Marvolath
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02-11-2024, 08:19 PM
En la oscuridad de la noche las notas eran apenas sombras sobre sombras, pero con tiempo y esfuerzo fue capaz de descifrar lo principal. Los residuos se repartían en múltiples localizaciones menores, posiblemente tapaderas que se deshacían del material discretamente, sin saber qué hacían realmente. Una engranaje más de la maquinaria, como el infeliz carretero al que había interrogado minutos antes. Pero una de las localizaciones destacaba, no sólo por su nombre - "Centro de procesamiento y descarga" - sino por ser el final de ruta de los envíos.
Concentrado como estaba en descifrar los documentos no se percató de la llegada de las dos nuevas figuras hasta que interrogaron al conductor.
No parece que hayan quedado convencidos. Parece que no me ha mencionado, pero lo hará cuando las preguntas sean más convincentes. - pensó con preocupación.
El reloj seguía corriendo, y sus acciones no pasarían desapercibidas mucho más tiempo. Debía de actuar con rapidez, y salir antes de que supieran de él. Desde la azotea tenía una buena vista de la ciudad y el río, y no le costó orientarse para encaminarse hacia el edificio abandonado. Igual que había hecho al emboscar la carreta, se sirvió de su agilidad para recorrer los tejados, lejos de miradas curiosas tras las ventanas y de las lámparas de aceite que mantenían a raya la tan provechosa oscuridad.
El aire cálido y pesado de la ciudad le sofocaba al correr, y aún no había llegado a las afueras cuando sintió como el sudor le humedecía la piel. Poco a poco los edificios fueron escaseando, obligándole a continuar a pie. Sentía el tacto blanco de la tierra y la hierba mientras recorría dos finas franjas de hierba, que supuso habrían creado las carretas en su ir y venir. El viento, libre de la prisión de los edificios, soplaba como una brisa que aligeraba el cargado aire de la ciudad. Se sintió renovado y fresco, como si pudiera correr toda la noche tras llevar días de incómodo reposo.
Casi sin darse cuenta, acabó por encontrar un edificio que encajaba con la descripción del almacén, excepto por la vigilancia que atisbaba a ver desde la distancia y las luces en el interior, poco comunes en edificios abandonados. Sirviéndose nuevamente de la oscuridad, su tamaño, y su agilidad, se acercó con cuidado, evaluando la seguridad y buscando posibles rutas de entrada.
Si quería conocer la actividad del interior debía de entrar con sigilo, sin llamar la atención. Podía asumir que un negocio tan discreto no podría emplear a muchos trabajadores y pasar desapercibido, quizá unos cuantos empleados que sirviesen a su vez de guardia. Con algo de suerte, algunos tendrían información importante, o tuviesen documentos como el que había conseguido del conductor.
Si tardaba mucho llegaría la carreta, que si bien podría ser una distracción útil para entrar, también podría traer noticias del incidente y quizá les pusiera en alerta. Si la situación se llegaba a torcer... confiaba en su habilidad para defenderse, o para huir si fuera necesario.
Concentrado como estaba en descifrar los documentos no se percató de la llegada de las dos nuevas figuras hasta que interrogaron al conductor.
No parece que hayan quedado convencidos. Parece que no me ha mencionado, pero lo hará cuando las preguntas sean más convincentes. - pensó con preocupación.
El reloj seguía corriendo, y sus acciones no pasarían desapercibidas mucho más tiempo. Debía de actuar con rapidez, y salir antes de que supieran de él. Desde la azotea tenía una buena vista de la ciudad y el río, y no le costó orientarse para encaminarse hacia el edificio abandonado. Igual que había hecho al emboscar la carreta, se sirvió de su agilidad para recorrer los tejados, lejos de miradas curiosas tras las ventanas y de las lámparas de aceite que mantenían a raya la tan provechosa oscuridad.
El aire cálido y pesado de la ciudad le sofocaba al correr, y aún no había llegado a las afueras cuando sintió como el sudor le humedecía la piel. Poco a poco los edificios fueron escaseando, obligándole a continuar a pie. Sentía el tacto blanco de la tierra y la hierba mientras recorría dos finas franjas de hierba, que supuso habrían creado las carretas en su ir y venir. El viento, libre de la prisión de los edificios, soplaba como una brisa que aligeraba el cargado aire de la ciudad. Se sintió renovado y fresco, como si pudiera correr toda la noche tras llevar días de incómodo reposo.
Casi sin darse cuenta, acabó por encontrar un edificio que encajaba con la descripción del almacén, excepto por la vigilancia que atisbaba a ver desde la distancia y las luces en el interior, poco comunes en edificios abandonados. Sirviéndose nuevamente de la oscuridad, su tamaño, y su agilidad, se acercó con cuidado, evaluando la seguridad y buscando posibles rutas de entrada.
Si quería conocer la actividad del interior debía de entrar con sigilo, sin llamar la atención. Podía asumir que un negocio tan discreto no podría emplear a muchos trabajadores y pasar desapercibido, quizá unos cuantos empleados que sirviesen a su vez de guardia. Con algo de suerte, algunos tendrían información importante, o tuviesen documentos como el que había conseguido del conductor.
Si tardaba mucho llegaría la carreta, que si bien podría ser una distracción útil para entrar, también podría traer noticias del incidente y quizá les pusiera en alerta. Si la situación se llegaba a torcer... confiaba en su habilidad para defenderse, o para huir si fuera necesario.