Yo diría que no parece que haya otra salida, ¿no? Es el agua o darle porrazos a las rocas y rezar para poder destruirlas más rápido de lo que se mueve el gas. ¿Qué queréis que os diga? Viendo lo que el vapor le está haciendo al cuerpo del Terror de Goza, casi que vuestra idea me parece la más sensata. Conforme os vais acercando al agua y tenéis el cuerpo del monstruo más cerca, acertáis a ver cómo, una vez fuera de su aparato digestivo, el gas va corroyendo a una velocidad desproporcionada la dura y resistente piel de escamas del leviatán. Diría que el olor a podredumbre se hace patente, pero no, el gas actúa mucho más rápido y el único olor desagradable que continuáis detectando es el de las entrañas del coloso de las profundidades.
Os sumergís por completo unos instantes antes de que el humo alcance vuestra posición, condenando a la caverna a quedar envuelta en esa atmósfera letal durante a saber cuánto tiempo. En cualquier caso, eso será problema del siguiente que intente asomar el hocico en ese lugar. Si es que alguna vez llega a ir alguien, claro. Con respecto al agua, enseguida os queda claro que el Terror de Goza se alojaba en la zona, porque la temperatura del agua es alarmantemente baja. Tal vez tenga algo que ver todo ese hielo que la criatura ha estado produciendo en su enfrentamiento contra vosotros, claro, pero el hecho es que hace un frío que pela. Menos mal que hay un gyojin haciendo de taxi submarino, porque me sé de uno que tiene que estar de lo más débil y ese frío le habría venido bastante mal como hándicap añadido.
Sea como sea, una vez sumergidos podéis divisar tres cosas —quienes tengan los ojos abiertos, claro—. En primer lugar, que la laguna es mucho más grande de lo que hace pensar su superficie. En el área que veis caben tranquilamente y de manera holgada cincuenta monstruos como el que habéis enfrentado —no, no hay más, tranquilos—. Del mismo modo, una gran fuente de luz hace pensar que en dirección sur hay una salida submarina hacia el aire libre, pero con las dimensiones de la cueva subacuática es difícil estimar a qué distancia se encuentra y Balagus y Ray no pueden contener la respiración para siempre. Hacia el norte, en la dirección que se encuentra la presencia, se puede divisar el acceso a una gruta que, de no tener la guía de la presencia, tal vez no veríais con igual claridad. No es un orificio pequeño, puesto que diría que el monstruo podría pasar a su través, pero no tiene nada que ver con el tamaño del resto de la caverna natural.
Al recorrer el túnel termináis por acceder a una zona similar a la que dejáis atrás. El agua conforma una laguna de la que salís para toparos con un área en la que queda claro el hombre no ha puesto nunca un pie. Rocas húmedas se esparcen por doquier, de todas las formas y tamaños. De un sinfín de grandes estalactitas en el techo —mucho más grandes que las que se desprendieron sobre vosotros— se produce un goteo que con el paso de los años, quizás incluso siglos, ha ido dando forma a estalagmitas tan altas como Octojin. Arriba, en lo más alto —como a unos veinticinco metros sobre vosotros—, un gran orifico permite la entrada de los rayos del sol, lo que ilumina un área circular justo sobre la superficie de la laguna. Diría que por ese agujero entra Balagus sin demasiado problema.
Pero la pregunta es: ¿os vais a ir ya, con lo bien que nos lo estamos pasando? Ya hablando en serio, aquellos capaces de percibir podéis distinguir la presencia. Se encuentra yendo hacia el este, como a unos cien metros atravesando el bosque de estalagmitas que tenéis ante vosotros. En caso de que decidáis acercaros, conforme lo vayáis haciendo podréis escuchar un gimoteo distante que cada vez se irá haciendo más claro, así como violentos golpes que esporádicamente hacen estremecerse a las estalactitas —a Balagus no le gusta esto—.
Os sumergís por completo unos instantes antes de que el humo alcance vuestra posición, condenando a la caverna a quedar envuelta en esa atmósfera letal durante a saber cuánto tiempo. En cualquier caso, eso será problema del siguiente que intente asomar el hocico en ese lugar. Si es que alguna vez llega a ir alguien, claro. Con respecto al agua, enseguida os queda claro que el Terror de Goza se alojaba en la zona, porque la temperatura del agua es alarmantemente baja. Tal vez tenga algo que ver todo ese hielo que la criatura ha estado produciendo en su enfrentamiento contra vosotros, claro, pero el hecho es que hace un frío que pela. Menos mal que hay un gyojin haciendo de taxi submarino, porque me sé de uno que tiene que estar de lo más débil y ese frío le habría venido bastante mal como hándicap añadido.
Sea como sea, una vez sumergidos podéis divisar tres cosas —quienes tengan los ojos abiertos, claro—. En primer lugar, que la laguna es mucho más grande de lo que hace pensar su superficie. En el área que veis caben tranquilamente y de manera holgada cincuenta monstruos como el que habéis enfrentado —no, no hay más, tranquilos—. Del mismo modo, una gran fuente de luz hace pensar que en dirección sur hay una salida submarina hacia el aire libre, pero con las dimensiones de la cueva subacuática es difícil estimar a qué distancia se encuentra y Balagus y Ray no pueden contener la respiración para siempre. Hacia el norte, en la dirección que se encuentra la presencia, se puede divisar el acceso a una gruta que, de no tener la guía de la presencia, tal vez no veríais con igual claridad. No es un orificio pequeño, puesto que diría que el monstruo podría pasar a su través, pero no tiene nada que ver con el tamaño del resto de la caverna natural.
Al recorrer el túnel termináis por acceder a una zona similar a la que dejáis atrás. El agua conforma una laguna de la que salís para toparos con un área en la que queda claro el hombre no ha puesto nunca un pie. Rocas húmedas se esparcen por doquier, de todas las formas y tamaños. De un sinfín de grandes estalactitas en el techo —mucho más grandes que las que se desprendieron sobre vosotros— se produce un goteo que con el paso de los años, quizás incluso siglos, ha ido dando forma a estalagmitas tan altas como Octojin. Arriba, en lo más alto —como a unos veinticinco metros sobre vosotros—, un gran orifico permite la entrada de los rayos del sol, lo que ilumina un área circular justo sobre la superficie de la laguna. Diría que por ese agujero entra Balagus sin demasiado problema.
Pero la pregunta es: ¿os vais a ir ya, con lo bien que nos lo estamos pasando? Ya hablando en serio, aquellos capaces de percibir podéis distinguir la presencia. Se encuentra yendo hacia el este, como a unos cien metros atravesando el bosque de estalagmitas que tenéis ante vosotros. En caso de que decidáis acercaros, conforme lo vayáis haciendo podréis escuchar un gimoteo distante que cada vez se irá haciendo más claro, así como violentos golpes que esporádicamente hacen estremecerse a las estalactitas —a Balagus no le gusta esto—.