Mayura Pavone
El Pavo Real del Oceano
06-11-2024, 09:24 PM
Mayura observó el caos desatado detrás de ellos con una mezcla de satisfacción y triunfo. La visión de los marines desbordando la alcantarilla, convencidos de haber encontrado su rastro, era un espectáculo que le llenaba de una emoción totalmente eufórica. Como un director que contempla la perfección de su obra en escena, no pudo evitar sonreír, aunque el dolor punzante en su pierna le recordaba que el acto aún no estaba completo. A pesar de las dificultades, el Pavo Real del Océano se había mantenido digno y elegante, incluso en las sombras, pero ya venía siendo hora del choque de realidad.
Mientras avanzaban hacia el punto de encuentro, las palmadas del fornido hombre en su espalda le hicieron tambalearse por un momento, aunque no dejó que eso arruinara su compostura. — Claro que se lo han tragado. ¿Qué esperabas? Cuando despliego mis plumas, nadie es capaz de resistirse al encanto. — murmuró, esbozando una sonrisa autosuficiente mientras continuaban entre las sombras, evitando las áreas iluminadas. Su paso era decidido, aunque cada vez sentía más el dolor en su muslo, ahora que la adrenalina ya se empezaba a disipar.
Al llegar a la zona detrás de los edificios, la expresión ansiosa del fornido hombre, que pronto fue abordado por un individuo mayor y silencioso, despertó una leve sospecha en Mayura. Observó cómo el hombre mayor lo dirigía hacia el muelle, sin pronunciar una palabra. Era evidente que el fornido tipo confiaba plenamente en este nuevo aliado, pero Mayura… él no confiaba ciegamente en nadie. Cuando llegaron al muelle y vio el pequeño barco balanceándose sobre las aguas tranquilas, Mayura dejó que sus ojos se posaran en cada uno de los presentes, evaluándolos con mirada crítica. Su compañero de fuga le ofreció una mano para ayudarlo a abordar, agradeciéndole su ayuda con una oferta de acompañarlos a la siguiente isla. La promesa de un viaje lejos de Kilombo era tentadora, y el alivio en el rostro de los hombres sugería que estaban listos para dejar atrás la noche turbulenta.
El elegante y ahora fugitivo pirata, seguía observando el pequeño barco balanceándose suavemente en el muelle, mientras una sonrisa casi imperceptible se dibujó en sus labios. Tras recapitular los eventos de la noche, la idea de abandonar la isla y dirigirse hacia una nueva aventura parecía ser la única opción viable, una oportunidad de dejar su huella en otro escenario sin perder el ritmo. Aunque el dolor en su muslo era un recordatorio constante de la reciente batalla, la promesa de libertad y nuevos horizontes pesaba más.
Finalmente, con su característico porte elegante, aceptó la mano extendida de su compañero de fuga, permitiéndose un momento de vulnerabilidad tras haber sido tan fuerte durante toda la noche. — Acepto tu invitación, querido. No puedo resistirme a un nuevo escenario donde desplegar mis plumas. Aunque, como parte de mi recompensa, deberán tratar mi herida de la pierna. — Abordó con un tono melódico y sarcástico, dejando ver un leve destello de gratitud en su rostro, subió a bordo, dejándose envolver por la promesa de incertidumbre y aventura en aquella isla a la que se dirigían.
El barco zarpó con rapidez, y mientras la isla de Kilombo se desvanecía en el horizonte, Mayura se recostó en la cubierta, permitiendo que la brisa marina acariciara su rostro y sosegara la punzada de dolor en su pierna. Sabía que este era solo un capítulo más en su historia, una escena que le dejaría con cicatrices, pero que también lo hacía sentir más vivo. El Pavo Real del Océano, siempre en movimiento, ahora se encontraba inmóvil y pensativo, pues sabía que su destino lo uniría nuevamente con las imponentes figuras que conectó durante su estadía en Kilombo: Alpha, Derian, Sowon, entre otros...
Mientras avanzaban hacia el punto de encuentro, las palmadas del fornido hombre en su espalda le hicieron tambalearse por un momento, aunque no dejó que eso arruinara su compostura. — Claro que se lo han tragado. ¿Qué esperabas? Cuando despliego mis plumas, nadie es capaz de resistirse al encanto. — murmuró, esbozando una sonrisa autosuficiente mientras continuaban entre las sombras, evitando las áreas iluminadas. Su paso era decidido, aunque cada vez sentía más el dolor en su muslo, ahora que la adrenalina ya se empezaba a disipar.
Al llegar a la zona detrás de los edificios, la expresión ansiosa del fornido hombre, que pronto fue abordado por un individuo mayor y silencioso, despertó una leve sospecha en Mayura. Observó cómo el hombre mayor lo dirigía hacia el muelle, sin pronunciar una palabra. Era evidente que el fornido tipo confiaba plenamente en este nuevo aliado, pero Mayura… él no confiaba ciegamente en nadie. Cuando llegaron al muelle y vio el pequeño barco balanceándose sobre las aguas tranquilas, Mayura dejó que sus ojos se posaran en cada uno de los presentes, evaluándolos con mirada crítica. Su compañero de fuga le ofreció una mano para ayudarlo a abordar, agradeciéndole su ayuda con una oferta de acompañarlos a la siguiente isla. La promesa de un viaje lejos de Kilombo era tentadora, y el alivio en el rostro de los hombres sugería que estaban listos para dejar atrás la noche turbulenta.
El elegante y ahora fugitivo pirata, seguía observando el pequeño barco balanceándose suavemente en el muelle, mientras una sonrisa casi imperceptible se dibujó en sus labios. Tras recapitular los eventos de la noche, la idea de abandonar la isla y dirigirse hacia una nueva aventura parecía ser la única opción viable, una oportunidad de dejar su huella en otro escenario sin perder el ritmo. Aunque el dolor en su muslo era un recordatorio constante de la reciente batalla, la promesa de libertad y nuevos horizontes pesaba más.
Finalmente, con su característico porte elegante, aceptó la mano extendida de su compañero de fuga, permitiéndose un momento de vulnerabilidad tras haber sido tan fuerte durante toda la noche. — Acepto tu invitación, querido. No puedo resistirme a un nuevo escenario donde desplegar mis plumas. Aunque, como parte de mi recompensa, deberán tratar mi herida de la pierna. — Abordó con un tono melódico y sarcástico, dejando ver un leve destello de gratitud en su rostro, subió a bordo, dejándose envolver por la promesa de incertidumbre y aventura en aquella isla a la que se dirigían.
El barco zarpó con rapidez, y mientras la isla de Kilombo se desvanecía en el horizonte, Mayura se recostó en la cubierta, permitiendo que la brisa marina acariciara su rostro y sosegara la punzada de dolor en su pierna. Sabía que este era solo un capítulo más en su historia, una escena que le dejaría con cicatrices, pero que también lo hacía sentir más vivo. El Pavo Real del Océano, siempre en movimiento, ahora se encontraba inmóvil y pensativo, pues sabía que su destino lo uniría nuevamente con las imponentes figuras que conectó durante su estadía en Kilombo: Alpha, Derian, Sowon, entre otros...
Y así mi querido narrador y lectores invitados, el hombre que se consideraba un ave quedó desplumado aunque salvado, logrando alejarse de Kilombo.