El joven peliblanco juraría haber visto cómo su amigo hacía involuntariamente ademán de llevarse la mano a la empuñadura de su espada, pero su arma no estaba allí, puesto que acababan de enfrentarse a una carrera de obstáculos en la que solo le habría estorbado. Aún así, resultaba curioso ver cómo los instintos de su compañero estaban a flor de piel, encendidos aún más por la sana pero intensa rivalidad entre ambos. De hecho respondió a su provocación aceptando su propuesta de echar una nueva carrera pero con Ray teniendo permitido transformarse si él a cambio podía utilizar sus desplazamientos. Este se disponía a darle la mano, para sellar la aceptación del reto cuando una voz conocida les interrumpió.
El Comandante Buchanan, con su potente tono de voz que irremediablemente imponía respeto, indicó que lo más adecuado para zanjar aquello sería medirse en un combate. Al fin y al cabo, como bien expresó, de nada servía ser el que más rápido corría de toda la Marina si no se sabía aplicar esa ventaja en la práctica. Tenía sentido, y el joven de cabellos plateados no pudo sino asentir. Eso sí, su superior aclaró una cosa que para Ray resultaba obvia. Aquello, por muy en serio que se lo tomaran, no era más que una prueba. Pasara lo que pasara en el campo de batalla y ganara quien ganara no podía haber después ningún rencor ni rencilla.
Takahiro, tan poco prudente como de costumbre, lanzó un último reto con una nueva bravuconada, dejando implícito que si el zángano se negaba era por falta de la valentía necesaria para enfrentarse a él. Ray sonrió con confianza y miró a su amigo a los ojos:
- Espero que seas capaz de seguirme el ritmo. - Le dijo con un tono ligeramente burlón en su voz. Aquello le estaba resultando enormemente divertido y estimulante, así como una de las mejores maneras que se le ocurrían para probar sus habilidades ante otro de los mayores valores emergentes de la Marina que, además de todo eso, resultaba ser uno de sus compañeros de brigada y uno de sus amigos más cercanos.
Mientras Takahiro iba a por su katana el luchador aprovechó para correr suavemente hasta el campo de entrenamiento numero ocho, el lugar elegido para su enfrentamiento, y para una vez allí realizar algunos ejercicios que le permitieran mantener la activación de sus músculos conseguida durante la carrera de forma que pudiera empezar el combate en mejores condiciones. Alternó series de flexiones con otras de saltos llevándose las rodillas al pecho y de sentadillas. De esa forma todos los músculos de su cuerpo terminaron de entrar en calor, quedando en perfectas condiciones para cuando el peliverde estuvo de vuelta.
Las facciones del joven comenzaron a cambiar cuando se situó en uno de los lados del campo, dejando de ser totalmente humanas para convertirse en algo más. Unas alas brotaron a su espalda, y unas antenas emergieron en lo más alto de su cabeza mientras su cuerpo se tornaba amarillo y negro. Adoptó una postura de guardia, con las rodillas ligeramente flexionadas y los puños levantados protegiendo su rostro. Al otro lado, Takahiro tenía su mano en torno a la empuñadura de su espada, también listo para que la contienda diera comienzo.
Entonces Buchanan, situado en el centro del escenario, recordó que debía de ser un combate limpio, a lo que el peliblanco asintió. Tenía muchos trucos, y no todos ellos considerados honorables por según qué clase de personas, pero no había necesidad de utilizar ninguna de sus artimañas más elaboradas peleando contra un amigo. Al menos por el momento.
Cuando su superior dio la señal el joven activó su Haki, tratando de leer las intenciones del peliverde. Este amagó con lanzar su arma para, acto seguido, acelerar bruscamente para recortar la distancia entre ambos y tratar de alcanzarle, pero el usuario de fruta del diablo fue más rápido. Antes de que Taka llegase a su posición dio una voltereta hacia delante y hacia su derecha, con intención de terminar en una posición oblicua respecto de él en la que este estuviera dándole la espalda parcialmente para, desde ahí rotar su cuerpo a gran velocidad y dislocar parcialmente su hombro para ganar alcance y tratar golpear con tanta dureza y rapidez como fue capaz el antebrazo de su compañero con el objetivo tanto de dañarle como de desarmarle. Su brazo se había tornado de un brillante color negro que reflejaba toda la fuerza de voluntad del militar, todo el esfuerzo y las ganas que estaba poniendo en ese enfrentamiento que, aunque pudiera parecer inocente, no lo era ni mucho menos. No pensaba guardarse nada. Pensaba demostrarle a Takahiro quién era de verdad el más veloz del Cuartel General. Iba a aprender lo que era la auténtica rapidez.
El Comandante Buchanan, con su potente tono de voz que irremediablemente imponía respeto, indicó que lo más adecuado para zanjar aquello sería medirse en un combate. Al fin y al cabo, como bien expresó, de nada servía ser el que más rápido corría de toda la Marina si no se sabía aplicar esa ventaja en la práctica. Tenía sentido, y el joven de cabellos plateados no pudo sino asentir. Eso sí, su superior aclaró una cosa que para Ray resultaba obvia. Aquello, por muy en serio que se lo tomaran, no era más que una prueba. Pasara lo que pasara en el campo de batalla y ganara quien ganara no podía haber después ningún rencor ni rencilla.
Takahiro, tan poco prudente como de costumbre, lanzó un último reto con una nueva bravuconada, dejando implícito que si el zángano se negaba era por falta de la valentía necesaria para enfrentarse a él. Ray sonrió con confianza y miró a su amigo a los ojos:
- Espero que seas capaz de seguirme el ritmo. - Le dijo con un tono ligeramente burlón en su voz. Aquello le estaba resultando enormemente divertido y estimulante, así como una de las mejores maneras que se le ocurrían para probar sus habilidades ante otro de los mayores valores emergentes de la Marina que, además de todo eso, resultaba ser uno de sus compañeros de brigada y uno de sus amigos más cercanos.
Mientras Takahiro iba a por su katana el luchador aprovechó para correr suavemente hasta el campo de entrenamiento numero ocho, el lugar elegido para su enfrentamiento, y para una vez allí realizar algunos ejercicios que le permitieran mantener la activación de sus músculos conseguida durante la carrera de forma que pudiera empezar el combate en mejores condiciones. Alternó series de flexiones con otras de saltos llevándose las rodillas al pecho y de sentadillas. De esa forma todos los músculos de su cuerpo terminaron de entrar en calor, quedando en perfectas condiciones para cuando el peliverde estuvo de vuelta.
Las facciones del joven comenzaron a cambiar cuando se situó en uno de los lados del campo, dejando de ser totalmente humanas para convertirse en algo más. Unas alas brotaron a su espalda, y unas antenas emergieron en lo más alto de su cabeza mientras su cuerpo se tornaba amarillo y negro. Adoptó una postura de guardia, con las rodillas ligeramente flexionadas y los puños levantados protegiendo su rostro. Al otro lado, Takahiro tenía su mano en torno a la empuñadura de su espada, también listo para que la contienda diera comienzo.
Entonces Buchanan, situado en el centro del escenario, recordó que debía de ser un combate limpio, a lo que el peliblanco asintió. Tenía muchos trucos, y no todos ellos considerados honorables por según qué clase de personas, pero no había necesidad de utilizar ninguna de sus artimañas más elaboradas peleando contra un amigo. Al menos por el momento.
Cuando su superior dio la señal el joven activó su Haki, tratando de leer las intenciones del peliverde. Este amagó con lanzar su arma para, acto seguido, acelerar bruscamente para recortar la distancia entre ambos y tratar de alcanzarle, pero el usuario de fruta del diablo fue más rápido. Antes de que Taka llegase a su posición dio una voltereta hacia delante y hacia su derecha, con intención de terminar en una posición oblicua respecto de él en la que este estuviera dándole la espalda parcialmente para, desde ahí rotar su cuerpo a gran velocidad y dislocar parcialmente su hombro para ganar alcance y tratar golpear con tanta dureza y rapidez como fue capaz el antebrazo de su compañero con el objetivo tanto de dañarle como de desarmarle. Su brazo se había tornado de un brillante color negro que reflejaba toda la fuerza de voluntad del militar, todo el esfuerzo y las ganas que estaba poniendo en ese enfrentamiento que, aunque pudiera parecer inocente, no lo era ni mucho menos. No pensaba guardarse nada. Pensaba demostrarle a Takahiro quién era de verdad el más veloz del Cuartel General. Iba a aprender lo que era la auténtica rapidez.