Asradi se encogió sobre sí misma en cuanto la puerta, finalmente, se abrió revelando a los que estaban detrás de ella. Prácticamente se abrazó la cola contra su pecho y permaneció en un tenso silencio. Por el sonido de las llaves podía dilucidar que, efectivamente, la habían encerrado ahí por algún motivo. ¿Los demás se habrían percatado? Apretó los labios ligeramente, tratando de hacer el menor ruido posible. Sentía como el corazón le iba a mil por hora, según les iba escuchando hablar. Comentaban algo de una mercancía. Un cargamento que, tal y como lo mencionaban, no debía de ser demasiado legal. Le causaba cierta curiosidad, pero tampoco iba con ella, ¿verdad? Aunque el hecho de que estuviesen trapicheando, quizás aprovechándose de la situación en la que Oykot se había encontrado y aún se encontraba ahora...
La sirena frunció el ceño, y estuvo dispuesta a encararles hasta que cierta mención hizo que se volviese a estar quietecita.
”Te juro que estaba aquí, dormida”.
¿Se referían a ella? La mención posterior, de uno de los hombres trajeados le confirmó que, efectivamente, se trataba de ella. Era la única que estaba encerrada ahí, al fin y al cabo. Lo que le daba a entender que, quizás, no había sido su culpa por beber demasiado. Sino que, efectivamente, le habían metido algo en su bebida en algún instante de descuido y con todo el jolgorio de fiesta. Asradi se maldijo a sí misma por no haber tenido el suficiente cuidado. Se había dejado llevar por la celebración. Tomó aire unos segundos, intentando pensar fríamente y lo suficientemente rápido como para tomar una decisión.
Por fortuna, la búsqueda inicial de los otros dos no dió sus frutos y ella continuó ahí escondida. Cuando se asomó por una rendija de entre las cajas, aguantándose las ganas de pegarles un par de gritos con la mención de los grilletes, vió como el grupo de hombres salía de aquella taberna o almacén. Ya no estaba segura de dónde estaba. Y el hecho de que la considerasen mercancía le revolvía el estómago y le erizaba al mismo tiempo. Era lo mismo de siempre. Personas que se creían con el derecho de esclavizar a otros simplemente por ser diferentes o de otra especie. Los viejos recuerdos no tardaron en invadirla durante unos breves momentos, arrancándole un inevitable escalofrío.
La idea de, simplemente, escapar, se fue diluyendo en su cabeza. ¿Y si ese cargamento del que hablaban se trataba de más esclavos? ¿O de cualquier otra cosa peor? Asradí había visto, y por desgracia había sido testigo de como esa clase de gente actuaba. Si había alguien más en peligro, aunque no estuviese segura de ello, su conciencia nunca estaría tranquila. Podría llamar a los demás, sí, pero eso quizás llamaría demasiado la atención. Quizás era demasiado pronto. O demasiado tarde.
Fuese como fuese, se maldijo un momento a sí misma en su cabeza antes de salir de su escondite una vez se encontró sola en aquel lugar. Se aproximó con cuidado hacia la puerta, que todavía permanecía abierta y se dispuso a seguirles, a una distancia prudencial.
Primero quería saber qué era lo que transportaban, hacia donde y cuáles eran las intenciones de aquellos tipos, antes de actuar de manera más violenta, quizás.
La sirena frunció el ceño, y estuvo dispuesta a encararles hasta que cierta mención hizo que se volviese a estar quietecita.
”Te juro que estaba aquí, dormida”.
¿Se referían a ella? La mención posterior, de uno de los hombres trajeados le confirmó que, efectivamente, se trataba de ella. Era la única que estaba encerrada ahí, al fin y al cabo. Lo que le daba a entender que, quizás, no había sido su culpa por beber demasiado. Sino que, efectivamente, le habían metido algo en su bebida en algún instante de descuido y con todo el jolgorio de fiesta. Asradi se maldijo a sí misma por no haber tenido el suficiente cuidado. Se había dejado llevar por la celebración. Tomó aire unos segundos, intentando pensar fríamente y lo suficientemente rápido como para tomar una decisión.
Por fortuna, la búsqueda inicial de los otros dos no dió sus frutos y ella continuó ahí escondida. Cuando se asomó por una rendija de entre las cajas, aguantándose las ganas de pegarles un par de gritos con la mención de los grilletes, vió como el grupo de hombres salía de aquella taberna o almacén. Ya no estaba segura de dónde estaba. Y el hecho de que la considerasen mercancía le revolvía el estómago y le erizaba al mismo tiempo. Era lo mismo de siempre. Personas que se creían con el derecho de esclavizar a otros simplemente por ser diferentes o de otra especie. Los viejos recuerdos no tardaron en invadirla durante unos breves momentos, arrancándole un inevitable escalofrío.
La idea de, simplemente, escapar, se fue diluyendo en su cabeza. ¿Y si ese cargamento del que hablaban se trataba de más esclavos? ¿O de cualquier otra cosa peor? Asradí había visto, y por desgracia había sido testigo de como esa clase de gente actuaba. Si había alguien más en peligro, aunque no estuviese segura de ello, su conciencia nunca estaría tranquila. Podría llamar a los demás, sí, pero eso quizás llamaría demasiado la atención. Quizás era demasiado pronto. O demasiado tarde.
Fuese como fuese, se maldijo un momento a sí misma en su cabeza antes de salir de su escondite una vez se encontró sola en aquel lugar. Se aproximó con cuidado hacia la puerta, que todavía permanecía abierta y se dispuso a seguirles, a una distancia prudencial.
Primero quería saber qué era lo que transportaban, hacia donde y cuáles eran las intenciones de aquellos tipos, antes de actuar de manera más violenta, quizás.