Octojin
El terror blanco
07-11-2024, 02:44 PM
KENB601
KENBUNSHOKU
Haki intermedio
Tier 6
No Aprendida
9
2
Permite al usuario percibir con precisión la presencia de otros seres vivos en un área, siendo capaz de apreciar las emociones que exterioricen y de forma superficial las hostilidades que realmente tienen. Así como estimar de forma general quién es alguien más fuerte o más débil que él. Si lo activa puede anticiparse a un ataque obteniendo para ello un bono de +10 [Reflejos].
Área: [VOLx15] metros | +10 [REF]
Octojin emergió de la helada laguna mientras sus ojos se entrecerraban por la fuerte luz que se colaba desde arriba, iluminando un círculo claro sobre la superficie del agua. A su alrededor, el área era un espectáculo impresionante, aunque lúgubre.
No tenía claro si el resto de sus acompañantes habían llevado los ojos cerrados durante su viaje, pero el espectáculo en el agua había sido digno de ver. Pese a que parecía una simple charca con poco más que unos metros de profundidad, el agua era el refugio de unas profundidades mayores con unas dimensiones que no se habría atrevido a pensar antes. Tuvo una gran tentación de explorar la zona, pero pronto se dio cuenta de que no era posible. Cargaba a dos seres que no podían respirar en el agua, por lo que debía ser rápido y llegar a la orilla.
Cuando lo hizo, las enormes estalactitas en el techo, varias veces más grandes que las que casi los matan antes, se extendían amenazantes, y el sonido del agua goteando desde sus puntas formaba estalagmitas en el suelo, algunas tan altas como él mismo. Era un sitio que parecía sacado de una pesadilla o un cuento de terror, a decir verdad como la cueva en sí misma. Y, por supuesto, los destellos de luz entre las sombras hacían el ambiente aún más tenebroso. La guinda que culminaba aquél pastel con olor a humedad y sensaciones extrañas.
Mientras se movía con cuidado entre las formaciones rocosas, Octojin decidió enfocarse en su Haki de Observación para intentar detectar la presencia que habían estado persiguiendo y que tanto le llamaba la atención. Podría decirse que ya era algo personal, necesitaba saber quién era ese tipo. Tras unos segundos de concentración, la localizó en dirección al este, a unos cien metros de distancia. No parecía moverse con rapidez, lo que le daba algo de tiempo para planear su siguiente movimiento con Ray y Balagus.
—Está al este —dijo en voz baja, lo suficientemente fuerte para que sus compañeros lo escucharan—. Parece que todavía sigue en esta dirección, no se ha ido muy lejos.
El camino era traicionero. Las estalagmitas creaban una especie de bosque de piedra, difícil de atravesar sin rozarse con sus afiladas puntas, y el terreno estaba irregular y resbaladizo. El gyojin notaba la incomodidad del ambiente en sus propios músculos, que aún resentían el frío del agua helada en la que habían estado sumergidos.
El tiburón chequearía a Ray, ofreciéndole su espalda como apoyo si lo necesitaba. El estar en contacto con el agua era una gran debilidad que debía cargar por haber consumido una akuma no mi. Y quizá le costaba un poco arrancar.
En cualquier caso, el tiburón respiró hondo antes de hablar de nuevo. Aquel lugar tenía algo opresivo que parecía hacer el aire más denso y pesado, como si hubiera una advertencia en el mismo silencio que llenaba la cueva.
—Más vale prevenir, chicos, id con cuidado. Parece que esta cueva nos sigue poniendo obstáculos en cada paso —comentó, observando el suelo y los muros, claramente antiguos, húmedos y cubiertos de escarcha en algunas partes—. Esto está tan oscuro y mal iluminado que parece que a duras penas los rayos del sol llegan aquí.
Balagus, algo más atrás, le había comentado que él estaría bien si le daban unos momentos. Sin duda debido a su estado avanzaría más despacio, escudriñando cada rincón con desconfianza. Aunque estaba bastante golpeado y agotado, su mirada denotaba una determinación feroz.
—Puedo cargar con ambos sin problema si lo necesitáis —comentó, intentando aplicar un tono amable para que no se sintieran inferiores por ello. Su fuerza era su principal virtud, y cargar con varios cientos de kilos no era ningún problema.
Octojin hizo un gesto para que sus compañeros lo siguieran mientras continuaban en dirección este, donde la presencia marcaba. Sentía su corazón latiendo con fuerza mientras los ecos de sus pasos resonaban en la cueva. En medio de la marcha, aprovechó para dirigirse a ambos:
—¿Qué pensáis hacer? Yo… tengo un mal presentimiento, pero no pienso dejar a ese encapuchado escapar sin más. Ya hemos llegado hasta aquí y necesito saber quién diablos es —dijo con determinación, mirando a Ray y luego a Balagus.
A cada paso, el gimoteo que escuchaba a lo lejos se hacía más nítido. El sonido era extraño, como el llanto de alguien que sufría en la lejanía. ¿Qué le estaría pasando a ese tipo? Por momentos, el gimoteo era interrumpido por violentos golpes que sacudían las estalactitas en lo alto, haciendo que algunas piedras pequeñas cayeran cerca de ellos. El gyojin notaba cómo la tensión del momento era cada vez mayor. Llegando incluso a ser molesta.
A pesar de la confianza que mostraba, Octojin no podía evitar una leve inquietud. Ese gimoteo y los temblores le resultaban cada vez más desconcertantes, como si aquel lugar ocultara secretos antiguos y peligrosos. Y, generalmente, lo antiguo y peligroso suele salir caro a quien intenta indagar. Al acercarse más hacia el este, el gyojin se dio cuenta de que el llanto parecía provenir de una pequeña abertura entre dos estalagmitas enormes, tan altas y delgadas que parecían amenazar con desplomarse en cualquier momento.
—Aquí es —murmuró Octojin, deteniéndose justo antes de cruzar la entrada de la nueva caverna que se abría ante él.
El escualo intercambiaría miradas con los tres, dando un paso adelante, dispuesto a adentrarse en aquella penumbra helada. La curiosidad mató al gato, ¿mataría también al tiburón? A su alrededor, los ecos del gimoteo se volvían más intensos, llenando la cueva con un aire de tristeza y sufrimiento. Era como si cada pared de roca, cada estalagmita y cada centímetro de aquel suelo húmedo contuviera un eco de algo perdido hacía mucho tiempo.
Con el Haki de Observación aún activo, Octojin sentía la presencia de su objetivo cada vez más cerca. Intentaría percibir si su presencia era hostil, o el poder de su ser, aunque probablemente ninguna de las respuestas que recibiese a ello fueran suficientes como para cesar su empeño en entrar a por todas y descubir qué o quién era aquél que estaba sollozando. Su respiración era profunda y controlada, concentrado en mantener la calma a pesar del peso del ambiente que lo rodeaba.
—Sigamos adelante, pero con cuidado. Quienquiera que esté detrás de todo esto, no creo que quiera recibirnos con los brazos abiertos —murmuró, avanzando con un paso firme.
Sin otra palabra, Octojin lideraría el camino, completamente decidido a encontrar a quien había observado su batalla en las sombras y ahora estaba sollozando.