Ray
Kuroi Ya
02-08-2024, 09:54 PM
Durante unos segundos el mundo se volvió marrón. El aterrizaje forzoso sobre el suelo con la cara por delante hizo que la boca, los ojos, las fosas nasales y hasta las orejas se le llenaran de tierra. Sin embargo, Ray no aflojó lo más mínimo la presa de sus dedos sobre el asta de la bandera. Lo había conseguido. La victoria era suya. Tenía muchas ganas de demostrar de lo que era capaz, que era digno de la oportunidad que la vida le había ofrecido pese a su baja cuna y que podía ayudar a la gente. Estaba decidido a marcar la diferencia para bien en el mundo, y aquello tan solo era el comienzo.
Poco después se puso en pie, aún embriagado por la dulce sensación del triunfo. Escupió y tosió, tratando de librarse del polvo y la tierra que intentaba atravesar su garganta y colarse hacia el interior de su cuerpo. Sus compañeros del equipo rojo se abalanzaron sobre él, prácticamente hundiéndole en un mar de cuerpos y extremidades que se afanaban por abrazarle. De nuevo el joven dejó de ver el cielo, hundiéndose poco a poco en la maraña de la celebración. El éxtasis que seguía a la victoria era una sensación prácticamente desconocida para el peliblanco, acostumbrado a la crudeza de la vida en el orfanato y, posteriormente, en la calle. Y la paladeó todo lo que fue capaz, procurando disfrutar cada instante de celebración. Al fin y al cabo, había aprendido por las malas que en la vida los momentos difíciles eran más que los felices, aunque estaba dispuesto a esforzarse todo lo posible por conseguir que en adelante eso cambiara.
Cuando el momento de euforia hubo pasado, Ray miró a su alrededor tras limpiarse un poco la cara de los restos de tierra que había en ella. Sus oponentes vestidos de verde mostraban muy distintas formas de aceptar la derrota, desde la más absoluta indiferencia hasta gestos de rabia, pasando por algunas cabezas gachas en señal de ligero desánimo. Un poco más lejos el chico de pelo verde hablaba con la Capitana Montpellier y su subalterno, el Comandante Buchanan. Estaban a demasiada distancia como para escuchar lo que decían, pero por las expresiones de sus rostros parecía que el despistado se había librado de una buena. Su superiora no parecía especialmente molesta, e incluso acababa de esbozar una sonrisa.
Poco después, tras marcharse la jefa de la base, su lugarteniente llamó a Ray en voz alta. Parecía estar indicándole que acudiera hasta su posición. Despidiéndose de sus compañeros con choques de manos y algún que otro abrazo, aún exultante de felicidad, el joven marine se puso en marcha. Todavía llevaba la bandera en la mano, símbolo de su reciente triunfo. Mientras caminaba hacia la posición de su superior varios pensamientos llegaron a su mente: el primero, que casi con total seguridad aquel chico era también un nuevo marine. El segundo, que por algún motivo que no alcanzaba a comprender parecía haber caído en gracia a la peculiar Capitana. Y el tercero que, si había conseguido salir airoso tras dar un pelotazo a su superiora, aquel tipo era alguien que tenía ganas de conocer.
Una vez estuvo a escasos pasos de ellos el Comandante se adelantó y, poniéndole la mano derecha sobre el hombro en un gesto que, dada la diferencia de altura entre ambos, resultaba ligeramente cómico, tomó la palabra:
- Enhorabuena por tu actuación, soldado. Ha sido una gran victoria.
- Gracias, Comandante. La primera de muchas, espero. - replicó Ray mientras esbozaba una traviesa y ligeramente burlona sonrisa en la que su lengua asomó al exterior.
- Te presento al soldado raso Kenshin. - dijo, señalando al chico de pelo verde.
Así que tenía razón, se trataba de otro compañero suyo. Y de su mismo rango además, a diferencia de la mayoría de otros miembros de la promoción, que tenían aún la categoría de reclutas.
- Kenshin, este es... - comenzó a decir el Comandante. No obstante Ray se le adelantó y, dando un paso adelante, ofreció a su nuevo chocar la mano derecha mientras decía.
- Shun D Raymond, también soldado raso y recién alistado. Aunque puedes llamarme Ray.
Guiñó un ojo al peliverde en señal de complicidad. Algo le decía que aquel chico iba a caerle muy bien.
Poco después se puso en pie, aún embriagado por la dulce sensación del triunfo. Escupió y tosió, tratando de librarse del polvo y la tierra que intentaba atravesar su garganta y colarse hacia el interior de su cuerpo. Sus compañeros del equipo rojo se abalanzaron sobre él, prácticamente hundiéndole en un mar de cuerpos y extremidades que se afanaban por abrazarle. De nuevo el joven dejó de ver el cielo, hundiéndose poco a poco en la maraña de la celebración. El éxtasis que seguía a la victoria era una sensación prácticamente desconocida para el peliblanco, acostumbrado a la crudeza de la vida en el orfanato y, posteriormente, en la calle. Y la paladeó todo lo que fue capaz, procurando disfrutar cada instante de celebración. Al fin y al cabo, había aprendido por las malas que en la vida los momentos difíciles eran más que los felices, aunque estaba dispuesto a esforzarse todo lo posible por conseguir que en adelante eso cambiara.
Cuando el momento de euforia hubo pasado, Ray miró a su alrededor tras limpiarse un poco la cara de los restos de tierra que había en ella. Sus oponentes vestidos de verde mostraban muy distintas formas de aceptar la derrota, desde la más absoluta indiferencia hasta gestos de rabia, pasando por algunas cabezas gachas en señal de ligero desánimo. Un poco más lejos el chico de pelo verde hablaba con la Capitana Montpellier y su subalterno, el Comandante Buchanan. Estaban a demasiada distancia como para escuchar lo que decían, pero por las expresiones de sus rostros parecía que el despistado se había librado de una buena. Su superiora no parecía especialmente molesta, e incluso acababa de esbozar una sonrisa.
Poco después, tras marcharse la jefa de la base, su lugarteniente llamó a Ray en voz alta. Parecía estar indicándole que acudiera hasta su posición. Despidiéndose de sus compañeros con choques de manos y algún que otro abrazo, aún exultante de felicidad, el joven marine se puso en marcha. Todavía llevaba la bandera en la mano, símbolo de su reciente triunfo. Mientras caminaba hacia la posición de su superior varios pensamientos llegaron a su mente: el primero, que casi con total seguridad aquel chico era también un nuevo marine. El segundo, que por algún motivo que no alcanzaba a comprender parecía haber caído en gracia a la peculiar Capitana. Y el tercero que, si había conseguido salir airoso tras dar un pelotazo a su superiora, aquel tipo era alguien que tenía ganas de conocer.
Una vez estuvo a escasos pasos de ellos el Comandante se adelantó y, poniéndole la mano derecha sobre el hombro en un gesto que, dada la diferencia de altura entre ambos, resultaba ligeramente cómico, tomó la palabra:
- Enhorabuena por tu actuación, soldado. Ha sido una gran victoria.
- Gracias, Comandante. La primera de muchas, espero. - replicó Ray mientras esbozaba una traviesa y ligeramente burlona sonrisa en la que su lengua asomó al exterior.
- Te presento al soldado raso Kenshin. - dijo, señalando al chico de pelo verde.
Así que tenía razón, se trataba de otro compañero suyo. Y de su mismo rango además, a diferencia de la mayoría de otros miembros de la promoción, que tenían aún la categoría de reclutas.
- Kenshin, este es... - comenzó a decir el Comandante. No obstante Ray se le adelantó y, dando un paso adelante, ofreció a su nuevo chocar la mano derecha mientras decía.
- Shun D Raymond, también soldado raso y recién alistado. Aunque puedes llamarme Ray.
Guiñó un ojo al peliverde en señal de complicidad. Algo le decía que aquel chico iba a caerle muy bien.