Atlas
Nowhere | Fénix
05-11-2024, 04:26 AM
—También me puedes preguntar a mí, que ni soy un muñeco ni soy mudo —te responde el muchacho visiblemente airado. Intenta exhibir un aplomo y aire desafiante que poco o nada tienen que ver con la forma en que te mira de los pies a la cabeza, como si esperase que en cualquier momento te lo pudieras comer.
No obstante, ya que le has preguntado a tu superior se calla y espera a que sea él quien dé la respuesta. Tu pregunta ha pillado al suboficial asomado a la ventana, con los ojos fijos en los campos de entrenamiento y evaluando desde la distancia cómo los nuevos reclutas van siendo formados e instruidos. Un buen mando no descansa nunca, supongo. En cualquier caso, al escuchar tu voz se gira sobre sí mismo con un brazo cruzado sobre la zona superior de su abdomen para servir como apoyo al otro, cuya mano sostiene su barbilla:
—Es Rette. Bueno, perdón; su nombre es Basil Giorette. Está aquí con nosotros desde que era un crío. Más crío aún, quiero decir —sonríe en dirección al pelirrojo—. No sabemos qué sucedió con sus padres ni nada, pero un día apareció en la puerta del cuartel y el capitán Arganeo dejó bien claro que ningún marine abandonaría a un niño desprotegido a su suerte mientras él estuviese cerca. La base del G-23 es su hogar, su colegio y su lugar de recreo desde que tiene uso de razón. Ya va saliendo un poco de vez en cuando a conocer el pueblo y demás, ¿no, Rette? A lo mejor hasta hay alguna mocita o mocito que le hace tilín —sentenció a modo de broma.
El chico no responde, pero se pone incluso más erguido que tú e infla el pecho con orgullo. Parece llevar con gran honor el nombre del G-23 de Isla Kilombo en su corazón. Esperemos que no cambie en el futuro, porque hacen falta marines con su convicción y vocación, ¿no te parece? En caso de que tengas alguna pregunta más que hacer a alguno de los dos te la responderán sin problema —lo haré yo en el próximo post—, pero no deberías tardar demasiado en ponerte en marcha. Tu actuación hace unos días fue ejemplar y no estaría demasiado bien que tu imagen de subordinado dedicado y eficiente se empañase.
Ahora que lo pienso, en esta ocasión el suboficial Rodgers no te ha dicho que fueses de paisano o uniformado. ¿Qué harás? Parece que esta vez la decisión es tuya, así que piénsalo bien. La decisión en apariencia más nimia puede abrir y cerrar un sinfín de puertas. En cualquier caso, una vez llegas al pueblo de Rostock lo primero a decidir es hacia dónde te vas a encaminar en primer lugar, ¿no? Es cierto que la taberna del otro día fue la clave para encontrar el hilo del que tirar, pero normalmente es muy difícil tener tanta suerte como para dar en el blanco dos veces consecutivas a la primera.
Mientras piensas, un rostro familiar percibido por el rabillo del ojo capta tu atención. Apenas ha sido un instante, pero juraría que... No, no puede ser. ¿O sí? Sería demasiada casualidad, ¿no? A lo mejor sólo se trata de alguien muy parecido, pero ¿cómo de probable sería que hubiese dos personas tan parecidos en una localidad de las dimensiones de Rostock? Sí, yo diría que ese sujeto que has creído ver introducirse en un callejón entre dos casas de dos plantas es uno de los que el otro día escuchaste en la choza de pescadores. A lo mejor es buena idea ir e investigar, pero hazlo con cuidado si finalmente decides arriesgarte. Uno nunca sabe quién le está mirando y con qué ojos lo hace.
Digo esto, claro está, porque en el pueblo hay bastante movimiento. Las puertas de las casas se quedan entreabiertas en muchas ocasiones mientras niños salen corriendo para jugar. Hombres y mujeres van o vienen del trabajo o se dedican hacer los recados del día a día. Alguno que otro fuma en la puerta de su casa y observa todo lo que sucede alrededor sin intervenir demasiado. El pueblo respira vida, eso seguro.
No obstante, ya que le has preguntado a tu superior se calla y espera a que sea él quien dé la respuesta. Tu pregunta ha pillado al suboficial asomado a la ventana, con los ojos fijos en los campos de entrenamiento y evaluando desde la distancia cómo los nuevos reclutas van siendo formados e instruidos. Un buen mando no descansa nunca, supongo. En cualquier caso, al escuchar tu voz se gira sobre sí mismo con un brazo cruzado sobre la zona superior de su abdomen para servir como apoyo al otro, cuya mano sostiene su barbilla:
—Es Rette. Bueno, perdón; su nombre es Basil Giorette. Está aquí con nosotros desde que era un crío. Más crío aún, quiero decir —sonríe en dirección al pelirrojo—. No sabemos qué sucedió con sus padres ni nada, pero un día apareció en la puerta del cuartel y el capitán Arganeo dejó bien claro que ningún marine abandonaría a un niño desprotegido a su suerte mientras él estuviese cerca. La base del G-23 es su hogar, su colegio y su lugar de recreo desde que tiene uso de razón. Ya va saliendo un poco de vez en cuando a conocer el pueblo y demás, ¿no, Rette? A lo mejor hasta hay alguna mocita o mocito que le hace tilín —sentenció a modo de broma.
El chico no responde, pero se pone incluso más erguido que tú e infla el pecho con orgullo. Parece llevar con gran honor el nombre del G-23 de Isla Kilombo en su corazón. Esperemos que no cambie en el futuro, porque hacen falta marines con su convicción y vocación, ¿no te parece? En caso de que tengas alguna pregunta más que hacer a alguno de los dos te la responderán sin problema —lo haré yo en el próximo post—, pero no deberías tardar demasiado en ponerte en marcha. Tu actuación hace unos días fue ejemplar y no estaría demasiado bien que tu imagen de subordinado dedicado y eficiente se empañase.
Ahora que lo pienso, en esta ocasión el suboficial Rodgers no te ha dicho que fueses de paisano o uniformado. ¿Qué harás? Parece que esta vez la decisión es tuya, así que piénsalo bien. La decisión en apariencia más nimia puede abrir y cerrar un sinfín de puertas. En cualquier caso, una vez llegas al pueblo de Rostock lo primero a decidir es hacia dónde te vas a encaminar en primer lugar, ¿no? Es cierto que la taberna del otro día fue la clave para encontrar el hilo del que tirar, pero normalmente es muy difícil tener tanta suerte como para dar en el blanco dos veces consecutivas a la primera.
Mientras piensas, un rostro familiar percibido por el rabillo del ojo capta tu atención. Apenas ha sido un instante, pero juraría que... No, no puede ser. ¿O sí? Sería demasiada casualidad, ¿no? A lo mejor sólo se trata de alguien muy parecido, pero ¿cómo de probable sería que hubiese dos personas tan parecidos en una localidad de las dimensiones de Rostock? Sí, yo diría que ese sujeto que has creído ver introducirse en un callejón entre dos casas de dos plantas es uno de los que el otro día escuchaste en la choza de pescadores. A lo mejor es buena idea ir e investigar, pero hazlo con cuidado si finalmente decides arriesgarte. Uno nunca sabe quién le está mirando y con qué ojos lo hace.
Digo esto, claro está, porque en el pueblo hay bastante movimiento. Las puertas de las casas se quedan entreabiertas en muchas ocasiones mientras niños salen corriendo para jugar. Hombres y mujeres van o vienen del trabajo o se dedican hacer los recados del día a día. Alguno que otro fuma en la puerta de su casa y observa todo lo que sucede alrededor sin intervenir demasiado. El pueblo respira vida, eso seguro.