cual subastar al mejor postor por control del terreno. La isla había recibido nuevamente su libertad, por nada más y nada menos que los propios ciudadanos de Oykot, que lucharon hasta el final y dieron su todo porque al menos sus hijos pudiesen ver un nuevo amanecer desde un reino libre de la monarquía. O al menos tan libre como podía estar en un mundo controlado mayoritariamente por el Gobierno Mundial. Los Revolucionarios, dentro de todo, tan solo habían sido la mano que se movía al son de los gritos del pueblo. Una caótica y un poco destructiva mano, pero que brindaba resultados.
"La Taberna del Largo". El establecimiento, como la coincidencia de que fuese una taberna, era algo que le producía un deje de gracia cada vez que se mencionaba. Venía como anillo al dedo que un sitio llevando el apodo de Tofun delante de sí mismo fuese una distribuidora de bebidas capaces de destrozarle el hígado a cualquiera y llevarlos a un viaje astral que ningún ser ha concebido nunca. Y estaba bastante seguro de que, a la primera que se enterara, Tofun sería el primero en ir al lugar para asegurarse de que la confección de los alcoholes fuese segunda a ninguna. No veía al Tontatta permitiendo que un lugar así sirviera tragos mediocres, incluso si él mismo tenía que instruir al personal para que el resultado fuese excelente. Todo de la mejor manera posible. Después de todo, el pequeño revolucionario le tenía un cariño especial a la bebida.
Una vez pasado el tiempo de guerra, florecía en sus resultados el tiempo de la reconstrucción.
El grupo de asalto a Oykot había recibido ordenes nuevas de los cargos superiores de la Armada Revolucionaria. Hacer presencia en los deberes de reconstrucción, ayudar como pudieran, esencialmente sirviendo como el rostro de la Revolución no solo a cara de la violencia que se requería para hacer un cambio en el mundo sino para sembrar los campos arados que dejaba atrás una revolución por choque, y tender a los pastizales para que la hierba mala no creciese otra vez; todo una metáfora, por supuesto, porque ¿a qué narices iban a mandarlos a sembrar plantas cuando había casas por reconstruir y tabernas por levantar?
Toda su tarde se vio ocupada por este deber, moviendo materiales pesados donde sea que lo requiriese -se enorgullecía de su propia fuerza, así que no tenía problema con levantar parte de lo de otros para alivianarles la carga-, colocando tablones en donde se lo solicitasen y en general corriendo de un lugar a otro cumpliendo pedidos, tal que pudiera aportar de todo lo que dispusiera en la reconstrucción del sitio, mandado con prioridad a la construcción de la taberna.
Cuando el sol empezaba a abandonar la coronilla del cielo azul, anunciando el inicio del atardecer, Alistair percibiría el ademán del hombre que había hecho de compañero para el montaje de una base, señalando un descanso que apreciaría muchísimo. ¡No habían parado en todo el día! Algo que, cansancio a un lado, se mostraba en abundantes frutos de poder ver la silueta de la taberna tomando vida poco a poco. Nada perfecto ni demasiado refinado todavía, pero que eventualmente llegaría a ese punto idóneo con suficiente esfuerzo y dedicación. Y decoraciones de buena calidad, no nos vamos a mentir; la taberna no iba a brillar ni sola ni por inercia.
— ¡La verdad es que si! Ha sido un día intenso, pero ha valido la pena totalmente. — Respondió, igualando la energía del hombre con una sonrisa de idéntica envergadura. — En nada este sitio estará brillando y atendiendo cada persona que necesite de un lugar para hacer un festejo. — Pero para eso aún quedaba bastante. Como mucho, el sitio era un esqueleto de lo que ambiciosamente proponía ser.
El hombre se presentó inmediatamente después con un tono que parecía reprocharse a sí mismo, algo que de hecho le hizo caer en cuenta del hecho: No conocía el nombre de la persona con la que había estado martillando el día entero, y viceversa. Un descuido enorme de su parte que no perpetuaría ni un minuto más. — ¿Entonces has venido a echar una mano por pura buena voluntad? ¡Has de ser una muy buena persona entonces, me agrada! Y tanto el pueblo como nosotros te lo agradecemos mil veces, toda mano capacitada para ayudar es muy bien recibida en estos momentos, como habrás notado ya. — Bueno, igual y lo perpetuó unos segundillos y unas cuantas palabras más.
— ¡El mío es Alistair! He venido con los demás a ayudar a Oykot, sí. Lo mínimo que podemos hacer luego de desordenar el lugar por la razón que sea es intentar montar todo de vuelta en un mejor estado que antes. — El revolucionario hubiese mencionado que era por órdenes de sus superiores, pero no sería del todo correcto; salvo una urgencia por partir a otro lugar inmediatamente por orden de la armada, el emplumado se habría quedado aunque sea unos días a brindar una mano amiga, así como el resto de sus compañeros que parecían contemplar permanecer en Oykot un corto tiempo como la movida mas estratégica posible, y regresar a él poco después para verificar que todo estuviese en orden y compartir con el pueblo. No iban a liberarlos y luego dejarlos tirados con la debilidad post-enfrentamiento a gran escala.
El hombre se veía de facciones amables, modesto en contraste con las locuras que sus viajes en cada isla le habían mostrado en otros. ¡Si lo comparaba con cualquiera de sus compañeros, era como ver al día y la noche en el mismo plano! Pues como bien había dicho una de ese caótico grupo: Todos estaban mal de la cabeza. Pero el mejor mal de la cabeza que podía concebirse, y no los cambiaría por nada del mundo. — A todo esto, ¿Qué te trajo a este lugar, Alfred? ¿Algún viaje por conocer los mares? ¿O quizá algo un poco mas específico? — Una pregunta que brotó de genuina curiosidad. No parecía un hombre aventurero como los demás, pero de primera mano había aprendido que las apariencias podían ser engañosas. ¡O quien sabe, quizá era un estudioso que venía de paso por algún conocimiento importante!