Quizás se había precipitado demasiado. Seguramente luego, si salía de esa, se lo terminaría recriminando. Pero es que estaba cansada. Cansada de ser tratada como mercancía, cansada de huir y cansada de tener miedo. Eso era lo que siempre se decía aunque en el fondo, muy en el fondo, todavía sintiese pavor por ciertos recuerdos. Era algo intrínseco que le habían marcado a fuego al mismo tiempo que lo habían hecho aquella vez en su espalda. Pero estaba cansada de huír, de tener que dejar a la gente que quería siempre atrás. Aunque ella se autoconvenciese de que era para protegerlos, en realidad tenía pavor de que, efectivamente, las represalias fuesen contra esas personas queridas.. Quizás era egoísmo, pero prefería serlo a tener que lamentarse después por muchos motivos.
Asradi envaró la espalda, manteniéndose en su lugar, en guardia y mirando a los tres hombres presentes. Era el viejo el que más repelús le daba. Los otros, al fin y al cabo, parecían más matones que otra cosa. Por inercia, dió un paso hacia atrás, un saltito más bien, mientras no les quitaba el ojo de encima a los otros.
Todo sucedió demasiado rápido: uno de ellos se fue contra ella, con un puñetazo directo hacia su estómago. Y todo se encendió. Como si alguien hubiese pulsado un botón escondido en la sirena. Los ojos de Asradi, siempre calmos como el océano, se tornaron grisáceos: el presagio de una tormenta. Tanto sus pupilas como su mandíbula se afilaron. No solía ser una persona violenta, pero seguía teniendo sangre de tiburón. Y nunca, nunca, se debía jugar con un escualo acorralado. Por inercia, expuso sus manos a la altura de su propio estómago. No para defenderse de aquel puñetazo. No al uso, más bien. Entre ella comenzó a juntarse, rápidamente, toda el agua que había condensada en el ambiente. Estaban en un lugar portuario, cerca del mar, al fin y al cabo. Pero esta vez había sucedido de una manera mucho más rápida que de lo habitual.
No solo era un incremento de agua, sino que ésta se había condensado y comprimido ahí de tal forma que pareciese que estuviese a punto de estallar. Asradi entornó los ojos, puestos sobre ambos hombres. El otro había atacado poco después, pero todavía tenía tiempo, si jugaba bien sus cartas. O, al menos, esa era la intención.
Era una sirena, sí. Pero no estaba totalmente indefensa. Odiaba que muchos pensasen que, por ser habitantes del mar, por ser de otra especie, solo los viesen como esclavos o simple mercancía o entretenimiento. ¿Qué eran lo que se merecían esas personas? Ser tratadas de la misma manera. O peor todavía. No era tan santa como pudiese parecer, por mucho que desease el entendimiento entre gyojins y humanos. No pretendía tampoco una venganza o un baño de sangre por lo que otros habían hecho. Tampoco metía a todos los humanos en el mismo saco, puesto que había conocido mucha gente buena. Y el ejemplo más cercano lo había visto ahí, en Oykot. Como los humanos se marginaban, incluso, entre ellos.
— ¿No os han enseñado que a la mercancía no se daña? ¿Qué diría el jefe? — Siseó con un tono bajo, peligroso. Y rencoroso en cierto sentido.
Cuando el puño pareciese que fuese a impactar, Asradi soltó, de repente, el cúmulo de agua giratoria que estaba concentrando, provocando que ciclón de agua se desprendiese de manera peligrosa directamente al primer tipo, buscando dañarle y arrastrarle al mismo tiempo.
No solo eso, sino que el agua comenzó a ganar en capacidad y el ciclón a aumentar de tal forma que, con la misma intención, alcanzar al resto de atacantes. Una vez hecho esto, ella aprovecharía para retroceder un par de pasos, sin dejar de mantener el control del agua de manera efectiva y casi brutal. Tomó aire un par de segundos, antes de fulminarles con la mirada en ese momento. Si querían guerra, iban a tenerla.
— ¡¡Valföðr er blant oss!! — La voz de Asradi se alzó, al mismo tiempo, por sobre el rugido del agua, uniéndose a ésta de una manera espiritual y que pretendía penetrar en las voluntades de aquellas personas. Pero no era un canto inspiratorio, como los que solía hacer para ensalzar a sus aliados, a los suyos.
Era, literalmente, un grito de guerra.
Asradi envaró la espalda, manteniéndose en su lugar, en guardia y mirando a los tres hombres presentes. Era el viejo el que más repelús le daba. Los otros, al fin y al cabo, parecían más matones que otra cosa. Por inercia, dió un paso hacia atrás, un saltito más bien, mientras no les quitaba el ojo de encima a los otros.
Todo sucedió demasiado rápido: uno de ellos se fue contra ella, con un puñetazo directo hacia su estómago. Y todo se encendió. Como si alguien hubiese pulsado un botón escondido en la sirena. Los ojos de Asradi, siempre calmos como el océano, se tornaron grisáceos: el presagio de una tormenta. Tanto sus pupilas como su mandíbula se afilaron. No solía ser una persona violenta, pero seguía teniendo sangre de tiburón. Y nunca, nunca, se debía jugar con un escualo acorralado. Por inercia, expuso sus manos a la altura de su propio estómago. No para defenderse de aquel puñetazo. No al uso, más bien. Entre ella comenzó a juntarse, rápidamente, toda el agua que había condensada en el ambiente. Estaban en un lugar portuario, cerca del mar, al fin y al cabo. Pero esta vez había sucedido de una manera mucho más rápida que de lo habitual.
JGY601
GYOJIN JUJUTSU
Utilidad Activa
Tier 6
No Aprendida
20
3
El usuario ha aprendido a reunir mayores cantidades de agua del ambiente a una mayor velocidad con el fin de poder utilizar esta técnica junto a las demás del Jujutsu, aun en un entorno en el que no se disponga de agua. De forma adicional el incremento de agua que reúne mediante esta técnica brindará un daño adicional a las técnicas.
+40 de [Daño]
No solo era un incremento de agua, sino que ésta se había condensado y comprimido ahí de tal forma que pareciese que estuviese a punto de estallar. Asradi entornó los ojos, puestos sobre ambos hombres. El otro había atacado poco después, pero todavía tenía tiempo, si jugaba bien sus cartas. O, al menos, esa era la intención.
Era una sirena, sí. Pero no estaba totalmente indefensa. Odiaba que muchos pensasen que, por ser habitantes del mar, por ser de otra especie, solo los viesen como esclavos o simple mercancía o entretenimiento. ¿Qué eran lo que se merecían esas personas? Ser tratadas de la misma manera. O peor todavía. No era tan santa como pudiese parecer, por mucho que desease el entendimiento entre gyojins y humanos. No pretendía tampoco una venganza o un baño de sangre por lo que otros habían hecho. Tampoco metía a todos los humanos en el mismo saco, puesto que había conocido mucha gente buena. Y el ejemplo más cercano lo había visto ahí, en Oykot. Como los humanos se marginaban, incluso, entre ellos.
— ¿No os han enseñado que a la mercancía no se daña? ¿Qué diría el jefe? — Siseó con un tono bajo, peligroso. Y rencoroso en cierto sentido.
Cuando el puño pareciese que fuese a impactar, Asradi soltó, de repente, el cúmulo de agua giratoria que estaba concentrando, provocando que ciclón de agua se desprendiese de manera peligrosa directamente al primer tipo, buscando dañarle y arrastrarle al mismo tiempo.
JGY402
GYOJIN JUJUTSU
Ofensiva Activa
Tier 4
No Aprendida
49
2
El usuario condensara el agua a sus alrededores o la del ambiente mientras la reune con sus manos rotando su cuerpo con el fin de formar un pequeño ciclón de agua a su alrededor que barrera con todos el mundo que se encuentre a 15 metros a su alrededor y en caso de encontrarse bajo el agua el ciclón tendrá una altura de 30 metros, dicho ciclón causa [Derribo] a quienes alcance.
Golpe Básico + [FUEx2,9] de [Daño Perforante]
No solo eso, sino que el agua comenzó a ganar en capacidad y el ciclón a aumentar de tal forma que, con la misma intención, alcanzar al resto de atacantes. Una vez hecho esto, ella aprovecharía para retroceder un par de pasos, sin dejar de mantener el control del agua de manera efectiva y casi brutal. Tomó aire un par de segundos, antes de fulminarles con la mirada en ese momento. Si querían guerra, iban a tenerla.
— ¡¡Valföðr er blant oss!! — La voz de Asradi se alzó, al mismo tiempo, por sobre el rugido del agua, uniéndose a ésta de una manera espiritual y que pretendía penetrar en las voluntades de aquellas personas. Pero no era un canto inspiratorio, como los que solía hacer para ensalzar a sus aliados, a los suyos.
Era, literalmente, un grito de guerra.