Alistair
Mochuelo
05-11-2024, 05:32 PM
Conforme se adentraba más en el interior de la selva, intentando ver mas allá de la espesura conformada por la abundante flora que lo conformaba, el cerrar la distancia existente con el claro demandó de sus ojos cada vez un esfuerzo mayo, en un intento por adaptarse a las nuevas condiciones lumínicas, que en mas de una ocasión le indujeron la necesidad de proyectar sombra en su rostro con una de sus manos con el fin de no quedar enceguecido aunque fuese por un momento.
Pero cualquier incomodidad pronto pasaría al olvido absoluto cuando pudo apreciar con clara definición a las siluetas que se movían por el claro, libres y juguetonas como ninguna. ¡Ahí estaban! Las criaturas que observaba coincidían perfectamente con la descripción que el hombre de la bahía le había entregado para su búsqueda, unos pequeños primates con cuernos enroscados, los cuales parecían estar realizando una sesión de cornadas que parecían estar disfrutando como si de un juego se tratase; desconocía si estos eran crías de monorámpagos o se trataba de adultos, pero si llegaba a ser el primer caso, podía imaginarse el peligro que suponía meterse con un adulto de su especie. Una cornada de ellos debía doler como un buque a la cabeza.
¡Y vaya suerte además! Parece que había cinco en el área, tres de ellos como espectadores, así que contaba con una ventana de oportunidad más que perfecta para conseguir los 6 cuernos que necesitaba con los monillos que se limitaban a ver el acto desde la distancia, o en su defecto tendría más que suficientes especímenes para escoger, en caso de que algunos de ellos consiguiera intentar escapar o ponerse en tal posición que sería peligroso enfrentarles. Todo lo que necesitaba era paciencia, y un único movimiento excesivamente calculado, para estar camino de vuelta a la bahía con lo que requería. Su mano se colocó sobre el mango de su katana, recorriéndola hasta llegar a pocos centímetros de la guarda, en espera por el momento correcto para desenvainar y obtener lo que quería.
Una acción que jamás llegó a concretarse. Un accidente en medio de su hora de juego provocaría una escena mucho mas sangrienta de la que cualquiera del grupo podría haber previsto, iniciada por el tropiezo de uno de los primates "combatiendo" y que acabaría recibiendo el impacto de su compañero de lleno. Pudo imaginar su dolor por un segundo, y aunque no lo escuchase directamente por no contar con un oído sobre-desarrollado, en su mente se produjo ese sonido de Crack al momento del impacto. Las costillas del pequeño seguramente estaban destrozadas, y la cantidad de sangre que escapaba de su cuerpo siempre indicaba cuán grave se había tornado la situación en un instante.
Su mano dubitó. Tenía una oportunidad perfecta para cumplir con lo que quería, pero si lo hacía... Si los pequeños se alteraban y llamaban a más de los suyos, no podría suministrarle ningún tipo de ayuda y él no pasaría del día de hoy en vida.
Al diablo con los cuernos, ya encontraría otra manera en otro momento.
Siendo poco discreto, el Lunarian emergería de entre la vegetación, dejándose ver por los compañeros del pequeño primate. Sus armas aún se encontraban enfundadas, pero sus manos se encontraban arriba y abiertas -como si un Marine le hubiese pedido que las levantara- para que las observaran; conocía el comportamiento que debía tener con pequeños seres asustadizos como ellos, con las manos siempre a la vista para que no acumularan pensamientos de peligro y sin realizar ningún movimiento brusco para evitar asustarlos, además de hombros bajos para reducir el tamaño de su silueta y lucir menos amenazante. Lo más importante era expresar un lenguaje corporal que buscase ser lo más inofensivo posible, o en su efecto lo mas neutral a sus ojos.
Lentamente, se acercó un paso a la vez hacia la criatura que había sido abatida. Si sus compañeros de juego se lo permitían sin obstrucción y no tenían ninguna reacción negativa -fuera que al principio lo hicieran y luego cedieran, o que no intervinieran en primer lugar-, pronto estaría frente al pequeño primate a suficiente distancia para arrollarse y que sus manos llegaran hasta él.
Sangre a montones, hueso expuesto y una sospecha de fractura eran los primeros pensamientos que pasaron por su mente. un primer diagnóstico improvisado en el que se apoyaría bastarle para el tratamiento posterior. Lo mínimo que tendría que realizar serían los procedimientos de emergencia habituales, pero antes de ello, colocó sus manos en el cuerpo del primate y exploró con cuidado en busca de cualquier otra herida oculta que se le escapara, además de ocasionalmente colocar su oído contra su cuerpo en busca de sonidos irregulares; necesitaba saber si, de haber astillas de hueso, alguna le había perforado un pulmón o algo al mismo nivel. Si era algo así de grave, poco podría hacer sin equipo especializado a la mano. Y rogaba porque no fuera el caso, pero no por ello dejaría de intentarlo.
Si no había nada más que le impidiera continuar con el diagnóstico contemplado y los procedimientos en su mente, procedería a las maniobras de emergencia. Con algo de dificultad -y sin querer exponer su katana, arriesgándose a asustarlos-, arrancaría con su mano un trozo de tela generoso e irregular de la manga derecha de su vestimenta superior, algo que serviría para posteriormente presionar contra la herida con solo la fuerza justa y necesaria, y absorber la sangre mientras que intentaba detener la perdida de sangre mediante la presión aplicada. Esta debía ser su principal prioridad, y tan pronto consiguiera la hemostasia, empezaría la parte delicada y difícil: Maniobras delicadas con la misma tela anterior, ligeramente ensangrentada -pero de lejos mas estéril que sus manos- con la que maniobraría cualquier hueso expuesto de vuelta al interior del primate, recolocándolo en su sitio donde estaría más protegido de daños posteriores y de una potencial infección.
Las criaturas del bosque eran fuertes de manera innata, lo sabía de primera mano. Incluso si podía pintar bastante mal, sabía que el primate aún tenía una oportunidad y las fuerzas para vivir.
Pero cualquier incomodidad pronto pasaría al olvido absoluto cuando pudo apreciar con clara definición a las siluetas que se movían por el claro, libres y juguetonas como ninguna. ¡Ahí estaban! Las criaturas que observaba coincidían perfectamente con la descripción que el hombre de la bahía le había entregado para su búsqueda, unos pequeños primates con cuernos enroscados, los cuales parecían estar realizando una sesión de cornadas que parecían estar disfrutando como si de un juego se tratase; desconocía si estos eran crías de monorámpagos o se trataba de adultos, pero si llegaba a ser el primer caso, podía imaginarse el peligro que suponía meterse con un adulto de su especie. Una cornada de ellos debía doler como un buque a la cabeza.
¡Y vaya suerte además! Parece que había cinco en el área, tres de ellos como espectadores, así que contaba con una ventana de oportunidad más que perfecta para conseguir los 6 cuernos que necesitaba con los monillos que se limitaban a ver el acto desde la distancia, o en su defecto tendría más que suficientes especímenes para escoger, en caso de que algunos de ellos consiguiera intentar escapar o ponerse en tal posición que sería peligroso enfrentarles. Todo lo que necesitaba era paciencia, y un único movimiento excesivamente calculado, para estar camino de vuelta a la bahía con lo que requería. Su mano se colocó sobre el mango de su katana, recorriéndola hasta llegar a pocos centímetros de la guarda, en espera por el momento correcto para desenvainar y obtener lo que quería.
Una acción que jamás llegó a concretarse. Un accidente en medio de su hora de juego provocaría una escena mucho mas sangrienta de la que cualquiera del grupo podría haber previsto, iniciada por el tropiezo de uno de los primates "combatiendo" y que acabaría recibiendo el impacto de su compañero de lleno. Pudo imaginar su dolor por un segundo, y aunque no lo escuchase directamente por no contar con un oído sobre-desarrollado, en su mente se produjo ese sonido de Crack al momento del impacto. Las costillas del pequeño seguramente estaban destrozadas, y la cantidad de sangre que escapaba de su cuerpo siempre indicaba cuán grave se había tornado la situación en un instante.
Su mano dubitó. Tenía una oportunidad perfecta para cumplir con lo que quería, pero si lo hacía... Si los pequeños se alteraban y llamaban a más de los suyos, no podría suministrarle ningún tipo de ayuda y él no pasaría del día de hoy en vida.
Al diablo con los cuernos, ya encontraría otra manera en otro momento.
Siendo poco discreto, el Lunarian emergería de entre la vegetación, dejándose ver por los compañeros del pequeño primate. Sus armas aún se encontraban enfundadas, pero sus manos se encontraban arriba y abiertas -como si un Marine le hubiese pedido que las levantara- para que las observaran; conocía el comportamiento que debía tener con pequeños seres asustadizos como ellos, con las manos siempre a la vista para que no acumularan pensamientos de peligro y sin realizar ningún movimiento brusco para evitar asustarlos, además de hombros bajos para reducir el tamaño de su silueta y lucir menos amenazante. Lo más importante era expresar un lenguaje corporal que buscase ser lo más inofensivo posible, o en su efecto lo mas neutral a sus ojos.
Lentamente, se acercó un paso a la vez hacia la criatura que había sido abatida. Si sus compañeros de juego se lo permitían sin obstrucción y no tenían ninguna reacción negativa -fuera que al principio lo hicieran y luego cedieran, o que no intervinieran en primer lugar-, pronto estaría frente al pequeño primate a suficiente distancia para arrollarse y que sus manos llegaran hasta él.
Sangre a montones, hueso expuesto y una sospecha de fractura eran los primeros pensamientos que pasaron por su mente. un primer diagnóstico improvisado en el que se apoyaría bastarle para el tratamiento posterior. Lo mínimo que tendría que realizar serían los procedimientos de emergencia habituales, pero antes de ello, colocó sus manos en el cuerpo del primate y exploró con cuidado en busca de cualquier otra herida oculta que se le escapara, además de ocasionalmente colocar su oído contra su cuerpo en busca de sonidos irregulares; necesitaba saber si, de haber astillas de hueso, alguna le había perforado un pulmón o algo al mismo nivel. Si era algo así de grave, poco podría hacer sin equipo especializado a la mano. Y rogaba porque no fuera el caso, pero no por ello dejaría de intentarlo.
Si no había nada más que le impidiera continuar con el diagnóstico contemplado y los procedimientos en su mente, procedería a las maniobras de emergencia. Con algo de dificultad -y sin querer exponer su katana, arriesgándose a asustarlos-, arrancaría con su mano un trozo de tela generoso e irregular de la manga derecha de su vestimenta superior, algo que serviría para posteriormente presionar contra la herida con solo la fuerza justa y necesaria, y absorber la sangre mientras que intentaba detener la perdida de sangre mediante la presión aplicada. Esta debía ser su principal prioridad, y tan pronto consiguiera la hemostasia, empezaría la parte delicada y difícil: Maniobras delicadas con la misma tela anterior, ligeramente ensangrentada -pero de lejos mas estéril que sus manos- con la que maniobraría cualquier hueso expuesto de vuelta al interior del primate, recolocándolo en su sitio donde estaría más protegido de daños posteriores y de una potencial infección.
Las criaturas del bosque eran fuertes de manera innata, lo sabía de primera mano. Incluso si podía pintar bastante mal, sabía que el primate aún tenía una oportunidad y las fuerzas para vivir.