Rocket Raccoon
Rocket
07-11-2024, 04:24 AM
Esclavitud. La ausencia de libertad, el sometimiento absoluto, el control de una vida por otra. La explotación de aquellos que, por caprichos del destino o por errores que nunca fueron suyos, cayeron en las manos de quien convirtió sus días en una cadena de abusos y humillaciones. Para un esclavo, la vida se reduce a una sola cosa: ser útil para el que siembra el miedo en su alma, solo para sobrevivir otro día, arrastrando su existencia en una realidad vacía de esperanza. ¿Cuántas veces habrá pasado por sus mentes que el alivio de la muerte sería preferible a la opresión sin fin?
¿Habían conocido acaso alguna vez algo que no fuera sufrimiento? Tal vez, solo tal vez, algunos de ellos probaron alguna vez la felicidad, aunque fuese breve. Tal vez fue ese recuerdo, esa chispa que un día iluminó sus vidas, lo que los mantenía aferrados a la realidad, soportando el abuso en nombre de una tenue esperanza, creyendo que al final del túnel siempre habría una luz que los esperaría.
Las palabras del pelinegro, cargadas de una rabia apenas contenida sobre el trato hacia las trabajadoras sexuales, atravesaron mis defensas como una flecha. Habían tocado algo profundo, algo que llevaba tiempo sepultado en el rincón más oscuro de mi memoria, el mismo que había hecho que luchara por mi vida un día tras otro. Los recuerdos de aquel lugar, de esa opresión sofocante, comenzaron a arremolinarse en mi mente, y mi rostro dejó entrever el impacto que sus palabras me causaron. No sabía si debía sentir ira o frustración. ¿Debía acaso quitarme de encima la culpa por siquiera haber pensado en contratar a unas mujeres que, como yo, quizás también habían sufrido explotación? Nunca se me ocurrió que esas mujeres podían estar pasando por algo similar. Pensaba que era solo un trabajo, uno entre tantos, sin imaginar que para algunas de ellas pudiera representar una cárcel.
Algunas lágrimas se escapaban, no las supe contener, y creo que ni siquiera lo estaba intentando. Parecían ser lágrimas de ira, pensar por algún momento en ser uno de esos hijos de puta que jugaban a ser dios con mi cuerpo, no podía creer que de mis palabras surgieran una idea como usar a esas mujeres para un beneficio propio.
Miré a Lemon, sintiendo un nudo en la garganta que me dificultaba hasta respirar. Dharkel se había marchado, dejando tras de sí su jarra vacía y unos cuantos billetes sobre la mesa de madera desgastada. -¿Es verdad?...- mis palabras se quebraron en el aire, y sentí cómo se acumulaba en mi pecho una extraña mezcla de vergüenza y desconsuelo. Era difícil, casi imposible, sacar a la luz siquiera una mínima fracción de aquellas experiencias que habían sido encerradas en lo más profundo de mi memoria. Con voz apenas susurrada, continué. -¿Lo que dice de ellas, es verdad? Joder, eh…-
Mis manos se cerraron en puños, apretando la tela del abrigo que llevaba, como si aquello fuera a sostenerme. Me sentía como un niño que buscaba respuestas en el rostro de alguien que parecía tenerlas todas. Recordé por un instante, que nunca le había contado a mi compañero de batallas ningún asunto privado de ese pasado que todavía hacía añicos mi corazón. Quizás fuera el momento adecuado para abrirme, nunca lo había hablado con nadie. Creía que si no lo mencionaba, pues aquellos recuerdos se desvanecerían sin más. ¿Si no quieres ver la realidad en frente de ti, cierras los ojos no? Pues no parecía ser tan simple.
Tras un par de minutos, parecía que volvía a calmarme. Observé a la puerta que indicaba la salida, y note por debajo las botas de quien, hace un momento, estaban pisando el suelo justo debajo de esta mesa. No se había ido del todo, parecía seguir esperándonos. Pero teníamos que llegar a un acuerdo.
-Nunca te conté esta parte de mi vida, Lemon.- No sabía exactamente como decir esto, por lo que me cortaba al momento de siquiera intentar soltarlo a mi compañero. Entonces miré mis manos, las cuales llevaban un sin fin de cicatrices a lo largo y ancho de las mismas, incluso algunas de ellas se extendían hasta el brazo, y se las mostré. -En su día, estaban experimentando conmigo... Joder eh. Me agarraban cuando querían, me sacaban de la jaula y bueno... después de despertarme amanecía con nuevas marcas en varias partes de mi piel. Joder eh- Lleve una de mis manos a mi cuello, donde debía estar la espina dorsal. -Y aquí atrás, también, incluso. Joder eh. De ahí mi rabia hacia el gobierno, sí. No era simplemente por molestar a los del poder. La idea que decías, si parecía divertida, y siendo crítico, pues podría resultar bastante útil. Pero creo que estoy con Dharkel. No puedo ser como uno de ellos, eso no... Joder eh.-
Termine mi bebida, y también saca un pequeño fajo de billetes. -Vamos afuera, Dharkel está ahí esperándonos.-
Al salir del lugar, el olor al cigarro que fumaba el pelinegro volvía a inundar mis narices. -Aquí estas eh. No sabía lo de las... bueno. Joder eh. Lo hablé con Lemon, se le ocurrirá algo más, no te preocupes. Pero está bien conocer los límites de nuestros compañeros, me has abierto los ojos un poco, y sí, al igual que tú, yo también estoy en contra de todo eso. Joder eh.-
¿Habían conocido acaso alguna vez algo que no fuera sufrimiento? Tal vez, solo tal vez, algunos de ellos probaron alguna vez la felicidad, aunque fuese breve. Tal vez fue ese recuerdo, esa chispa que un día iluminó sus vidas, lo que los mantenía aferrados a la realidad, soportando el abuso en nombre de una tenue esperanza, creyendo que al final del túnel siempre habría una luz que los esperaría.
Las palabras del pelinegro, cargadas de una rabia apenas contenida sobre el trato hacia las trabajadoras sexuales, atravesaron mis defensas como una flecha. Habían tocado algo profundo, algo que llevaba tiempo sepultado en el rincón más oscuro de mi memoria, el mismo que había hecho que luchara por mi vida un día tras otro. Los recuerdos de aquel lugar, de esa opresión sofocante, comenzaron a arremolinarse en mi mente, y mi rostro dejó entrever el impacto que sus palabras me causaron. No sabía si debía sentir ira o frustración. ¿Debía acaso quitarme de encima la culpa por siquiera haber pensado en contratar a unas mujeres que, como yo, quizás también habían sufrido explotación? Nunca se me ocurrió que esas mujeres podían estar pasando por algo similar. Pensaba que era solo un trabajo, uno entre tantos, sin imaginar que para algunas de ellas pudiera representar una cárcel.
Algunas lágrimas se escapaban, no las supe contener, y creo que ni siquiera lo estaba intentando. Parecían ser lágrimas de ira, pensar por algún momento en ser uno de esos hijos de puta que jugaban a ser dios con mi cuerpo, no podía creer que de mis palabras surgieran una idea como usar a esas mujeres para un beneficio propio.
Miré a Lemon, sintiendo un nudo en la garganta que me dificultaba hasta respirar. Dharkel se había marchado, dejando tras de sí su jarra vacía y unos cuantos billetes sobre la mesa de madera desgastada. -¿Es verdad?...- mis palabras se quebraron en el aire, y sentí cómo se acumulaba en mi pecho una extraña mezcla de vergüenza y desconsuelo. Era difícil, casi imposible, sacar a la luz siquiera una mínima fracción de aquellas experiencias que habían sido encerradas en lo más profundo de mi memoria. Con voz apenas susurrada, continué. -¿Lo que dice de ellas, es verdad? Joder, eh…-
Mis manos se cerraron en puños, apretando la tela del abrigo que llevaba, como si aquello fuera a sostenerme. Me sentía como un niño que buscaba respuestas en el rostro de alguien que parecía tenerlas todas. Recordé por un instante, que nunca le había contado a mi compañero de batallas ningún asunto privado de ese pasado que todavía hacía añicos mi corazón. Quizás fuera el momento adecuado para abrirme, nunca lo había hablado con nadie. Creía que si no lo mencionaba, pues aquellos recuerdos se desvanecerían sin más. ¿Si no quieres ver la realidad en frente de ti, cierras los ojos no? Pues no parecía ser tan simple.
Tras un par de minutos, parecía que volvía a calmarme. Observé a la puerta que indicaba la salida, y note por debajo las botas de quien, hace un momento, estaban pisando el suelo justo debajo de esta mesa. No se había ido del todo, parecía seguir esperándonos. Pero teníamos que llegar a un acuerdo.
-Nunca te conté esta parte de mi vida, Lemon.- No sabía exactamente como decir esto, por lo que me cortaba al momento de siquiera intentar soltarlo a mi compañero. Entonces miré mis manos, las cuales llevaban un sin fin de cicatrices a lo largo y ancho de las mismas, incluso algunas de ellas se extendían hasta el brazo, y se las mostré. -En su día, estaban experimentando conmigo... Joder eh. Me agarraban cuando querían, me sacaban de la jaula y bueno... después de despertarme amanecía con nuevas marcas en varias partes de mi piel. Joder eh- Lleve una de mis manos a mi cuello, donde debía estar la espina dorsal. -Y aquí atrás, también, incluso. Joder eh. De ahí mi rabia hacia el gobierno, sí. No era simplemente por molestar a los del poder. La idea que decías, si parecía divertida, y siendo crítico, pues podría resultar bastante útil. Pero creo que estoy con Dharkel. No puedo ser como uno de ellos, eso no... Joder eh.-
Termine mi bebida, y también saca un pequeño fajo de billetes. -Vamos afuera, Dharkel está ahí esperándonos.-
Al salir del lugar, el olor al cigarro que fumaba el pelinegro volvía a inundar mis narices. -Aquí estas eh. No sabía lo de las... bueno. Joder eh. Lo hablé con Lemon, se le ocurrirá algo más, no te preocupes. Pero está bien conocer los límites de nuestros compañeros, me has abierto los ojos un poco, y sí, al igual que tú, yo también estoy en contra de todo eso. Joder eh.-