Son Goku D. Namek
Dr. Goku
07-11-2024, 11:34 PM
(Última modificación: 07-11-2024, 11:34 PM por Son Goku D. Namek.)
61 de Verano a las 1 A.M.
Recapitulando una historia pasada, porque el pasado es eso, algo que ya pasó. Así que las recapitulaciones son el mero hecho de revivir y volver a los capítulos que conforman nuestros días. Pero este capítulo pasado, un capítulo en particular, estaba muy cerca de lo que nuestro actual héroe (o villano) buscaba hacer con su vida, y además, con la vida de más personas. La historia que narraremos recapitula lo sucedido la noche anterior a los sucesos que cambiarían la vida de Mayura, Fay y muchos de los jóvenes que vivían bajo el yugo de los piratas de Oz.
Esa noche en el campamento, el ambiente estaba lleno de una tranquilidad casi etérea. Bajo el cielo estrellado, los miembros del grupo descansaban en silencio tras una jornada de aventuras y risas, el sonido de la fogata crepitando suavemente era el único que llenaba el aire. La calma se extendía como un manto protector en torno a ellos, mientras la luna derramaba su suave luz sobre el claro del bosque donde se habían instalado, rodeados de altos árboles cuyas sombras proyectaban formas cambiantes y misteriosas sobre sus rostros.
La fogata, a medio consumirse, lanzaba destellos anaranjados y rojos que bailaban en las miradas de aquellos que aún no caían bajo el hechizo del sueño. Fay, la joven de cabello claro y rubio, casi como la ceniza, casi albina, parecía especialmente pensativa esa noche. Sentada cerca de las brasas, removía con suavidad un pedazo de rama entre las cenizas, como si buscara respuestas en el fuego, perdida en sus pensamientos. Ella era una de las que no se había rendido al cansancio, y la luz de las llamas iluminaba su rostro, dejando entrever una mezcla de curiosidad, nostalgia y, quizás, una pizca de tristeza. Cerca de ella, dormía Goor, el gigante de corazón bondadoso, quien había caído exhausto tras la noche de juegos y risas, y no muy lejos, Bobby, el protector del grupo, permanecía en una postura alerta incluso en su descanso, cubriendo ligeramente a Melu, Bar y Bao, quienes descansaban a su lado.
Fay observaba el cielo de vez en cuando, y su expresión cambiaba de ligera inquietud a profunda contemplación. Como una mujer acostumbrada a la seguridad de la isla, a veces era difícil para ella imaginarse qué habría más allá de los límites de su hogar, el mundo que Mayura y otros habían experimentado de maneras que a ella le resultaban inimaginables. Después de unos minutos de silencio, finalmente Fay decidió romper la calma, su voz fue apenas un susurro, como si temiera despertar a los demás o interrumpir el hechizo de la noche.
Pavo… dime… tú, ¿de dónde eres? - preguntó con sinceridad, aún sin mirarlo directamente, su mirada fija en las brasas, mientras jugaba suavemente con el palo entre las cenizas - ¿El mundo allá afuera… es tan peligroso como dicen?
Sus palabras flotaron en el aire, llenas de una mezcla de temor y anhelo, mientras ella continuaba mirando el fuego con intensidad, como si intentara encontrar algo en las llamas que le ayudara a entender el significado de sus propias preguntas. La expresión de Fay mostraba una mezcla de curiosidad y, al mismo tiempo, de cierto desasosiego, como si en el fondo de su alma anhelara ver el mundo, pero temiera las historias que Mayura pudiera compartir. Para ella, el mundo fuera de la isla era un territorio desconocido, una vasta extensión de incertidumbre y promesas de aventura, pero también de peligros inimaginables.
El fuego continuaba iluminando su rostro, y mientras el silencio volvía a asentarse entre ellos, Fay exhaló un suspiro, su mirada aún fija en las brasas. En su mente, las imágenes del mundo que había imaginado desde pequeña pasaban como destellos, tierras lejanas, mares inexplorados, ciudades donde la gente hablaba idiomas extraños y vivía de formas que para ella eran inconcebibles. Y, sin embargo, algo la detenía, una sensación de estar atrapada, de que, aunque quería experimentar la vida más allá de la isla, el precio era algo que la llenaba de temor.
Aquí en la isla, todo parece tan seguro - admitió en un murmullo, sus palabras apenas audibles - A veces siento que esta vida es como una jaula… un refugio que me protege, sí, pero que también me encierra.
Hablaba con un tono de resignación, aunque en sus ojos se reflejaba una chispa de deseo, el mismo que la impulsaba a imaginar que podría romper esa barrera invisible y salir a explorar el mundo. Sin embargo, aquella noche, mientras observaba la tranquilidad que la rodeaba, también entendía que ese impulso era tanto su fortaleza como su debilidad. Miró hacia el cielo, sus ojos recorriendo las estrellas como si esperara encontrar alguna señal en ellas, algo que le confirmara que su destino no estaba completamente ligado a aquella isla.
El resto del grupo dormía profundamente, ajenos a la conversación que mantenían, y las sombras en el rostro de Fay cambiaban de forma mientras ella continuaba reflexionando, sumergida en sus pensamientos. Había algo en la forma en que la luz del fuego iluminaba su rostro que revelaba sus dudas y sus sueños, sus miedos y su valentía. En esa mezcla de sentimientos y deseos, Fay encontraba una especie de consuelo al compartir sus pensamientos con alguien que comprendía el mundo desde una perspectiva distinta a la suya.