Drake Longspan
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03-11-2024, 10:27 PM
El sol bañaba el sendero con su luz cálida cuando el trío llegó a las primeras casas del pueblo, y el ambiente parecía cargado de una serena despedida. La misión había sido un éxito y los tres sentían una mezcla de satisfacción y nostalgia por la aventura compartida. Allí, bajo el sol del mediodía y con la brisa ligera acariciándolos, sabían que era el momento de separarse.
Akari, con la flor de loto cuidadosamente guardada en su bolsillo y su libro de herbología entre las manos, miró a sus compañeros con una sonrisa agradecida. La joven comprendía lo valiosa que había sido la ayuda de Panda y Chipper, pero su camino ahora la llevaba de vuelta al pueblo de, rumbo a nuevas investigaciones en medicina y las propiedades de la flor. Sus ojos brillaban con la promesa de que, en su panadería, habría siempre un rincón especial para ellos. Con un último abrazo, cálido y sincero, se despidió de Panda, sintiendo el suave pelaje del oso bajo sus brazos. Luego, tomó a Chipper en sus manos, dándole un pequeño beso en la cabeza, un gesto que desató una última risita del tontatta. Con un adiós silencioso, Akari giró en dirección al pueblo y comenzó a caminar, dejando tras de sí el eco de sus pasos.
Panda, que observaba su figura desvanecerse entre la gente, sintió una gratitud tranquila hacia ella. Sabía que su camino estaba en el mar, entre los vaivenes de las olas y las costas lejanas. Aún quedaba bambú por recolectar y provisiones por reunir, y aunque amaba la compañía, su espíritu libre le pedía retomar su viaje. La promesa de nuevos encuentros y aventuras le daban fuerza, y con el bolso repleto de bambú, inició su marcha hacia el puerto, la vista puesta en el horizonte. Miró al tontatta y sonrió, con la certeza de que algún día el destino los uniría de nuevo.
Chipper, el pequeño Tontatta, por su parte, permaneció en silencio un momento, viendo cómo cada uno de sus amigos se alejaba por caminos distintos. Su pequeño corazón, lleno de energía y curiosidad, comprendía que las aventuras siempre llevan a unirse y separarse, y aceptaba ambas con igual alegría. Se ajustó su capa y emprendió su propio camino hacia el bosque, en busca de un refugio cálido y tal vez algunas nueces para su colección. Mientras avanzaba, recordó cada momento compartido, cada risa y cada peligro, llevando con él las enseñanzas y la compañía que aquella compañía le había dado.
Así, con la brisa suave y el sol iluminando cada sendero, los tres aventureros siguieron sus propios caminos, cada uno en dirección a sus sueños y responsabilidades, con la certeza de que sus caminos se cruzarían de nuevo algún día. Y mientras el eco de sus risas aún flotaba en el aire, el bosque de la isla, el mar y el pueblo de artesanos los acogían, sabiendo que los lazos forjados en una aventura jamás se desvanecen del todo.
Akari, con la flor de loto cuidadosamente guardada en su bolsillo y su libro de herbología entre las manos, miró a sus compañeros con una sonrisa agradecida. La joven comprendía lo valiosa que había sido la ayuda de Panda y Chipper, pero su camino ahora la llevaba de vuelta al pueblo de, rumbo a nuevas investigaciones en medicina y las propiedades de la flor. Sus ojos brillaban con la promesa de que, en su panadería, habría siempre un rincón especial para ellos. Con un último abrazo, cálido y sincero, se despidió de Panda, sintiendo el suave pelaje del oso bajo sus brazos. Luego, tomó a Chipper en sus manos, dándole un pequeño beso en la cabeza, un gesto que desató una última risita del tontatta. Con un adiós silencioso, Akari giró en dirección al pueblo y comenzó a caminar, dejando tras de sí el eco de sus pasos.
Panda, que observaba su figura desvanecerse entre la gente, sintió una gratitud tranquila hacia ella. Sabía que su camino estaba en el mar, entre los vaivenes de las olas y las costas lejanas. Aún quedaba bambú por recolectar y provisiones por reunir, y aunque amaba la compañía, su espíritu libre le pedía retomar su viaje. La promesa de nuevos encuentros y aventuras le daban fuerza, y con el bolso repleto de bambú, inició su marcha hacia el puerto, la vista puesta en el horizonte. Miró al tontatta y sonrió, con la certeza de que algún día el destino los uniría de nuevo.
Chipper, el pequeño Tontatta, por su parte, permaneció en silencio un momento, viendo cómo cada uno de sus amigos se alejaba por caminos distintos. Su pequeño corazón, lleno de energía y curiosidad, comprendía que las aventuras siempre llevan a unirse y separarse, y aceptaba ambas con igual alegría. Se ajustó su capa y emprendió su propio camino hacia el bosque, en busca de un refugio cálido y tal vez algunas nueces para su colección. Mientras avanzaba, recordó cada momento compartido, cada risa y cada peligro, llevando con él las enseñanzas y la compañía que aquella compañía le había dado.
Así, con la brisa suave y el sol iluminando cada sendero, los tres aventureros siguieron sus propios caminos, cada uno en dirección a sus sueños y responsabilidades, con la certeza de que sus caminos se cruzarían de nuevo algún día. Y mientras el eco de sus risas aún flotaba en el aire, el bosque de la isla, el mar y el pueblo de artesanos los acogían, sabiendo que los lazos forjados en una aventura jamás se desvanecen del todo.
Sol en la flor,
se alejan sus caminos,
queda la unión.