Takahiro
La saeta verde
07-11-2024, 09:16 PM
La sensación de que separarse no era una buena idea continuaba golpeando la cabeza de Takahiro, que si bien era algo lógico para llevar a cabo la empresa en la que se encontraban de una forma más rápida, eso no implicaba que fuera la más eficiente. Sin embargo, estaba contento, le había tocado hacer equipo con Octojin y hacer tándem con él siempre daba buenas historias que contar después en la cantina.
—¡Al por todas, Octo! —exclamó el peliverde, alzando el puño para chocarlo con el del tiburón, mientras le dedicaba la mejor de sus sonrisas—. Que se vea que somos mejor combinación que la carne con patatas.
Y eso era cierto… No había mejor combinación que la carne con patatas, quizás la del pan con chocolate, pero del normal, no esas combinaciones modernas que tanto estaban de moda en ese momento.
El camino avanzaba por un lugar con árboles y bastante pedregoso. Era bastante complicado caminar por él, aunque no difícil. Tan solo tenía que ir esquivando grietas con cuidado para no caerse y doblarse el tobillo; o algo peor. El sonido del viento mecía las copas de los árboles, llenando de un aroma bastante agradable sus fosas nasales. Le encantaba la naturaleza y el verde, aunque no la humedad del ambiente. Era probable que fuera por haberse criado en Arabasta, allí todos eran páramos, arena y polvo, sin embargo, lo extrañaba con cierta nostalgia. Esos paseos por el puerto de Nanohana con su abuelo, incluso las malas caras de su tío cuando él llegaba de trabajar.
Mientras continuaba ensimismado en sus recuerdos, una corriente de aire más fuerte de lo normal le azotó en la cara, levantándole su taquiyah, que casi cae al suelo.
—Hemos visto escenarios peores —comentó Takahiro en voz baja, arqueando las piernas para caminar de forma más estable—. Prefiero la fuerza indómita del agua y el viento a la destrucción del fuego o una lechuga-misil —bromeó.
Llegaron a una amplia esplanada, mas el peliverde no quiso adentrarse mucho en ella. Era el lugar ideal para ser acribillado por tiradores desde una distancia bastante amplia como para no dar con ellos. Sin embargo, dar marcha atrás sería un gran atraso, él lo sabía y Octo seguramente también.
El héroe de las profundidades, también conocido como destructor de barcos, agarró su den den mushi y llamó a sus compañeros para actualizarles la situación en la que se encontraban.
—Lo cierto es que es bastante extraño —le dijo, bastante pensativo. Octojin se puso a mover algunas piedras, a lo que Takahiro le ayudó. Eso le recordó sus días trabajando en el sector de la construcción para ganarse unos pocos berries, aunque eso no lo echaba de menos—. No creo que nos sirva de mucho hacer esto —comentó Takahiro—. Medías unos cuatro metros, ¿verdad? —le preguntó a su amigo—. Cógeme, a ver si desde una altura más alta conseguimos vislumbrar algo más.
Tras ello, se subió sobre Octojin, situándose en sus hombros, para luego usar su manso como si fueran unas plataformas. Aquella altura superaba con creces los siete u ocho metros de altitud, así que era probable que pudiera ver algo más concreto. Tras ello, bajaría de nuevo al suelo y de haber visto algo se lo contaría a Octojin.
—¡Al por todas, Octo! —exclamó el peliverde, alzando el puño para chocarlo con el del tiburón, mientras le dedicaba la mejor de sus sonrisas—. Que se vea que somos mejor combinación que la carne con patatas.
Y eso era cierto… No había mejor combinación que la carne con patatas, quizás la del pan con chocolate, pero del normal, no esas combinaciones modernas que tanto estaban de moda en ese momento.
El camino avanzaba por un lugar con árboles y bastante pedregoso. Era bastante complicado caminar por él, aunque no difícil. Tan solo tenía que ir esquivando grietas con cuidado para no caerse y doblarse el tobillo; o algo peor. El sonido del viento mecía las copas de los árboles, llenando de un aroma bastante agradable sus fosas nasales. Le encantaba la naturaleza y el verde, aunque no la humedad del ambiente. Era probable que fuera por haberse criado en Arabasta, allí todos eran páramos, arena y polvo, sin embargo, lo extrañaba con cierta nostalgia. Esos paseos por el puerto de Nanohana con su abuelo, incluso las malas caras de su tío cuando él llegaba de trabajar.
Mientras continuaba ensimismado en sus recuerdos, una corriente de aire más fuerte de lo normal le azotó en la cara, levantándole su taquiyah, que casi cae al suelo.
—Hemos visto escenarios peores —comentó Takahiro en voz baja, arqueando las piernas para caminar de forma más estable—. Prefiero la fuerza indómita del agua y el viento a la destrucción del fuego o una lechuga-misil —bromeó.
Llegaron a una amplia esplanada, mas el peliverde no quiso adentrarse mucho en ella. Era el lugar ideal para ser acribillado por tiradores desde una distancia bastante amplia como para no dar con ellos. Sin embargo, dar marcha atrás sería un gran atraso, él lo sabía y Octo seguramente también.
El héroe de las profundidades, también conocido como destructor de barcos, agarró su den den mushi y llamó a sus compañeros para actualizarles la situación en la que se encontraban.
—Lo cierto es que es bastante extraño —le dijo, bastante pensativo. Octojin se puso a mover algunas piedras, a lo que Takahiro le ayudó. Eso le recordó sus días trabajando en el sector de la construcción para ganarse unos pocos berries, aunque eso no lo echaba de menos—. No creo que nos sirva de mucho hacer esto —comentó Takahiro—. Medías unos cuatro metros, ¿verdad? —le preguntó a su amigo—. Cógeme, a ver si desde una altura más alta conseguimos vislumbrar algo más.
Tras ello, se subió sobre Octojin, situándose en sus hombros, para luego usar su manso como si fueran unas plataformas. Aquella altura superaba con creces los siete u ocho metros de altitud, así que era probable que pudiera ver algo más concreto. Tras ello, bajaría de nuevo al suelo y de haber visto algo se lo contaría a Octojin.