Ragnheidr Grosdttir
Stormbreaker
03-11-2024, 09:54 AM
Ragn escucha las palabras de Douma con una paciencia poco común en él, dejando que el joven se tome su tiempo para observarlo de arriba a abajo. Las cejas de Ragn apenas se arquean y esboza una leve sonrisa cuando Douma menciona el recuerdo de sus días en el Baratie. Al escuchar su propio nombre en boca de Douma, una chispa de emoción se enciende en su interior, aunque su semblante se mantiene firme y severo. Ragn nunca fue un hombre de grandes gestos, pero ese instante le trae de golpe una cálida memoria de su tiempo pasado en el Baratie, junto a Zaza, aquel viejo cocinero de agallas y paciencia infinita. — Qué pequeño serrr mundo. — Responde con un tono profundo, su voz mezclada de respeto y una especie de orgullo rústico. — ¿Cómo estarrr tu padrrre? son días que llevarrr aquí y aún no he podido saludarrrr. — Dice, ladeando un poco la cabeza y apretando un puño contra el pecho en un gesto de respeto, como si el recuerdo de Zaza encendiera una llama de gratitud en su interior. La imagen del anciano enseñándole a perfeccionar el corte, ahumar y a reconocer el punto exacto de una carne bien cocida le produce una sensación extraña de nostalgia. Antes de eso, Ragn practicamente se comía la carne cruda. Sin embargo, la expresión del vikingo se mantiene tranquila, y se limita a asentir hacia Douma, sin mayores palabras, aunque sus ojos dicen más de lo que su boca expresa. A todo esto no cesaba de mover el brazo con la pesa. Sin embargo, si todo iba hacia donde parecía ... Debía dejar de ejercitarse. Se quitó la pesa de la mano, rompiendo el nudo y dejando caer los metales. Después sacó de un bolsillo sus guantes con puño americano adherido.
El momento dura poco. La tensión en el rostro de Douma vuelve a captar su atención cuando el muchacho clava la mirada en el barco que se aproxima, una nave que parece traer un mal augurio. Ragn observa el tic en la mandíbula de Douma y al seguir la dirección de su mirada, nota esa bandera extraña, un trapo donde una calavera eclipsa una pizza y ondea con arrogancia. La comprensión empieza a llenar sus pensamientos. No hace falta mucho para entender que esa tripulación no llega en son de paz. Así que era eso. Sin necesidad de pedir permiso, Ragn da un paso hacia adelante, dejando que su imponente figura se levante como una muralla entre Douma y el horizonte. Apenas cruza los brazos, dejando ver que su mirada ya no está en el barco, sino en el joven frente a él. — No tenerrr que pedirrr. — Le miró fijamente, justo un momento antes de que se lo pidiera. — ¡Que no pedirrr! — Le golpeó el pecho ligeramente, en un gesto de calidez. — Hoy serrrá último día que pisen el glorrrioso comedorrr de Barratie. — Diría con honestidad y orgullo.
Sin decir palabra, Ragn asiente con gravedad, y el brillo en sus ojos se intensifica al escuchar la propuesta de Douma. La promesa de un combate, especialmente uno que involucre el honor del Baratie, lo motiva más que cualquier banquete. En un rápido movimiento, sube al bote junto a Douma, notando su agilidad y destreza para manejar la situación. El joven parece haber heredado no solo el temple de su padre, sino también su visión clara de lo que importa. Sin más preámbulos, ambos comienzan a remar. Ragn toma los remos con firmeza, haciendo avanzar la pequeña embarcación con rápidos movimientos. El ritmo es pesado pero constante, el agua se resiste y aunque no suelta palabra, sus gestos denotan la seriedad con la que ha tomado esta misión. Douma observa al horizonte, en dirección al barco enemigo que ondea la bandera de la calavera y la pizza. Los músculos de ambos están tensos, como si cada palada fuera una cuenta regresiva hacia el inminente choque.
De repente, un disparo resuena. Luego otro. Y otro más.
—¡Malditos! —Gruñe Ragn, apretando los dientes mientras intenta esquivar con el bote los disparos que vienen desde el barco. Pero el cuarto impacto perfora el costado de la embarcación y el quinto rompe una de las maderas del banco donde Douma está sentado. La explosión de astillas les hace cubrirse y una de ellas corta ligeramente la mejilla de Ragn, quien apenas se inmuta y continúa remando con la misma intensidad, como si el daño fuera una simple picadura. Douma también tiene un rasguño en el brazo, pero en sus ojos no hay miedo, solo esa rabia controlada que sigue alimentando sus movimientos. El agua empieza a filtrarse por el agujero en el costado del bote, dificultando cada remada. Ragn y Douma, empapados y ahora con el bote herido, siguen avanzando hacia el barco enemigo. Ragn sonríe de lado, sintiendo cómo el dolor apenas aviva su determinación. —¿Creen que molestarrr un parrr de disparrrros? —Menciona Ragn, remando con fuerza redoblada, empujando el bote hasta el límite. El barco de los piratas está cada vez más cerca y finalmente, con un empujón que parece una última explosión de fuerza, logran acercarse lo suficiente para lanzarse a cubierta. Con una agilidad impresionante para alguien de su tamaño, Ragn sube primero, seguido de Douma. Ambos caen sobre la madera del barco enemigo, respirando agitados, pero listos para el combate que prometieron dar.
Con paso lento, el vikingo avanzaba, mirando atentamente a todas partes. Se concentró tanto que le parecía sentir ... Cosas. Aquello, dicho por Ubben, era el haki. Un haki que todavía no comprendía del todo. A todo esto, Ragn comenzó a generar ciertos hilos alrededor de sus brazos, unos hilos gaseosos de un tono blanquecino. Aunque eran casi imperceptibles.
El momento dura poco. La tensión en el rostro de Douma vuelve a captar su atención cuando el muchacho clava la mirada en el barco que se aproxima, una nave que parece traer un mal augurio. Ragn observa el tic en la mandíbula de Douma y al seguir la dirección de su mirada, nota esa bandera extraña, un trapo donde una calavera eclipsa una pizza y ondea con arrogancia. La comprensión empieza a llenar sus pensamientos. No hace falta mucho para entender que esa tripulación no llega en son de paz. Así que era eso. Sin necesidad de pedir permiso, Ragn da un paso hacia adelante, dejando que su imponente figura se levante como una muralla entre Douma y el horizonte. Apenas cruza los brazos, dejando ver que su mirada ya no está en el barco, sino en el joven frente a él. — No tenerrr que pedirrr. — Le miró fijamente, justo un momento antes de que se lo pidiera. — ¡Que no pedirrr! — Le golpeó el pecho ligeramente, en un gesto de calidez. — Hoy serrrá último día que pisen el glorrrioso comedorrr de Barratie. — Diría con honestidad y orgullo.
Sin decir palabra, Ragn asiente con gravedad, y el brillo en sus ojos se intensifica al escuchar la propuesta de Douma. La promesa de un combate, especialmente uno que involucre el honor del Baratie, lo motiva más que cualquier banquete. En un rápido movimiento, sube al bote junto a Douma, notando su agilidad y destreza para manejar la situación. El joven parece haber heredado no solo el temple de su padre, sino también su visión clara de lo que importa. Sin más preámbulos, ambos comienzan a remar. Ragn toma los remos con firmeza, haciendo avanzar la pequeña embarcación con rápidos movimientos. El ritmo es pesado pero constante, el agua se resiste y aunque no suelta palabra, sus gestos denotan la seriedad con la que ha tomado esta misión. Douma observa al horizonte, en dirección al barco enemigo que ondea la bandera de la calavera y la pizza. Los músculos de ambos están tensos, como si cada palada fuera una cuenta regresiva hacia el inminente choque.
De repente, un disparo resuena. Luego otro. Y otro más.
—¡Malditos! —Gruñe Ragn, apretando los dientes mientras intenta esquivar con el bote los disparos que vienen desde el barco. Pero el cuarto impacto perfora el costado de la embarcación y el quinto rompe una de las maderas del banco donde Douma está sentado. La explosión de astillas les hace cubrirse y una de ellas corta ligeramente la mejilla de Ragn, quien apenas se inmuta y continúa remando con la misma intensidad, como si el daño fuera una simple picadura. Douma también tiene un rasguño en el brazo, pero en sus ojos no hay miedo, solo esa rabia controlada que sigue alimentando sus movimientos. El agua empieza a filtrarse por el agujero en el costado del bote, dificultando cada remada. Ragn y Douma, empapados y ahora con el bote herido, siguen avanzando hacia el barco enemigo. Ragn sonríe de lado, sintiendo cómo el dolor apenas aviva su determinación. —¿Creen que molestarrr un parrr de disparrrros? —Menciona Ragn, remando con fuerza redoblada, empujando el bote hasta el límite. El barco de los piratas está cada vez más cerca y finalmente, con un empujón que parece una última explosión de fuerza, logran acercarse lo suficiente para lanzarse a cubierta. Con una agilidad impresionante para alguien de su tamaño, Ragn sube primero, seguido de Douma. Ambos caen sobre la madera del barco enemigo, respirando agitados, pero listos para el combate que prometieron dar.
Con paso lento, el vikingo avanzaba, mirando atentamente a todas partes. Se concentró tanto que le parecía sentir ... Cosas. Aquello, dicho por Ubben, era el haki. Un haki que todavía no comprendía del todo. A todo esto, Ragn comenzó a generar ciertos hilos alrededor de sus brazos, unos hilos gaseosos de un tono blanquecino. Aunque eran casi imperceptibles.