Ray
Kuroi Ya
04-11-2024, 08:41 PM
La enorme criatura, incapaz de enfrentar al mismo tiempo a los tres poderosos guerreros que habían acudido a cazarla, cayó al fin tras la última andanada de ataques lanzados por los dos marines y el oni. La luz en sus ojos se apagó progresivamente mientras la vida lo abandonaba y caía hacia las aguas. Su voz se apagó, resultando imposible ya percibirla ni siquiera mediante el Haki, en un claro indicativo de que había dejado de existir. Ray respiró aliviado por un segundo, aunque consciente aún de la presencia del encapuchado que, en caso de ser un enemigo, podía complicar y mucho las cosas. Precisamente ese tipo, viendo lo ocurrido, sacó un puñal que clavó en la pared de rocas antes de que el peliblanco pudiera hacer nada por evitarlo.
Precisamente por haber centrado su atención en esa figura el joven marine no fue capaz de ver la ola que se dirigía hacia él. Y no solo hacia él, pues la caída del monstruo muerto al mar había provocado que este se enrabietara, golpeando todo a su alrededor con gran furia. La fuerza de la ola lanzó al militar de cabellos plateados hacia atrás pese a que se encontraba en el aire. Incapaz de detenerse ni de controlar su trayectoria, recorrió la distancia que le separaba de la pared en muy pocos segundos. Aunque, dado que ya había empezado a ralentizar su involuntario movimiento cuando este se detuvo abruptamente al chocar contra la pared de la cueva, el impacto no fue especialmente duro. Un sutil latigazo de dolor invadió su espalda, lugar en el que se había golpeado, mientras recuperaba la compostura. Lo logró justo a tiempo para ver que, fruto de la grieta provocada por la daga del encapuchado, muchas de las estalactitas que habían contemplado desde el techo de la gruta su combate frente a la peligrosa bestia caían ahora sobre ellos.
El alférez, veloz como siempre, se movió para evitar que aquellas mortales e improvisadas armas acabaran con él. Voló hacia abajo en diagonal para evitar tres de ellas, dando al aterrizar una voltereta con la que se libró otras tres para acto seguido volver a lanzarse hacia arriba en oblicuo, consiguiendo no ser golpeado por ninguna de las diez puntiagudas rocas que pasaron cerca de su posición.
Para colmo, en cuanto hubo recuperado la compostura, sus antenas le avisaron de un nuevo peligro. Un extraño aroma procedía del cadáver de la bestia, cuyo estómago había sido abierto por las afiladas rocas. De él emanaba una especie de vapor azulado que no auguraba nada bueno. Este iba extendiéndose de forma lenta, pero segura, y si no se daban prisa en salir de allí probablemente no pasaría demasiado tiempo hasta que ocupase toda la superficie de la caverna, que parecía haber quedado sellada producto del desprendimiento.
Pero ni Ray ni sus acompañantes tenían en mente morir allí. O al menos no en aquel momento. Mientras Octojin y Balagus se dirigían a una de las paredes y la golpeaban con fuerza para intentar abrir un agujero, Ray intentaría localizar al encapuchado. Dado que se encontraba en la parte más profunda de la gruta parecía imposible que la hubiera abandonado, y si lo había hecho tenía que haber dejado un camino tras él. Su Haki, su vista de zángano y sus antenas sin duda podrían darle más datos al respecto.
Precisamente por haber centrado su atención en esa figura el joven marine no fue capaz de ver la ola que se dirigía hacia él. Y no solo hacia él, pues la caída del monstruo muerto al mar había provocado que este se enrabietara, golpeando todo a su alrededor con gran furia. La fuerza de la ola lanzó al militar de cabellos plateados hacia atrás pese a que se encontraba en el aire. Incapaz de detenerse ni de controlar su trayectoria, recorrió la distancia que le separaba de la pared en muy pocos segundos. Aunque, dado que ya había empezado a ralentizar su involuntario movimiento cuando este se detuvo abruptamente al chocar contra la pared de la cueva, el impacto no fue especialmente duro. Un sutil latigazo de dolor invadió su espalda, lugar en el que se había golpeado, mientras recuperaba la compostura. Lo logró justo a tiempo para ver que, fruto de la grieta provocada por la daga del encapuchado, muchas de las estalactitas que habían contemplado desde el techo de la gruta su combate frente a la peligrosa bestia caían ahora sobre ellos.
El alférez, veloz como siempre, se movió para evitar que aquellas mortales e improvisadas armas acabaran con él. Voló hacia abajo en diagonal para evitar tres de ellas, dando al aterrizar una voltereta con la que se libró otras tres para acto seguido volver a lanzarse hacia arriba en oblicuo, consiguiendo no ser golpeado por ninguna de las diez puntiagudas rocas que pasaron cerca de su posición.
Para colmo, en cuanto hubo recuperado la compostura, sus antenas le avisaron de un nuevo peligro. Un extraño aroma procedía del cadáver de la bestia, cuyo estómago había sido abierto por las afiladas rocas. De él emanaba una especie de vapor azulado que no auguraba nada bueno. Este iba extendiéndose de forma lenta, pero segura, y si no se daban prisa en salir de allí probablemente no pasaría demasiado tiempo hasta que ocupase toda la superficie de la caverna, que parecía haber quedado sellada producto del desprendimiento.
Pero ni Ray ni sus acompañantes tenían en mente morir allí. O al menos no en aquel momento. Mientras Octojin y Balagus se dirigían a una de las paredes y la golpeaban con fuerza para intentar abrir un agujero, Ray intentaría localizar al encapuchado. Dado que se encontraba en la parte más profunda de la gruta parecía imposible que la hubiera abandonado, y si lo había hecho tenía que haber dejado un camino tras él. Su Haki, su vista de zángano y sus antenas sin duda podrían darle más datos al respecto.