Dharkel
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07-11-2024, 10:01 PM
El techo se agrietó, cediendo ante fuerza del señor K y dando lugar a un combate que para sorpresa de Dharkel fue resuelto en una rápida vorágine de violencia, permitiendo salir a todos los miembros de la tripulación y a la sirena ilesos. Se giró rápidamente al observar cómo el agente Blackmore caía sobre sus rodillas con los ojos tornados en blanco, e intentó chocar una mano con Jaela dibujando una sonrisa en su rostro a modo de celebración. Parecía que, a pesar de todo viviría para ver un nuevo amanecer. Siempre y cuando no volviesen a aparecer invitados no deseados.
La defensa y posterior contraofensiva fueron ejecutadas con una sincronización casi perfecta, denotando la experiencia y lo bien que se conocían entre ellos una vez más. Aunque contaba con el apoyo de la sirena, jamás pensó que se desenvolvería tan bien con un grupo de desconocidos. El asombro fue casi igual con el médico, quien llevaba poco tiempo navegando bajo la bandera de la tripulación.
- Deberías navegar con nosotros y ayudarnos en nuestra lucha contra los esclavistas. – Ofreció a Jaela de manera sincera manteniendo el tono relativamente alegre antes de notar la firme mirada de su capitán, quién les instaba a decidir qué hacer con el enemigo que acababa de ser derrotado.
Su rostro volvió a endurecerse, especialmente cuando vio como Marvolath se disponía a socorrer y estabilizar a un enemigo que no solo no dudaría en ejecutarle a sangre fría, sino que además podría suponer una amenaza en el futuro tanto para ellos como para el resto de potenciales esclavos. Negó con la cabeza y escupió a un lado, al suelo, en señal de negación y desaprobación, dirigiendo esta vez su mirada hacia Silver y cuestionándose si realmente había hecho bien en incluir al kobito entre sus filas. Tampoco reconocía a su propio capitán, quien en condiciones normales se habría encargado de extinguir aquella vida con sus propias manos de ser necesario.
- ¿Y tú si puedes elegir quién vive? – Preguntó ante el discurso de Marvolath. - ¿Acaso estabilizarle las heridas no es tomar una decisión? Deberías saber dónde te has metido. Este no es el primer cadáver ni el último que dejaremos antes de que todo esto finalice. – Hizo una pausa y aprovechando que Silver estaba cerca se encendió otro cigarro con el fuego que resplandecía en su espada. – Tu superioridad moral y tu aparente reticencia a quitar una vida que tan solo promueve el dolor y el sufrimiento no te hace ser mejor que el resto de los aquí presentes. ¿Quieres dejarle vivo? Muy bien. ¿Qué pasa si se despierta en mitad del mar y muere? ¿No es acaso eso incluso más cruel que poner fin a su miseria? O peor aún, ¿qué pasará si consigue sobrevivir y llegar a tierra? ¿Cuántas vidas tendrá que quitar o someter antes de que entres en razón? ¿Podrás vivir con esa carga en tu conciencia, con esa sangre en tus manos? – Dijo intentando convencerles de poner punto final a la existencia del Blackmore. – Quiero creer que Balagus al menos está conmigo en esto. – Suspiró mirando al oni y esperando algún tipo de confirmación por su parte. – Y puesto que tenemos un empate, debería decidir quién más ha sufrido bajo su yugo: Jaela. – Se giró hacia ella, extendiendo el brazo en su dirección para reafirmar sus palabras. Fuese cual fuese el destino que finalmente caería sobre el que Dharkel había considerado un esclavista, dio un par de profundas caladas al cigarro, generando una molesta nube de humo y se agachó a recoger tanto la espada como el látigo que Marvolath previamente había apartado del hombre que ahora yacía sobre el suelo. – Pero esto me lo quedo – afirmó aún con el pulso acelerado debido a la rabia que sentía.
Como artesano sentía curiosidad por la elaboración de cualquier tipo de arma y, con el paso de los años se había dado cuenta de que de vez en cuando podía aprender algún truco nuevo analizando o destruyendo el trabajo de otros maestros. Como espadachín le interesaba especialmente analizar aquel filo en detalle pues cada vez le urgía más mejorar su propia hoja. Si tenía suerte aquella espada sería justo el reemplazo que necesitaba. De lo contrario tendría que seguir buscando el tiempo y los medios para forjar su propia arma.
Esta vez sí, pero a regañadientes, se dispuso a acatar la orden de su capitán. No le gustaba recibir órdenes y no tenía claro si había llegado a tener esa conversación con Silver, al fin y al cabo, su incorporación en la tripulación fue accidentada y con poco margen de negociación por parte de Dharkel. Ahora tampoco era el momento de sacarlo a la luz. Cuanto más tiempo pasasen allí, más riesgo había de que otros, al igual que ellos, hubiesen visto la señal de humo y cayesen como buitres sobre la carroña.
Comenzó de manera exhaustiva a revisar las cajas o barriles que hubiese en la bodega, abriéndolas despacio y con cuidado de no disparar alguna trampa oculta. Observó con detenimiento las botellas de licor, en busca de alguna o algo que llamase su atención, palpó y rebuscó entre las paredes y los rincones más oscuros de la bodega, finalizando la tarea de búsqueda con lo que más anhelaba: el profundo estudio de aquellas misteriosas estatuas. Al principio se limitó a observarlas. A intentar comprender la escena que querían representar, pasando más tarde al trabajo físico, inspeccionando con sus largos dedos cada uno de los recovecos de tan macabro arte en búsqueda de algún compartimento o secreto oculto. Probablemente solo fuesen estatuas, pero si podía evitarlo no le gustaba dejar nada al azar. Y menos si había un misterio que descubrir.
La defensa y posterior contraofensiva fueron ejecutadas con una sincronización casi perfecta, denotando la experiencia y lo bien que se conocían entre ellos una vez más. Aunque contaba con el apoyo de la sirena, jamás pensó que se desenvolvería tan bien con un grupo de desconocidos. El asombro fue casi igual con el médico, quien llevaba poco tiempo navegando bajo la bandera de la tripulación.
- Deberías navegar con nosotros y ayudarnos en nuestra lucha contra los esclavistas. – Ofreció a Jaela de manera sincera manteniendo el tono relativamente alegre antes de notar la firme mirada de su capitán, quién les instaba a decidir qué hacer con el enemigo que acababa de ser derrotado.
Su rostro volvió a endurecerse, especialmente cuando vio como Marvolath se disponía a socorrer y estabilizar a un enemigo que no solo no dudaría en ejecutarle a sangre fría, sino que además podría suponer una amenaza en el futuro tanto para ellos como para el resto de potenciales esclavos. Negó con la cabeza y escupió a un lado, al suelo, en señal de negación y desaprobación, dirigiendo esta vez su mirada hacia Silver y cuestionándose si realmente había hecho bien en incluir al kobito entre sus filas. Tampoco reconocía a su propio capitán, quien en condiciones normales se habría encargado de extinguir aquella vida con sus propias manos de ser necesario.
- ¿Y tú si puedes elegir quién vive? – Preguntó ante el discurso de Marvolath. - ¿Acaso estabilizarle las heridas no es tomar una decisión? Deberías saber dónde te has metido. Este no es el primer cadáver ni el último que dejaremos antes de que todo esto finalice. – Hizo una pausa y aprovechando que Silver estaba cerca se encendió otro cigarro con el fuego que resplandecía en su espada. – Tu superioridad moral y tu aparente reticencia a quitar una vida que tan solo promueve el dolor y el sufrimiento no te hace ser mejor que el resto de los aquí presentes. ¿Quieres dejarle vivo? Muy bien. ¿Qué pasa si se despierta en mitad del mar y muere? ¿No es acaso eso incluso más cruel que poner fin a su miseria? O peor aún, ¿qué pasará si consigue sobrevivir y llegar a tierra? ¿Cuántas vidas tendrá que quitar o someter antes de que entres en razón? ¿Podrás vivir con esa carga en tu conciencia, con esa sangre en tus manos? – Dijo intentando convencerles de poner punto final a la existencia del Blackmore. – Quiero creer que Balagus al menos está conmigo en esto. – Suspiró mirando al oni y esperando algún tipo de confirmación por su parte. – Y puesto que tenemos un empate, debería decidir quién más ha sufrido bajo su yugo: Jaela. – Se giró hacia ella, extendiendo el brazo en su dirección para reafirmar sus palabras. Fuese cual fuese el destino que finalmente caería sobre el que Dharkel había considerado un esclavista, dio un par de profundas caladas al cigarro, generando una molesta nube de humo y se agachó a recoger tanto la espada como el látigo que Marvolath previamente había apartado del hombre que ahora yacía sobre el suelo. – Pero esto me lo quedo – afirmó aún con el pulso acelerado debido a la rabia que sentía.
Como artesano sentía curiosidad por la elaboración de cualquier tipo de arma y, con el paso de los años se había dado cuenta de que de vez en cuando podía aprender algún truco nuevo analizando o destruyendo el trabajo de otros maestros. Como espadachín le interesaba especialmente analizar aquel filo en detalle pues cada vez le urgía más mejorar su propia hoja. Si tenía suerte aquella espada sería justo el reemplazo que necesitaba. De lo contrario tendría que seguir buscando el tiempo y los medios para forjar su propia arma.
Esta vez sí, pero a regañadientes, se dispuso a acatar la orden de su capitán. No le gustaba recibir órdenes y no tenía claro si había llegado a tener esa conversación con Silver, al fin y al cabo, su incorporación en la tripulación fue accidentada y con poco margen de negociación por parte de Dharkel. Ahora tampoco era el momento de sacarlo a la luz. Cuanto más tiempo pasasen allí, más riesgo había de que otros, al igual que ellos, hubiesen visto la señal de humo y cayesen como buitres sobre la carroña.
Comenzó de manera exhaustiva a revisar las cajas o barriles que hubiese en la bodega, abriéndolas despacio y con cuidado de no disparar alguna trampa oculta. Observó con detenimiento las botellas de licor, en busca de alguna o algo que llamase su atención, palpó y rebuscó entre las paredes y los rincones más oscuros de la bodega, finalizando la tarea de búsqueda con lo que más anhelaba: el profundo estudio de aquellas misteriosas estatuas. Al principio se limitó a observarlas. A intentar comprender la escena que querían representar, pasando más tarde al trabajo físico, inspeccionando con sus largos dedos cada uno de los recovecos de tan macabro arte en búsqueda de algún compartimento o secreto oculto. Probablemente solo fuesen estatuas, pero si podía evitarlo no le gustaba dejar nada al azar. Y menos si había un misterio que descubrir.