Atlas
Nowhere | Fénix
06-11-2024, 05:29 AM
No nos dejábamos nada, ¿no? Tenía la sensación de que algo se quedaba en el tintero, pero habíamos comprobado que llevábamos todas nuestras pertenencias con nosotros y que los comunicadores funcionaban a la perfección. Siempre estábamos expuestos a que en algún momento apareciese alguna interferencia que diese al traste con todo, pero eso estaba fuera de nuestro control.
De cualquier modo, ya que la bombilla no se me encendía solo podía continuar por el sendero que mis compañeras y yo habíamos escogido. El ambiente y el entorno invitaban a cualquier cosa menos a recorrer esos tétricos caminos, pero no estábamos allí por gusto. Detrás de alguno de ellos —o de todos— debían encontrarse los hermanos de sangre de Octojin, como a él le gustaba llamarles. Sabía que el tiburón estaba pasándolo especialmente mal en aquella misión y era el momento perfecto para demostrarle que no se había equivocado al unirse a la Marina. No podía permitir que mis torpes e inconscientes palabras del pasado coincidieran con mis actos, por lo que estaba dispuesto a caminar por la bruma hasta donde fuese necesario.
Recorrimos un sendero aparentemente ascendente, aunque nada que dificultase la marcha. No obstante, lo que sí hizo del trayecto de media hora algo tremendamente pesado fue el lamentable estado en el que se encontraba el suelo que pisábamos. Si en algún momento había habido piedras o algún otro elemento que dotase a la ruta de un mínimo de solidez o estabilidad, había desaparecido. En su lugar, la madre naturaleza se había impuesto —como siempre y en todos los ámbitos, sólo era cuestión de tiempo— y el barro húmedo se empeñaba por expulsarnos de la vereda. El calzado se hundía a cada paso, obligándonos a extraerlo con cuidado de no resbalar, que era un peligro sobreañadido. La sensación era como si hasta la mismísima tierra nos quisiese echar de allí, pero eso no iba a pasar.
—Tened cuidado. Apenas se ve nada en los alrededores y un resbalón o un traspiés mal dados podrían meternos en un buen lío —anuncié en voz alta, pero procurando no gritar. Uno nunca sabía quién o qué podía estar escuchando, al acecho esperando el momento indicado. De hecho, al separarnos de los demás me había planteado la posibilidad de prender mi cuerpo en llamas para intentar iluminar un poco mejor la zona, pero finalmente había desestimado esa posibilidad. Hasta que no tuviese claro que hacerlo no nos convertiría en blancos fáciles intentaría mantener ese as bajo la manga. Asimismo, caminaba por detrás de Camille y procurando no perderla de vista para no perderme entre tanta nada.
Mientras la humedad del ambiente seguía apelmazando mi pelo y provocándome la desagradable sensación de estar envuelto en algo mojado, finalmente alcanzamos un área algo más llana y lisa: una suerte de explanada. Los árboles eran los principales pobladores de la misma, así como una escarpada pared de roca que se erguía en la zona oeste sin ser posible divisar el punto más alto.
—Maldita niebla —musité en voz baja pero en un tono perfectamente audible por mis compañeras—. ¿Se puede saber qué hace todo esto por aquí tirado?
Mientras hablaba me dispuse a observar de cerca todos los restos de roca y árboles que yacían a los pies del escarpe. Daba la sensación de haber chocado violentamente contra el suelo, aunque bien podía ser solo una impresión mía. Desde luego, estaba lejos de ser un experto en piedras y árboles arrojados desde algún lugar desconocido, si es que se podía ser experto en eso... Pero, suponiendo que así fuese, ¿cómo demonios se habían podido caer en semejante cantidad? ¿Acaso los habían lanzado? ¿Qué o quién podría haberlo hecho?
Observé minuciosamente rocas y árboles, así como los alrededores de los mismos, en busca de cualquier cosa que me pudiese dar una pista. Una vez hube terminado, esperé a que Alexandra y Camille hubiesen hecho lo propio para informarles de mis hallazgos —en caso de haber alguno, claro—. En caso de que ninguno de los tres hubiese encontrado la más mínima pista o descubrimiento potencialmente útil, les propondría investigar qué había en lo alto de la montaña, pared o lo que demonios fuera. Sólo tendría que asumir mi forma completa, dejar que Alex se subiera en mi espalda y transportar a Camille aferrada por los hombros. Ascendería con cuidado, lo suficientemente cerca de la pared para que la densa niebla no la hiciese desaparecer de mi campo de visión, pero bastante lejos como para que una potencial roca que se desprendiese no se topase directamente con mi cabeza. Además, conforme fuese volando me esforzaría por identificar cualquier presencia sospechosa.
De cualquier modo, ya que la bombilla no se me encendía solo podía continuar por el sendero que mis compañeras y yo habíamos escogido. El ambiente y el entorno invitaban a cualquier cosa menos a recorrer esos tétricos caminos, pero no estábamos allí por gusto. Detrás de alguno de ellos —o de todos— debían encontrarse los hermanos de sangre de Octojin, como a él le gustaba llamarles. Sabía que el tiburón estaba pasándolo especialmente mal en aquella misión y era el momento perfecto para demostrarle que no se había equivocado al unirse a la Marina. No podía permitir que mis torpes e inconscientes palabras del pasado coincidieran con mis actos, por lo que estaba dispuesto a caminar por la bruma hasta donde fuese necesario.
Recorrimos un sendero aparentemente ascendente, aunque nada que dificultase la marcha. No obstante, lo que sí hizo del trayecto de media hora algo tremendamente pesado fue el lamentable estado en el que se encontraba el suelo que pisábamos. Si en algún momento había habido piedras o algún otro elemento que dotase a la ruta de un mínimo de solidez o estabilidad, había desaparecido. En su lugar, la madre naturaleza se había impuesto —como siempre y en todos los ámbitos, sólo era cuestión de tiempo— y el barro húmedo se empeñaba por expulsarnos de la vereda. El calzado se hundía a cada paso, obligándonos a extraerlo con cuidado de no resbalar, que era un peligro sobreañadido. La sensación era como si hasta la mismísima tierra nos quisiese echar de allí, pero eso no iba a pasar.
—Tened cuidado. Apenas se ve nada en los alrededores y un resbalón o un traspiés mal dados podrían meternos en un buen lío —anuncié en voz alta, pero procurando no gritar. Uno nunca sabía quién o qué podía estar escuchando, al acecho esperando el momento indicado. De hecho, al separarnos de los demás me había planteado la posibilidad de prender mi cuerpo en llamas para intentar iluminar un poco mejor la zona, pero finalmente había desestimado esa posibilidad. Hasta que no tuviese claro que hacerlo no nos convertiría en blancos fáciles intentaría mantener ese as bajo la manga. Asimismo, caminaba por detrás de Camille y procurando no perderla de vista para no perderme entre tanta nada.
Mientras la humedad del ambiente seguía apelmazando mi pelo y provocándome la desagradable sensación de estar envuelto en algo mojado, finalmente alcanzamos un área algo más llana y lisa: una suerte de explanada. Los árboles eran los principales pobladores de la misma, así como una escarpada pared de roca que se erguía en la zona oeste sin ser posible divisar el punto más alto.
—Maldita niebla —musité en voz baja pero en un tono perfectamente audible por mis compañeras—. ¿Se puede saber qué hace todo esto por aquí tirado?
Mientras hablaba me dispuse a observar de cerca todos los restos de roca y árboles que yacían a los pies del escarpe. Daba la sensación de haber chocado violentamente contra el suelo, aunque bien podía ser solo una impresión mía. Desde luego, estaba lejos de ser un experto en piedras y árboles arrojados desde algún lugar desconocido, si es que se podía ser experto en eso... Pero, suponiendo que así fuese, ¿cómo demonios se habían podido caer en semejante cantidad? ¿Acaso los habían lanzado? ¿Qué o quién podría haberlo hecho?
Observé minuciosamente rocas y árboles, así como los alrededores de los mismos, en busca de cualquier cosa que me pudiese dar una pista. Una vez hube terminado, esperé a que Alexandra y Camille hubiesen hecho lo propio para informarles de mis hallazgos —en caso de haber alguno, claro—. En caso de que ninguno de los tres hubiese encontrado la más mínima pista o descubrimiento potencialmente útil, les propondría investigar qué había en lo alto de la montaña, pared o lo que demonios fuera. Sólo tendría que asumir mi forma completa, dejar que Alex se subiera en mi espalda y transportar a Camille aferrada por los hombros. Ascendería con cuidado, lo suficientemente cerca de la pared para que la densa niebla no la hiciese desaparecer de mi campo de visión, pero bastante lejos como para que una potencial roca que se desprendiese no se topase directamente con mi cabeza. Además, conforme fuese volando me esforzaría por identificar cualquier presencia sospechosa.
KENB601
KENBUNSHOKU
Haki intermedio
Tier 6
No Aprendida
9
2
Permite al usuario percibir con precisión la presencia de otros seres vivos en un área, siendo capaz de apreciar las emociones que exterioricen y de forma superficial las hostilidades que realmente tienen. Así como estimar de forma general quién es alguien más fuerte o más débil que él. Si lo activa puede anticiparse a un ataque obteniendo para ello un bono de +10 [Reflejos].
Área: [VOLx15] metros | +10 [REF]