King Kazma
Shiromimi
03-11-2024, 09:21 PM
Había pasado toda una noche atormentado por la fiebre de una enfermedad que había contraído. Afortunadamente para él, resultó no ser nada importante y a la mañana siguiente ya estaba casi como nuevo, obviando la falta de descanso. Se sentía como si le hubiera pasado un barco por encima, pero al menos ya no deliraba y podía moverse. Tras estirar y calentar un poco los músculos para desentumecerse y quitarse la pereza de encima, recogió el improvisado campamento al amparo de una cueva, llevándole casi el doble de tiempo de lo habitual. Y es que cuando uno está cansado no rinde igual que cuando ha dormido sus ocho horas diarias recomendadas, al amparo que ofrecía una casa, en la comodidad de una cama.
Esa noche de reflexión profunda por sus sueños y su mente a través de las alucinaciones febriles le caló hondo. No era capaz de quitarse de la cabeza la imagen de su madre preocupada, sin poder hacer nada en sus ratos libres salvo mirar por la ventana esperando ver a su hijo regresar al hogar o llorar desconsoladamente. O a su padre, intentando ocupar su mente con cualquier cosa, cualquier actividad después del trabajo, ya fuera reparar una silla rota, pintar una pared o construir un cobertizo nuevo. A pesar de haberse endurecido durante sus viajes, de haber puesto una capa extra alrededor de su corazón para que su determinación no se rompiera, pensar en esas escenas le hacía daño. Al fin y al cabo no era un monstruo, quería a sus padres, pero su felicidad era incompatible con el estilo de vida que ellos le podían ofrecer. Tenía… Tenía que mandarles una carta, así que una vez todo empaquetado de nuevo, se puso en marcha rumbo al pueblo más cercano para buscar papel, bolígrafo y una oficina postal.
Esa noche de reflexión profunda por sus sueños y su mente a través de las alucinaciones febriles le caló hondo. No era capaz de quitarse de la cabeza la imagen de su madre preocupada, sin poder hacer nada en sus ratos libres salvo mirar por la ventana esperando ver a su hijo regresar al hogar o llorar desconsoladamente. O a su padre, intentando ocupar su mente con cualquier cosa, cualquier actividad después del trabajo, ya fuera reparar una silla rota, pintar una pared o construir un cobertizo nuevo. A pesar de haberse endurecido durante sus viajes, de haber puesto una capa extra alrededor de su corazón para que su determinación no se rompiera, pensar en esas escenas le hacía daño. Al fin y al cabo no era un monstruo, quería a sus padres, pero su felicidad era incompatible con el estilo de vida que ellos le podían ofrecer. Tenía… Tenía que mandarles una carta, así que una vez todo empaquetado de nuevo, se puso en marcha rumbo al pueblo más cercano para buscar papel, bolígrafo y una oficina postal.