Ray
Kuroi Ya
06-11-2024, 10:06 PM
Los monorámpagos se quedan mirando con atención al revolucionario, cautelosos, como dispuestos a saltar ante la más mínima sospecha de que este tuviera intenciones agresivas hacia ellos. No obstante la capacidad de este para entender a los animales hace que se comporte de forma adecuada, siendo sutil en sus movimientos y sin brusquedades en ningún momento. Siempre con las manos a la vista para que vean que viene en son de paz. De este modo es capaz de acercarse poco a poco, lentamente, al primate herido sin que sus compañeros hagan nada por impedirlo. Cuando comienza a intentar vendar de forma precaria la herida puede darse cuenta de que no parece que haya nada que pueda hacer. Es altamente probable que al hundirse varios fragmentos costales hacia el interior del tórax en el momento de recibir la cornada, alguno de ellos haya perforado el pulmón del animal, lo que está provocando una hemorragia interna severa y haciendo que sus vías respiratorias se llenen de sangre. Pronto el pequeño simio comienza a toser sangre, y resulta evidente que el color está abandonando su cuerpo poco a poco.
Es en ese momento cuando se escucha un sonido escalofriante. Es un extraño chirrido, agudo y de gran potencia, que pone la piel de gallina. Alistair puede ver como en ese mismo instante los cuatro monorámpagos que siguen sanos se ponen muy nerviosos, comenzando a moverse a su alrededor de forma compulsiva y sin un orden claro. Miran a su congénere moribundo con rostro de preocupación y dan saltos en distintas direcciones aparentemente sin ton ni son.
Tres siluetas muy similares se dibujan en el cielo, descendiendo aparentemente desde la cima de la montaña. Van a gran velocidad, y poco a poco se van haciendo más grandes de forma progresiva, pudiendo distinguir cada vez mejor sus facciones. Se trata de unos seres que parecen tanto en su cabeza como en su cuerpo y su cola tiburones, y de un tamaño similar al de un tiburón blanco. Sin embargo poseen unas grandes alas membranosas que recuerdan a las de un enorme murciélago, y cuentan con un par de patas traseras con garras parecidas a las que podría tener un dragón. Son de un color entre grisáceo y verdoso, salvo por la zona de la mandíbula inferior, el pecho y el vientre, donde su piel tiene color blanco. En sus fauces se amontonan varias filas de afilados y sin duda mortíferos dientes. Parecen depredadores enormemente capaces y peligrosos, de los que inspiran temor en cualquier ser susceptible de convertirse en su presa.
Cuando están a unos quince metros de la posición del revolucionario y el mono herido aceleran bruscamente y se lanzan con los dientes por delante a por ellos, dispuestos a cazar a lo que ellos parecen considerar que son sus próximas víctimas. Su velocidad es impresionante, resultando difícil seguirles si no fuera porque se dirigen en línea recta hacia su objetivo.
Es en ese momento cuando se escucha un sonido escalofriante. Es un extraño chirrido, agudo y de gran potencia, que pone la piel de gallina. Alistair puede ver como en ese mismo instante los cuatro monorámpagos que siguen sanos se ponen muy nerviosos, comenzando a moverse a su alrededor de forma compulsiva y sin un orden claro. Miran a su congénere moribundo con rostro de preocupación y dan saltos en distintas direcciones aparentemente sin ton ni son.
Tres siluetas muy similares se dibujan en el cielo, descendiendo aparentemente desde la cima de la montaña. Van a gran velocidad, y poco a poco se van haciendo más grandes de forma progresiva, pudiendo distinguir cada vez mejor sus facciones. Se trata de unos seres que parecen tanto en su cabeza como en su cuerpo y su cola tiburones, y de un tamaño similar al de un tiburón blanco. Sin embargo poseen unas grandes alas membranosas que recuerdan a las de un enorme murciélago, y cuentan con un par de patas traseras con garras parecidas a las que podría tener un dragón. Son de un color entre grisáceo y verdoso, salvo por la zona de la mandíbula inferior, el pecho y el vientre, donde su piel tiene color blanco. En sus fauces se amontonan varias filas de afilados y sin duda mortíferos dientes. Parecen depredadores enormemente capaces y peligrosos, de los que inspiran temor en cualquier ser susceptible de convertirse en su presa.
Cuando están a unos quince metros de la posición del revolucionario y el mono herido aceleran bruscamente y se lanzan con los dientes por delante a por ellos, dispuestos a cazar a lo que ellos parecen considerar que son sus próximas víctimas. Su velocidad es impresionante, resultando difícil seguirles si no fuera porque se dirigen en línea recta hacia su objetivo.