Percival Höllenstern
-
05-11-2024, 03:12 AM
(Última modificación: 05-11-2024, 03:15 AM por Percival Höllenstern.)
La Shichibukai, sin pronunciar una palabra, se recostó en su asiento, cruzando una pierna sobre la otra con una elegancia letal. Sus ojos, casi felinos, se mantenían fijos en Belmonte, analizando cada gesto, cada palabra. Aunque no dijo nada, su simple presencia era suficiente para dejar claro que no simpatizaba con la interrupción. Había un aura de poder en ella que eclipsaba incluso la altivez de Belmonte, y todos en la sala lo sabían, incluido el propio capitán.
—No tienes idea de en qué te estás metiendo —prosiguió Belmonte, ahora con un leve temblor en la voz que no había estado allí antes.
Sorvolo intercambió una rápida mirada con Komula, como si compartieran un pensamiento no expresado. Li-Shin Qie, por su parte, sonrió apenas, un gesto casi imperceptible, pero lleno de significado. La atmósfera estaba cargada de una tensión palpable, y aunque Byron era el centro de atención, cada uno de los presentes era consciente de lo que realmente estaba ocurriendo. El poder había cambiado de manos, y Belmonte lo sabía.
Cuando Byron finalmente mordió la Akuma no Mi, el capitán marine dio un paso atrás, visiblemente afectado. Los demás en la sala lo notaron de inmediato. La Shichibukai entrecerró los ojos, como si midiera el nivel de su cobardía, mientras Sorvolo se cruzaba de brazos con una expresión que denotaba una mezcla de burla y aburrimiento. Komula, aunque más inquieto que los otros, dejó escapar un suave suspiro, resignado a ser testigo de lo que venía.
Belmonte retrocedió otro paso, su fachada de confianza desmoronándose ante la mirada de todos. El sudor perlaba su frente mientras trataba de mantener la compostura. Había esperado algo muy diferente de esta confrontación. Quizá había pensado que su estatus como marine sería suficiente para intimidar, o que su reputación le otorgaría ventaja. Pero la realidad era otra. Aquí, él era el extraño, el intruso, y lo sabía.
Li-Shin Qie no pudo evitar soltar una pequeña risa, apenas audible, pero suficientemente clara como para que Belmonte la escuchara. Fue un golpe directo a su orgullo. Él giró su mirada hacia ella, pero no pudo sostener su mirada por mucho tiempo. Sabía que enfrentarse a ella en estas circunstancias era suicida.
—Me las pagarás, Byron —gruñó finalmente Belmonte, sin apartar los ojos de la fruta medio comida, ahora en posesión de su adversario—. Esto no quedará así... No debí haber lib... ¡BAH!
Sus palabras sonaban vacías, como si él mismo no las creyera del todo. Sorvolo soltó una breve carcajada, un sonido metálico que resonó en la sala. El koala rosado asintió casi imperceptiblemente, como si reconociera en esas palabras la típica fanfarronería de alguien que ha perdido toda ventaja.
—Eso no lo dudo, jijiji... —respondió Li-Shin Qie, en tono bajo, pero firme, como si hablara únicamente para ella misma.
Belmonte, humillado, no tuvo más opción que dar media vuelta y salir de la sala. Las miradas de todos lo siguieron, pero nadie intentó detenerlo. Nadie necesitaba hacerlo. Él ya había sido derrotado, no solo por Byron, sino por el ambiente mismo que lo rodeaba. Mientras la puerta se cerraba tras él, el eco de sus pasos se desvaneció, dejando tras de sí un vacío cargado de promesas no cumplidas.
Li-Shin Qie fue la primera en romper el silencio, soltando un leve suspiro de aburrimiento antes de volver a su postura relajada. Komula apagó finalmente su cigarro, mientras Sorvolo volvía a cruzarse de brazos, como si todo lo ocurrido hubiese sido poco más que una distracción momentánea.
—Pobre imbécil —murmuró Sorvolo, apenas lo suficientemente alto como para que los demás lo escucharan.
El koala, por su parte, simplemente asintió, mientras los ojos de la Shichibukai se entrecerraban en un gesto que mezclaba desprecio y satisfacción.
—Bueno, ya sabes chiquillo... Ahora me debes dos. Ve, aprende a utilizar ese poder y ya hablaremos de los detalles... Y no te preocupes, mis chicos han liberado tu barco... Lo encontrarás en el Muelle 3—masculló el Koala, lanzándole una tarjeta con un elegante logo de una original forma de koala integrada perfectamente sobre un fondo negro.
Byron sentía como, sin querer, le había vendido parte de su alma al Diablo... pero por el momento era libre de abandonar el Casino, y buscar su barco.
—No tienes idea de en qué te estás metiendo —prosiguió Belmonte, ahora con un leve temblor en la voz que no había estado allí antes.
Sorvolo intercambió una rápida mirada con Komula, como si compartieran un pensamiento no expresado. Li-Shin Qie, por su parte, sonrió apenas, un gesto casi imperceptible, pero lleno de significado. La atmósfera estaba cargada de una tensión palpable, y aunque Byron era el centro de atención, cada uno de los presentes era consciente de lo que realmente estaba ocurriendo. El poder había cambiado de manos, y Belmonte lo sabía.
Cuando Byron finalmente mordió la Akuma no Mi, el capitán marine dio un paso atrás, visiblemente afectado. Los demás en la sala lo notaron de inmediato. La Shichibukai entrecerró los ojos, como si midiera el nivel de su cobardía, mientras Sorvolo se cruzaba de brazos con una expresión que denotaba una mezcla de burla y aburrimiento. Komula, aunque más inquieto que los otros, dejó escapar un suave suspiro, resignado a ser testigo de lo que venía.
Belmonte retrocedió otro paso, su fachada de confianza desmoronándose ante la mirada de todos. El sudor perlaba su frente mientras trataba de mantener la compostura. Había esperado algo muy diferente de esta confrontación. Quizá había pensado que su estatus como marine sería suficiente para intimidar, o que su reputación le otorgaría ventaja. Pero la realidad era otra. Aquí, él era el extraño, el intruso, y lo sabía.
Li-Shin Qie no pudo evitar soltar una pequeña risa, apenas audible, pero suficientemente clara como para que Belmonte la escuchara. Fue un golpe directo a su orgullo. Él giró su mirada hacia ella, pero no pudo sostener su mirada por mucho tiempo. Sabía que enfrentarse a ella en estas circunstancias era suicida.
—Me las pagarás, Byron —gruñó finalmente Belmonte, sin apartar los ojos de la fruta medio comida, ahora en posesión de su adversario—. Esto no quedará así... No debí haber lib... ¡BAH!
Sus palabras sonaban vacías, como si él mismo no las creyera del todo. Sorvolo soltó una breve carcajada, un sonido metálico que resonó en la sala. El koala rosado asintió casi imperceptiblemente, como si reconociera en esas palabras la típica fanfarronería de alguien que ha perdido toda ventaja.
—Eso no lo dudo, jijiji... —respondió Li-Shin Qie, en tono bajo, pero firme, como si hablara únicamente para ella misma.
Belmonte, humillado, no tuvo más opción que dar media vuelta y salir de la sala. Las miradas de todos lo siguieron, pero nadie intentó detenerlo. Nadie necesitaba hacerlo. Él ya había sido derrotado, no solo por Byron, sino por el ambiente mismo que lo rodeaba. Mientras la puerta se cerraba tras él, el eco de sus pasos se desvaneció, dejando tras de sí un vacío cargado de promesas no cumplidas.
Li-Shin Qie fue la primera en romper el silencio, soltando un leve suspiro de aburrimiento antes de volver a su postura relajada. Komula apagó finalmente su cigarro, mientras Sorvolo volvía a cruzarse de brazos, como si todo lo ocurrido hubiese sido poco más que una distracción momentánea.
—Pobre imbécil —murmuró Sorvolo, apenas lo suficientemente alto como para que los demás lo escucharan.
El koala, por su parte, simplemente asintió, mientras los ojos de la Shichibukai se entrecerraban en un gesto que mezclaba desprecio y satisfacción.
—Bueno, ya sabes chiquillo... Ahora me debes dos. Ve, aprende a utilizar ese poder y ya hablaremos de los detalles... Y no te preocupes, mis chicos han liberado tu barco... Lo encontrarás en el Muelle 3—masculló el Koala, lanzándole una tarjeta con un elegante logo de una original forma de koala integrada perfectamente sobre un fondo negro.
Byron sentía como, sin querer, le había vendido parte de su alma al Diablo... pero por el momento era libre de abandonar el Casino, y buscar su barco.