Ray
Kuroi Ya
06-11-2024, 10:53 PM
Los miembros de la brigada no tardaron en ponerse de acuerdo y distribuirse de forma equilibrada de acuerdo con sus diferentes capacidades. Resultaba increíble cómo siete personas tan diferentes y variopintas, y con una forma de ser en general tan fuera de lo común podían llegar a compenetrarse tan bien. Pero es que las relaciones que se habían establecido entre ellos iban mucho más allá de lo profesional. No eran compañeros, eran amigos. Se preocupaban de verdad los unos por los otros. Y aunque a veces pudiera no parecerlo de cara a sus superiores debido a su poco ortodoxa forma de proceder en muchas situaciones, todos ellos se preocupaban genuinamente por ayudar a los demás, por poder marcar la diferencia a la hora de mejorar la vida de las personas de a pie, de quienes no podían defenderse por sí mismos.
Masao era quien se había unido a él en el camino que llevaba hacia el norte. Su presencia, aunque escandalosa e imposible de disimular, le reconfortaba, pues su compañero sureño tenía una alegría innata que resultaba tremendamente contagiosa. Antes de que se separaran entregó unas provisiones a cada uno, de forma que tuvieran la posibilidad de reponer fuerzas si la incursión en el peñón se alargaba más de lo previsto. En el caso de Ray eso no era necesario, pues su cuerpo, acostumbrado a las penurias de la pobreza extrema, podía subsistir varios días sin ingerir absolutamente nada, pero aún así las aceptó de buena gana. La intención de su amigo era pura, y era cierto que aunque pudiese pasar sin ello tampoco estaba de más tenerlo a mano por si acaso. Así que le sonrió con sinceridad y le dio las gracias amablemente cuando cogió su ración, antes de guardársela en la mochila.
Su amigo comenzó a cantar en voz baja mientras caminaban. El peliblanco, que normalmente acostumbraba a desplazarse en el más absoluto de los silencios cuando se encontraba en terreno desconocido o posiblemente hostil, consideraba aquello una imprudencia, pero sabía que Masao no podía contenerse. Yendo con él debía renunciar al sigilo absoluto que acostumbraba a utilizar como arma. Además la melodía era bastante pegadiza, y poco a poco sin darse cuenta comenzó a chasquear los dedos al ritmo que su compañero llevaba.
El camino fue considerablemente largo, aunque amenizado por los canturreos de Masao se hizo más corto de lo que en realidad era. A su alrededor la visibilidad era muy escasa, por lo que en todo momento el joven de cabellos plateados mantuvo su Haki alerta para que le avisara si algo o alguien se acercaba a su posición. Finalmente, tras unos veinte minutos caminando, llegaron a una zona mucho más amplia que parecía una especie de meseta. Y al fondo se podía ver una muralla que tendría unos diez metros de altura.
Al acercarse pudieron descubrir en la meseta lo que parecían unas ruinas, cuya entrada se encontraba a unos diez metros del final del camino. Estaban hechas completamente de piedra, y desde ese punto no se veía el fondo de las mismas, tan solo que a su entrada había un pasillo largo y estrecho. Podía detectarse un aroma a madera quemada en su interior que se mezclaba con el de tierra mojada por la lluvia. Esto quería decir que había personas cerca, o las había recientemente, pues lo más seguro era que ese olor correspondiera con una hoguera.
- Creo que deberíamos entrar. - Comentó el peliblanco a su compañero. - Antes percibimos varias presencias bajo tierra, y esta perfectamente podría ser la entrada a esa zona. Es probable que tengan a los gyojins encerrados en algún sitio dentro de este lugar. Además huele como si alguien hubiese hecho una hoguera hace poco. Estamos cerca.
Eso sí, antes de adentrarse en un lugar desconocido como aquel era prudente avisar al resto de sus compañeros, cosa que no tuvo que hacer porque en ese momento su Den Den Mushi sonó. La voz de Octojin le recibió al otro lado. Parecían haber llegado a una muralla similar a la que ellos habían visto, pero a diferencia de en aquella meseta donde estaban él y Taka no había ninguna puerta.
- Aquí hay unas ruinas de piedra. Vamos a entrar, ya que parece un lugar ideal para ocultar a los esclavos que estén intentando vender. Si por algún casual nos llamáis y no contestamos puede ser porque allí dentro no haya cobertura. Si podemos os iremos informando.
Acto seguido llamó a Camille, informando a su grupo con las mismas palabras y preguntando por lo que habían encontrado ellos. Después, tras mirar a Masao para asegurarse de que estaba listo y hacerle un gesto llevándose el dedo índice a los labios para indicar que debían ser silenciosos, dejó que su cuerpo mutara para adoptar de nuevo su forma híbrida y se adentró en las ruinas. Había elegido transformarse porque, dado que estaba oscuro, gracias a sus antenas dispondría de otra fuente de información sensorial además de la reducida visibilidad y su Haki.
Masao era quien se había unido a él en el camino que llevaba hacia el norte. Su presencia, aunque escandalosa e imposible de disimular, le reconfortaba, pues su compañero sureño tenía una alegría innata que resultaba tremendamente contagiosa. Antes de que se separaran entregó unas provisiones a cada uno, de forma que tuvieran la posibilidad de reponer fuerzas si la incursión en el peñón se alargaba más de lo previsto. En el caso de Ray eso no era necesario, pues su cuerpo, acostumbrado a las penurias de la pobreza extrema, podía subsistir varios días sin ingerir absolutamente nada, pero aún así las aceptó de buena gana. La intención de su amigo era pura, y era cierto que aunque pudiese pasar sin ello tampoco estaba de más tenerlo a mano por si acaso. Así que le sonrió con sinceridad y le dio las gracias amablemente cuando cogió su ración, antes de guardársela en la mochila.
Su amigo comenzó a cantar en voz baja mientras caminaban. El peliblanco, que normalmente acostumbraba a desplazarse en el más absoluto de los silencios cuando se encontraba en terreno desconocido o posiblemente hostil, consideraba aquello una imprudencia, pero sabía que Masao no podía contenerse. Yendo con él debía renunciar al sigilo absoluto que acostumbraba a utilizar como arma. Además la melodía era bastante pegadiza, y poco a poco sin darse cuenta comenzó a chasquear los dedos al ritmo que su compañero llevaba.
El camino fue considerablemente largo, aunque amenizado por los canturreos de Masao se hizo más corto de lo que en realidad era. A su alrededor la visibilidad era muy escasa, por lo que en todo momento el joven de cabellos plateados mantuvo su Haki alerta para que le avisara si algo o alguien se acercaba a su posición. Finalmente, tras unos veinte minutos caminando, llegaron a una zona mucho más amplia que parecía una especie de meseta. Y al fondo se podía ver una muralla que tendría unos diez metros de altura.
Al acercarse pudieron descubrir en la meseta lo que parecían unas ruinas, cuya entrada se encontraba a unos diez metros del final del camino. Estaban hechas completamente de piedra, y desde ese punto no se veía el fondo de las mismas, tan solo que a su entrada había un pasillo largo y estrecho. Podía detectarse un aroma a madera quemada en su interior que se mezclaba con el de tierra mojada por la lluvia. Esto quería decir que había personas cerca, o las había recientemente, pues lo más seguro era que ese olor correspondiera con una hoguera.
- Creo que deberíamos entrar. - Comentó el peliblanco a su compañero. - Antes percibimos varias presencias bajo tierra, y esta perfectamente podría ser la entrada a esa zona. Es probable que tengan a los gyojins encerrados en algún sitio dentro de este lugar. Además huele como si alguien hubiese hecho una hoguera hace poco. Estamos cerca.
Eso sí, antes de adentrarse en un lugar desconocido como aquel era prudente avisar al resto de sus compañeros, cosa que no tuvo que hacer porque en ese momento su Den Den Mushi sonó. La voz de Octojin le recibió al otro lado. Parecían haber llegado a una muralla similar a la que ellos habían visto, pero a diferencia de en aquella meseta donde estaban él y Taka no había ninguna puerta.
- Aquí hay unas ruinas de piedra. Vamos a entrar, ya que parece un lugar ideal para ocultar a los esclavos que estén intentando vender. Si por algún casual nos llamáis y no contestamos puede ser porque allí dentro no haya cobertura. Si podemos os iremos informando.
Acto seguido llamó a Camille, informando a su grupo con las mismas palabras y preguntando por lo que habían encontrado ellos. Después, tras mirar a Masao para asegurarse de que estaba listo y hacerle un gesto llevándose el dedo índice a los labios para indicar que debían ser silenciosos, dejó que su cuerpo mutara para adoptar de nuevo su forma híbrida y se adentró en las ruinas. Había elegido transformarse porque, dado que estaba oscuro, gracias a sus antenas dispondría de otra fuente de información sensorial además de la reducida visibilidad y su Haki.